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Cuaderno de campo. La Naturaleza en La Meseta de Requena-Utiel
Javier Armero Iranzo   /   26 de junio de 2018

En el artículo anterior de este Cuaderno de Campo se hacía referencia de la vuelta como especie reproductora del buitre leonado al valle del Cabriel. En concreto se hacía eco de una noticia largamente esperada por los naturalistas de la Meseta de Requena-Utiel: se habían localizado los primeros nidos de la especie tras más de 60 años desde su desaparición.

Pues precisamente por esas mismas fechas, apenas dos semanas antes, otra primicia relacionada con otra ave carroñera saltaba a la escena pública. Y ésta, desde luego, de notable impacto pues afectaba a una de las aves más amenazadas de extinción de toda Europa: el quebrantahuesos.

La noticia, que apareció en muchos medios de comunicación, daba cuenta del inicio de un proyecto de reintroducción de la especie en la Comunitat Valenciana con la liberación de dos pollos el pasado 30 de mayo en el Parque Natural de la Tinença de Benifassà. Tras más de un siglo de ausencia los quebrantahuesos volvían, esta vez de la mano del hombre, a tierras del norte de Castellón.
Los pollos, procedentes del Centro de Cría de Guadalentín (sierra de Cazorla), se han liberado mediante un proceso denominado hacking.  Con esta técnica se pretende aquerenciar a los individuos al territorio de suelta y así establecer a la larga, con la suelta de más individuos, un núcleo reproductor estable.

En el proyecto también participa la Vulture Conservation Fundation (VCF) que trabaja en el ambicioso objetivo de restablecer las poblaciones de quebrantahuesos que quedaron aisladas entre la península Ibérica y el Caucaso y que, a excepción de la de los Pirineos, están realmente muy disminuidas demográficamente.
Pero, se preguntarán qué tiene que ver este proyecto con la temática tratada en estos ensayos de naturaleza en la Meseta de Requena-Utiel. La respuesta es que en nuestra comarca también hubo quebrantahuesos en el pasado, y muy probablemente llegaron a nidificar en ella; aunque demostrar ese extremo a día de hoy es, desde luego, muy difícil y arriesgado.

Sirva este Cuaderno de Campo para aportar algunos datos que pudieran ser de interés al respecto y de paso conocer un poco más la biología y la situación actual de esta espectacular rapaz. Y para completar la tétrada de los buitres ibéricos, dejaremos para la quincena siguiente una breve revisión a nivel comarcal de las otras dos especies de necrófagos que quedan por abordar: el alimoche y el buitre negro.

El quebrantahuesos es un ave realmente magnífica e inconfundible. Su nombre genérico, Gypaetus, hace alusión a su extraña apariencia tanto de buitre como de águila. Y es que es un buitre un tanto especial ya que presenta una silueta característica dotada de unas alas grandes y estrechas y una cola desproporcionalmente larga. En realidad cuando se le ve planeando en vuelo más parece recordar, incluso, a un enorme halcón que a las otras rapaces.

Su envergadura es realmente espectacular, llegando a alcanzar los 2,80 metros de punta a punta de las alas. El plumaje de los ejemplares adultos es ciertamente llamativo. En él predominan los tonos anaranjados de la garganta, el pecho y el vientre, mientras que las alas, la cola y sus partes dorsales son negras, aunque con unas finas y características líneas en las plumas de color blanco. En la cabeza destacan dos detalles realmente peculiares. Por un lado, el bello diseño de los ojos, de iris amarillo y rodeados de una conspicua esclerótica escarlata. Y por otro, el extraño mechón de plumas a modo de barba que le cae por la mandíbula inferior y que le ha atribuido el atributo específico de su nombre en latín, barbatus. El quebrantahuesos, Gypaetus barbatus.

Los individuos jóvenes, sin embargo, van cambiando progresivamente su plumaje de tonos oscuros hasta alcanzar el definitivo tras ocho años de sucesivas mudas.

Desde luego, lo que más llama la atención de la biología de esta ave es su exclusiva dieta alimentaria. El quebrantahuesos está especializado en aprovechar las carcasas de aquellos cadáveres que los otros buitres han vaciado en el campo. Consume, pues, huesos de animales de gran tamaño tanto silvestres (rebecos, ciervos, cabras monteses, jabalíes, etc.) como domésticos (vacas, caballos, cabras, ovejas o cerdos, principalmente). Si los huesos son muy grandes y no los puede engullir directamente, el quebrantahuesos hace honor a su nombre ya que los lanza a cierta altura y los estrella en rompederos de piedra para así poder tragar las piezas fracturadas.

El quebrantahuesos nidifica en inaccesibles oquedades o abrigos situados en grandes cantiles de la montaña. El tamaño de los nidos es realmente considerable llegando a medir alguno más de 2,5 metros de diámetro. Allí depositan dos huevos ya en pleno invierno; incluso algunas parejas lo hacen a finales de diciembre. La razón estriba en el larguísimo proceso reproductor ya que los polluelos nacerán tras dos meses de incubación (aunque solamente vivirá uno de ellos) y los primeros vuelos no se producirán hasta pasados otros cuatro meses más. Hay que tener en cuenta que los jóvenes volanderos se independizan de sus padres durante el otoño, antes de que vuelvan a caer las temperaturas en picado y las duras condiciones ambientales perjudiquen a unos jóvenes muy vulnerables por entonces.

Es precisamente durante los movimientos juveniles de los quebrantahuesos cuando se pueden detectar ejemplares fuera de sus territorios de distribución habituales. Así, por ejemplo, se cuentan con algunas citas en la Meseta de Requena-Utiel de individuos dispersivos procedentes del proyecto de reintroducción que se lleva haciendo desde hace unos años en la sierra de Cazorla (Jaén).

