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El observatorio del Tejo// Julián Sánchez        

La deriva ideológica a la que Pedro Sánchez ha llevado al Partido Socialista Obrero Español, entregándolo en manos de un populismo sin perspectiva alguna de transcendencia socioeconómica, ha dejado en auténtica evidencia las poco claras perspectivas de futuro a las que puede enfrentarse nuestro país una vez superados los trágicos efectos que la pandemia sanitaria conocida como Covid19 ha producido en el área sanitaria, condicionando, consecuentemente, la vertiente económica cuya gravedad es presumible que vaya a alcanzar magnitudes verdaderamente escalofriantes.

Con la llegada de Felipe González al poder en el año 1982, la economía española experimentó un notable avance, llegando a superar la rémora de una estructura económica fosilizada y fuertemente intervenida por el Estado, mediante una profunda reconversión de su infraestructura industrial y financiera, propiciada desde la Unión Europea y llevada a cabo por el gobierno socialista español, mediante cuya acción se propició la entrada de nuestro país en el consorcio como miembro de pleno derecho.

A efectos de alcanzar la posibilidad de llevar a cabo el acuerdo, el PSOE, debió de acometer previamente la erradicación en su documento estatutario de la terminología marxista, operación esta que vino a cometer en el Congreso extraordinario celebrado en Madrid en septiembre de 1979. De esta forma el Partido Socialista Obrero Español quedó incorporado de hecho a la socialdemocracia europea, cuyas directrices socioeconómicas funcionaban inspiradas mediante la acción ideológica de los dirigentes Olof Palme en Suecia y Billy Brand en Alemania. Vino a ser de esta forma mediante la cual España comenzó a alcanzar un nivel de progreso socioeconómico y democrático hasta el momento desconocido en toda su historia.

Pero, como todo sistema políticamente establecido, la socialdemocracia con el paso del tiempo, se ha visto obligada a efectuar, a consecuencia de la propia evolución de las circunstancias, las oportunas correcciones estructurales a efectos de seguir patentizando su prevalencia, habida cuenta que el sistema, que en su día propiciase los mayores índices de prosperidad y libertad en nuestro contexto continental, comenzaba a dar muestras de un cierto decaimiento que le estaba convirtiendo en un procedimiento cuyo principal exponente, el denominado estado de bienestar comenzaba a quedar frenado mediante un cierto dirigismo paternalista, intuitivo y sobre todo insostenible.

Vino a ser en estos momentos, allá por la década de los años 90, cuando en los países nórdicos, encabezados por Suecia, cuando se llegó a establecer una profunda renovación del régimen socialdemócrata, procediendo a la eliminación de las viejas estructuras dirigistas y paternalistas, procediendo a su sustitución por otras más funcionales donde se primaba la responsabilidad individual, la libre elección del ciudadano y la consolidación real de la igualdad  de oportunidades, devolviendo a la ciudadanía mediante esta determinación la recuperación de las competencias que el dirigismo colectivista anterior les había secuestrado.

Consecuentemente con la renovación efectuada, los países nórdicos encabezados por Suecia hoy aciertan a conjugar la combinación de un sector público potente y funcional, armonizado por un sistema libre de economía privada que estimula un mercado competitivo y pujante donde las barreras tienden a ser testimoniales, conjugando con ello la teoría de que la idea fundamental, no consiste en considerar la sustentación de más o menos Estado, sino en la eliminación del estatismo mediante el fomento de la libertad y la responsabilidad individuales.

En España el sistema continúa cayendo en las veleidades del viejo régimen, por lo tanto, hasta buena parte de las empresas privadas siguen funcionando bajo criterios muy alejados de la eficiencia y ya no digamos las públicas, habida cuenta de que su supervivencia depende más de sus relaciones con los poderes políticos mediante el intercambio de favores, que de su eficacia al servicio de calidad al propio consumidor. La animadversión por la libre iniciativa, así como las barreras burocráticas interpuestas al efecto, tienden a evitar la desaparición de las entidades ineficientes y su sustitución por otras más activas y eficaces.

En casos como estos, poco importa que la entidad asuma las características de pública o privada, habida cuenta que ninguno de ambos sistemas llega a funcionar de forma correcta, únicamente vienen a responder a determinados intereses corporativos totalmente refractarios a la competencia, donde la picaresca prolifera y se establece contra los legítimos intereses de la propia sociedad.

El sectarismo ideológico que la alternativa populista viene estableciendo en nuestra sociedad, todavía viene a agravar mucho más esta cuestión. Mientras que en los países nórdicos se viene estableciendo un ente de entendimiento desde la propia escuela, pasando por la universidad entre alumnos y sistema empresarial, en España se fomenta la desincentivación del mérito y el esfuerzo personal, mediante la primacía de las teorías de una falsa igualdad donde prima más el ruido de la pertenencia al grupo político, los contactos y las relaciones interpersonales y corporativas, que el fomento del talento y la eficacia del esfuerzo. Hoy resulta mucho más rentable conectarse al grupo mediante la militancia partidista, introducirse en los núcleos de poder, servir al poderoso y entregarse a la lucha por la descalificación de la ideología oponente, que adquirir una buena formación académica o profesional de futuro.

Así funciona esta “nueva” ideología a la que denominamos “populismo”, que no oferta paradójicamente nada nuevo, sino la vuelta a las viejas estructuras colectivistas y ajadas de principios de siglo pasado, puetas en evidencia mediante la caída del denominado Muro de Berlín, cuyas estructuras han sido “resucitadas” mediante las resoluciones asamblearias de los patios de universidad, donde los nuevos hijos de papá acuden a pasar el tiempo y alimentándose con sus farragosas y dogmáticas máximas, muy lejanas a las establecidas en los países norte europeos, en donde lo fundamental es el establecimiento de un sistema donde el Estado social de Bienestar se consolida mediante el fomento de las libertades individuales de todas las personas miembros de su contexto, las cuales llegan a ser defendidas bajo características de manifiesta igualdad, lo que conlleva a que el Estado no privilegie a ningún grupo de presión  de orden específico, sino que, en última instancia y a largo plazo, el principal motor establecido como ente sustentador para elevar el nivel de vida en común que conocemos como Estado de Bienestar, no viene a ser otro sino los recursos provenientes de un potente y eficaz sistema establecido en la libertad de la iniciativa privada.

En consecuencia, la disyuntiva de futuro no viene en modo alguno de la imposición de un sistema sobre otro, sino en acertar a armonizar la coexistencia de ambos. España debe decidir entre seguir las estructuras de renovación socialdemócrata de los países nórdicos de Europa, o lanzarse a la aventura populista propiciada por el espíritu chavista de Podemos. O Suecia o Venezuela. O el progreso racional y de futuro para una juventud hoy muy desorientada, o la demagogia constatada de hambre y miseria de la filosofía chavista, no hay término medio. O recuperamos el razonamiento, la reflexión, el espíritu crítico y el debate de las ideas mediante la aceptación de datos que las refutan o, en su caso, consolidan, o seguimos sumergidos en el sectarismo ideológico y dogmático de servicio a la causa que el capo propugna, cuyas consecuencias todos conocemos.

De nosotros depende, despertemos o sigamos durmiendo la demagogia de la utopía.

Julián Sánchez

 

 

 

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