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Cuaderno de Campo. La Naturaleza en la Meseta de Requena-Utiel
Javier Armero Iranzo   /   13 de marzo de 2018

Llega hoy el último de los tres artículos dedicados a la sierra de Malacara. En concreto el presente ensayo abordará uno de sus espacios naturales más interesantes; el río Mijares. Bonito y valioso curso fluvial de montaña, el Mijares supone un reservorio para la biodiversidad de primer orden.

A orillas de este modesto cauce, y en la época en que nos encontramos si cabe más, se puede comprobar cómo el discurrir del agua incrementa notablemente la biocenosis de la sierra. Sirva este Cuaderno de Campo para conocer un poco más los argumentos que permiten identificar al río Mijares como un referente natural que bien merece una excursión.

El Mijares es un afluente del río Magro, tiene una longitud de 12,1 km y drena una superficie total de 121,8 km2. Nace en el mismo límite de los términos de Buñol y de Yátova, en un bonito paraje situado tras un espectacular estrechamiento de la rambla del Quisal. Una modesta fuente y un balsón que recoge el agua en un entorno de pinares y choperas suponen el punto de inicio de un curso fluvial pequeño pero de indudable belleza.

A apenas 500 metros río abajo aparece la finca Mijares. Un lugar realmente bonito tanto por el paraje donde se ubica como por el caserón de inicios del siglo XX que existe junto a las riberas del río. Este edificio llegó a funcionar hasta hace muy poco como un centro dedicado al ecoagroturismo al fomentar el desarrollo rural sostenible, la agricultura y ganadería ecológica y la educación ambiental.

Desgraciadamente la casa, propiedad del ayuntamiento de Buñol, se encuentra cerrada en la actualidad. Ojalá se puedan retomar esas iniciativas tan interesantes y necesarias en los tiempos en que vivimos y que puedan aportar una componente de vivacidad más, en este caso humana, en los bellos paisajes por donde discurre el río.

Poco más abajo se localiza la aldea de Mijares, compuesta por unas pocas casas y rodeadas de algunos cultivos de secano. Precisamente esos campos, especialmente de olivos, aportan una diversidad paisajística y de recursos tróficos para una comunidad de aves realmente completa y variada. En ella destacan los zorzales comunes Turdus philomelos, que alcanzan un buen número a lo largo de la invernada y que ahora van dejando la localidad para retornar a sus cuarteles de cría situados, principalmente, en los países del centro y norte de Europa.

Tampoco son raros los mamíferos en estas vegas cultivadas. Los hay de diversos órdenes sistemáticos, pero de entre ellos quizás destaca el de los carnívoros por su posición en la pirámide ecológica del lugar. Se han detectado por allí especies tan interesantes como el gato montés Felis silvestris, el zorro Vulpes vulpes o la garduña Martes foina, pero quizás sea el tejón Meles meles el que mejor se ajusta a este tipo de paisaje, en el que se combinan el monte, los sotos fluviales y los campos de cultivo.

El tejón es un animal realmente espectacular; ya lo creo. Sin embargo, su comportamiento exclusivamente nocturno, lo hace casi invisible para los ojos humanos. He tenido la suerte de verlos en alguna ocasión, ya de noche, en grupitos familiares y de campeo por los lindes entre el monte y los bancales. Y una de las veces que pude verlos con más tiempo fue precisamente aquí junto a la aldea de Mijares.

Es un mamífero corpulento y muy adaptable en cuanto a su dieta, ya que no desdeña prácticamente cualquier tipo de recurso que encuentre a su alcance. Su presencia junto al Mijares se revela más fácilmente al encontrar sus características huellas semiplantígradas hundidas en el barro de las orillas o de los caminos por donde gusta moverse. Su presencia en el paraje lo llena aún más de valor y de autenticidad; sin lugar a dudas.

El río llega ahora al término de Yátova justo a la altura de la aldea de La Paridera. Con orientación noroeste-sureste y hasta la finca de El Higueral el cauce ha generado una fértil vega aluvial que el ser humano ha aprovechado para el fomento de cultivos agrícolas, especialmente de vides, olivos, almendros, y en menor medida de cereales y hortalizas. Se conforma así un mosaico agroforestal muy querencioso para muchos tipos de aves.