Tenemos el ejemplo de Gualay, ejemplar marcado con un GPS, que estuvo durante 2017 recorriendo algunos puntos de la comarca. Pero también de otros individuos que durante 2013 fueron geolocalizados también en distintos puntos de la comarca. De hecho recuerdo la emocionante cita que el naturalista requenense Javier Martínez me dijo sobre un ejemplar no adulto que pudo ver posado en un risco en las inmediaciones de la aldea de la Fuen Vich (Requena) en octubre de 2015. Observación que probablemente se atribuya a uno de estos quebrantahuesos aún jóvenes que se fueron soltando en el marco del citado proyecto de reintroducción (y que precisamente en aquel año se saldó con la primera nidificación en la sierra de Cazorla tras más de treinta años desde su extinción).

Actualmente la situación poblacional del quebrantahuesos a nivel europeo es muy delicada. Sus mayores efectivos numéricos se sitúan en los Pirineos donde en 2016 se censaron 160 unidades reproductoras, de las cuales 119 estaban en la vertiente española, 40 en la francesa y una en Andorra. Conviene decir que en los Pirineos aparecen algunas unidades familiares que no están formadas exclusivamente por una pareja (macho y hembra) sino que están constituidas por tres ejemplares; de ahí el nombre de unidad reproductora y no de pareja territorial. Además en España se cuentan con dos proyectos actualmente en marcha de reintroducción de la especie en lugares donde había desaparecido como reproductor décadas atrás. En la sierra de Cazorla (Jaén) y en la de Castril (Granada) desde 2006, y en los Picos de Europa (Asturias) desde 2010 y donde en 2017 se pudo confirmar la primera nidificación de una pareja, aunque no terminó con éxito.
En la Europa occidental únicamente hay dos poblaciones más que se consideran autóctonas y que están al borde de la extinción: la de Córcega (Francia) con apenas 4 parejas en 2017 y la de Creta (Grecia) con 7 parejas censadas en 2015. En los Alpes comenzó un proyecto de reintroducción en 1986 y en el que nació el primer pollo en 1997. En 2015 nacieron nada menos que 20 pollos (8 en Suiza, 6 en francia, 5 en Italia y 1 en Austria) de las 33 parejas que allí se han instalado ya. Un verdadero éxito.

Sin embargo, se ha extinguido ya de las cordilleras de los Cárpatos y de los Balcanes, y de islas como Cerdeña, Chipre y Sicilia. Y en España, las cosas no fueron mejor. A lo largo del siglo XX la persecución directa mediante la caza y el expolio de nidos así como el uso indiscriminado de venenos hizo que desaparecieran de los principales macizos montañosos del país: Cordillera Cantábrica, Sistemas Ibérico y Central, Sierra Morena y también en los Sistemas Bético y Penibético (en el que la últimas dos parejas nidificantes desaparecieron entre los años 1980-85 de las zonas de Castril y Pontones, respectivamente). Para 1979 apenas se estimaban unas 20 parejas en los Pirineos. Dramática trayectoria de un majestuoso animal en España que ahora con los proyectos de reintroducción que hay en marcha tratan de hacerles retornar a algunas de las localidades donde no debieron de desaparecer nunca.

La Meseta de Requena-Utiel no debió ser una excepción a esa sangría de ejemplares y desaparición de territorios. No contamos con documentos que corroboren la distribución reproductora del quebrantahuesos a nivel comarcal durante aquellos luctuosos años. Sin embargo sí que se dispone de un valioso dato de un soberbia hembra subadulta capturada en Requena presumiblemente en 1882 (aunque la fecha exacta no queda del todo clara) y que todavía puede contemplarse disecada en el Museo de la Universitat de València de Historia Natural; quebrantahuesos que quizás pudiera formar parte de una población autóctona que todavía viviera en la comarca durante el siglo XIX. No obstante, también cabe la posibilidad de que ese ejemplar fuera un individuo errante procedente de poblaciones reproductoras cercanas (quizás de las provincias cercanas de Cuenca o de Teruel).

 
 
Y otro apunte más en la misma dirección, pero esta vez procedente de un testimonio oral. Mi amigo Javier Barona obtuvo un dato procedente de una entrevista hace ya muchos años de una tercera persona (Manuel Carrascosa) con un anciano de Venta del Moro en el que recordaba la presencia de esta especie en la localidad en la primera parte del siglo XX. Concretamente recuerda que criara por aquel entonces en las Hoces del Cabriel.  Datos de difícil comprobación pero que en cualquier caso sugieren una más que probable presencia de este animal en un territorio realmente adecuado para una especie que durante aquellos tiempos aún permanecía en la mayor parte de macizos montañosos del país.

Sería muy interesante recopilar más testimonios o investigar en documentos antiguos de archivos municipales o actas de las afortunadamente desaparecidas Juntas de Extinción de Alimañas por si hubiera alguna referencia más de una de las especies de mayor interés en conservación de las que habitan en Europa en la actualidad.

Mientras tanto sólo nos queda soñar con que algunos de los ejemplares que acaban pasando por nuestro territorio se aquerencien a él. Complicado está, desde luego; pero ojalá los proyectos de reintroducción que hay en marcha en nuestro país produzcan el incremento poblacional y geográfico necesario para que el gran necrófago alado retorne a nuestras sierras en un futuro no muy lejano.

Pensamientos que me vienen a la cabeza al observar los restos de lo que fue un magnífico ejemplar capturado en Requena hace ya más de un siglo. Testigo de otras épocas. Últimos años de una biodiversidad desbordante, pero también de tremenda ignorancia y de sometimiento de una naturaleza herida de muerte. Tiempo de quebrantahuesos.

JAVIER ARMERO IRANZO

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