Si a ello le añadimos la excelente calidad de las aguas que lleva el Mijares y la buena cobertura vegetal de su soto fluvial se puede afirmar que el paraje en su conjunto ofrece las condiciones ideales para que la avifauna del lugar sea de las más ricas de su entorno inmediato. Mucho mayor que la que habita en los sobrios y, a veces, monótonos pinares que cubren la sierra.

Entre todas estas aves destaca la comunidad asociada al bosque de galería. Hay que recordar que las condiciones edáficas del lecho permiten el asentamiento de árboles de hoja caduca que requieren más consumo de agua en su crecimiento y que permite que otro tipo de aves diferente al de los montes mediterráneos que lo rodean se asienten aquí. Así, hay pájaros muy habituales en los bosques caducifolios europeos que encuentran aquí, a orillas del Mijares, un lugar adecuado para reproducirse.

Abundan de manera muy evidente los petirrojos Erithacus rubecula, los ruiseñores comunes Luscinia megarhynchos, los zarceros comunes Hippolais poliglotta, las currucas capirotadas Sylvia atricapilla o los herrerillos comunes Cyanister caeruleus. En los zarzales y carrizales de su intrincado soto también se han llegado a citar en época reproductora a los ruiseñores bastardos Cettia cetti.

En las saucedas y sobre todo en las choperas se localizan varios territorios de oropéndolas Oriolus oriolus, aunque son los pícidos los que más densidad aportan a esas arboledas. En concreto, y para un tramo de apenas 5 km de bosque de galería que prospecté para el trabajo de campo del Atlas de las Aves de la Provincia de Valencia detecté nada menos 6 parejas de pico picapinos Dendrocopos major, otras 6 de pito real Picus sharpei y al menos una de torcecuello Jynx torquilla, lo que corrobora la importancia de este espacio natural para este tipo de fauna ornítica.

Incluso pude comprobar la presencia en época reproductora de al menos dos parejas de rascón Rallus aquaticus, ave que pasa muy desapercibida por su costumbre de habitar las zonas más espesas cubiertas de vegetación palustre.

La golondrina dáurica Hirundo daurica, otra especie poco frecuente en muchas comarcas valencianas, se reproduce aquí en varios puntos. Para ello utiliza los puentes sobre el mismo río o incluso las alcantarillas y pasos bajo la carretera local que une

Hortunas con Yátova. Allí construye un inconfundible nido con forma de bota de vino a base de pegotes de barro que va colocando de uno en uno hasta dar forma a la estructura.

De fenología estival, es una de las primeras que suelen aparecer desde sus áreas de invernada en África, por lo que en cuestión de unos pocos días, o a lo sumo de alguna semana, podremos ver los primeros ejemplares sobrevolar con sus inconfundibles siluetas los paisajes del Mijares encarando una nueva temporada de reproducción. El ciclo de la vida continuará así un año más.

El Mijares y sus aves. Agradables acompañantes en su discurrir camino del Magro, la otra arteria que insufla vida al paisaje.

Y antes de su confluencia, el Mijares vuelve a encajarse otra vez en un desfiladero realmente pintoresco: el Estrecho de Juanete. Cerca ya del cinto Rojo donde le esperan las aguas del Magro, entre los puntales de Cleto y del Collado Flez, el Mijares salva bruscos desniveles entre moles de caliza originando rápidos y pozas que sorprenden al naturalista que recorre estos andurriales.

El desfiladero es espectacular, pero no menos su entorno vegetal. De hecho, y a instancias de los propietarios, parte de la finca fue declarada Microrreserva de Flora por la Generalitat Valenciana. En ella destacan plantas de conservación prioritaria como el fresno de flor Fraxinus ornus, lagenista de tintoreros Genista valentina ssp.valentina, la globularia mayor Globularia vulgaris, la oreja de burro Phlomis crinita, la hierba de los anteojos Biscutella stenophylla ssp. stenophylla, el fresnillo Dictamnus hispanicus, el rabo de gato Sideritis tragoriganum ssp. tragoriganum, el rabo de gato rosado Sideritis incana ssp. edetana, la pimentera Thymus piperella, y el tomillo macho Teucrium capitatum ssp. gracillinum.

El paisaje es ideal para las aves ribereñas, que como la lavandera cascadeña Motacilla cinerea suben y bajan el tramo de río en busca de los invertebrados acuáticos de los que se alimentan. Pero quizás el animal más valioso que habita el desfiladero sea otro que no es precisamente un ave, sino un mamífero de notable importancia a niel de ecología de la conservación: la nutria.

La nutria Lutra lutra es una de las joyas del Mijares, sin lugar a dudas. Desde hace unos poquitos años se han vuelto a observar indicios de su presencia en estas aguas después de décadas de ausencia. La nutria se llegó a extinguir del Magro y también del Mijares. Desapareció por la persecución directa a que fue sometida durante gran parte del siglo XX y por la brutal contaminación de las aguas del Magro.

Ahora, con una mejora sensible de la calidad hídrica del Magro y en plena fase de recuperación geográfica y demográfica a nivel nacional que la está haciendo retornar a muchos de sus feudos de origen, su presencia en el Mijares vuelve a ser una realidad.

Pocos animales son tan bellos como las nutrias. Su anatomía, perfectamente diseñada para la vida en el agua, su agilidad, su inteligencia y su habilidad para capturar peces, anfibios y cangrejos no tienen parangón entre los animales de nuestros montes. Ojalá su vuelta sea definitiva y pueda enriquecer aún más con su presencia la vida de estos solitarios parajes y de toda una sierra en general.

Paseo breve pero intenso por las orillas del río Mijares; en plena sierra de Malacara. Sin embargo, son muchos los problemas que la acechan. Uno de los más importantes es el del alto riesgo de incendios forestales que presenta, agudizado por el efecto de las repoblaciones monoespecíficas habituales en otras épocas que convirtieron el monte en altamente inflamable.

A nivel más concreto hay que destacar el impacto puntual que supone el elevado tránsito de personas por barrancos en plena época de cría de aves rapaces de conservación prioritaria. Incluso no son raras las excursiones organizadas en las que llegan a participar un número variable de personas en momentos muy sensibles y en el que se puede echar al traste la puesta o los pollos de toda una temporada por discurrir a escasos metros de los cantiles de cría. Y también para ellas, especialmente para el caso del águila perdicera Aquila fasciata, la presencia de tendidos eléctricos peligrosos también en esta sierra supone una evidente amenaza que está dando al traste la recuperación de efectivos a nivel nacional por choque y, especialmente, por electrocución.

Y por supuesto, la pérdida o alteración del hábitat por la instalación de infraestructuras. Casos muy recientes como la ubicación del centro penitenciario en el Vallejo del Campillo en Siete Aguas, o más graves todavía como el del Proyecto Urbanístico que se quería desarrollar en el valle del río Mijares a mediados de la década pasada. Aquel Programa de Actuación Integrada “La Paridera”, como se bautizó, pretendía construir allí nada menos que 531 viviendas y un campo de golf, lo que hubiera supuesto la total destrucción del paisaje ribereño que se ha descrito en el artículo de hoy. Un disparate que sólo la crisis del ladrillo pudo parar; y esperemos que para siempre.

En 2005,  precisamente con motivo de dicho proyecto inmobiliario, se constituyó la Plataforma Ciudadana Salvemos Mijares que peleó mucho por la salvaguarda de ese espacio natural e incluso llegó a solicitar de la Generalitat Valenciana la declaración, no sólo del propio curso fluvial sino del conjunto orográfico que le circundaba, de Parque Natural en base a la Ley 11/1994 de Espacios Naturales Protegidos. El Parque Natural de las sierras de Malacara, Martés y del Ave, fue solicitado por sus valores ecológicos, paisajísticos, científicos y etnográficos, así como por sus potencialidades para el desarrollo de un modelo de economía sostenible basado en la conservación y en la puesta en valor de sus recursos ambientales y patrimoniales. Una magnífica idea pero que lamentablemente no llegó a cuajar.

Al menos, y no es poca cosa, ese desbaratado plan de edificación para el Mijares se quedó en el cajón de los despropósitos.

La sierra de Malacara no se declaró Parque Natural, no. Sin embargo, en la actualidad, forma parte de la Red Natura 2000 con dos reconocimientos internacionales de primer orden como son los de la declaración de ZEC (Zona de Especial Conservación) y de ZEPA (Zona de Especial Protección para las Aves).

A pesar de esos importantes reconocimientos  las medidas de gestión activa en relación a los valores que han determinado esas consideraciones oficiales son aún escasas. Lamentablemente no presenta ningún plan ambicioso encaminado a conseguir una mejora sustanciosa de la vegetación potencial del paraje, tan singular y valiosa como se ha tratado de resaltar en estos capítulos.

Y en lo que respecta a la ZEPA, la situación no es mucho mejor. En concreto, para el tema de las aves que aparecen en el anexo I de la Directiva de Aves que regula la declaración de las ZEPA no se están estableciendo medidas eficaces que redunden en favor de la presencia y reproducción de las especies que habitan el paraje, especialmente para los casos de las  águilas perdicera Aquila fasciata y real Aquila chrysaetos. Para la primera de ellas, por ejemplo, se repiten año tras año fracasos en el proceso reproductor de alguno de sus territorios, con parejas que por unos motivos u otros abandonan o ni siquiera inician la puesta. Hace unas horas que he regresado de una salida de campo en la que he corroborado una vez más que el drama continúa para la reina de la sierra de Malacara.

En uno de sus tradicionales territorios de reproducción, de las últimas cinco temporadas tan sólo ha llegado a criar en una de ellas; la de 2016. Y ahora, en 2018, más de lo mismo. Otro año más que esa pareja no va a procrear. El año pasado por la baja de uno de los dos ejemplares adultos, el macho; aunque fue sustituido enseguida por otro aún inmaduro. Y este año, la historia se repite, pero al revés. La hembra adulta del año anterior ha desaparecido y ha sido sustituida por otra subadulta. Dos bajas en dos años, desde luego no es nada normal.

A nivel nacional la población de águila perdicera se halla estancada en muchas áreas y en franco declive en muchas otras. Las causas se encuentran precisamente en lo descrito para este caso concreto de la sierra de Malacara: elevada mortalidad de la fracción reproductora (la más valiosa para el conjunto de su población) y escasa productividad anual relacionada con el escaso éxito reproductor que presenta. Si las águilas adultas van muriendo y, además, por unos motivos u otros no consiguen nacer pollos que vayan reemplazando a la población reproductora, se entenderá perfectamente la angustiosa situación demográfica por la que pasa la especie actualmente.

Las ZEPA deberían contar con suficientes medios humanos y económicos que estudien y analicen adecuadamente la dinámica de las distintas especies que la componen y combatan efectivamente la problemática que pueda comprometer su viabilidad futura, si es que como sociedad avanzada que formamos nos preocupan realmente los problemas del medio ambiente.

Terminamos aquí una trilogía dedicada a la sierra de Malacara con la intención de redescubrir uno de los espacios naturales valencianos más valiosos tanto por su riqueza biológica como paisajística. Una sierra que merece una mayor atención tanto de los ciudadanos como de sus administraciones públicas.

Reivindiquemos la necesidad de proteger y de conservar para las siguientes generaciones un medio ambiente en las mejores condiciones. Ojalá la vida se perpetúe en este espacio natural por muchos años más.

Salgamos a la naturaleza a disfrutar de ella. Se acerca la primavera y ahora es uno de los mejores momentos para observarla, estudiarla, valorarla; y en definitiva, sentirla.

La sierra de Malacara está ahí mismo; esperando a que la visites.

JAVIER ARMERO IRANZO

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