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LA BITÁCORA DE BRAUDEL/JCPG

En “El séptimo sello”, el director de cine sueco Ingmar Bergman disecciona una sociedad sometida, humillada por la peste. La peste, como se sabe, fue un fenómeno de larga duración, pero su intensidad fue más notable durante el período del Renacimiento. Peste-radicalismo religioso; este es el binomio que se cierne sobre la sociedad que perfila Bergman en su película.

Entre 1347 y 1350, cerca de 20 millones de personas murieron por causa de la epidemia, que siglos después se conocería como la peste negra debido a que las ampollas de ese color que cubrían el cuerpo de los afectados. Europa perdió un tercio de su población. Aquí las diferencias entre clases fueron también importantes, se estima que murió un 25% de la nobleza y un 40% del campesinado: los campesinos y agricultores no tenían la posibilidad de aislarse en villas y palacios. Petrarca perdió a su Laura con la Peste, y Boccaccio creó el marco del Decamerón en torno a ella. Laura murió pero Petrarca nos dejó su Cancionero. El ambiente de la pestilencia en Florencia es el marco que permite el desarrollo del conjunto de historias maravillosas que contiene el Decamerón.

Grünpeck, Joseph. Tractatus de Pestilentiali Scorra sive Mala de Franzos (1496-1497)

La peste desencadenaba procesos de ingente calado. Sociales, políticos y hasta psicológicos. Se difundía con cierta celeridad la teoría del complot y entonces eran los judíos y las brujas las víctimas propiciatorias de una humanidad cristiana necesitada de desviar los odios acumulados hacia cualquier polo social de ella misma.

La peste, la fiebre amarilla, la malaria, son males con identificación femenina. Pero el VIH y el ébola son masculinos. El mundo ha cambiado. La destrucción proviene ahora del lado masculino. Han sido hombres los que han traído el virus del ébola a esta tierra, y han contaminado a la enfermera, femenina. Una ministra discutible y discutida, femenina, tiene que lidiar con un virus masculino. Pérez Reverte hacía la broma con el sacrificio del perro. Proponía sacrificar a la ministra en lugar de al can. Confusión, ineptitud e ineficacia estos son los protagonistas de la actual “alerta sanitaria”.

La realidad se impone y es clara. Cada día mueren en el mundo 18 millones de personas por hambre. El virus del ébola nada tiene que ver con una peste, ni con el SIDA, ni siquiera con la gripe (a pesar de las concomitancias que con esta sostiene en lo que se refiere a algunos síntomas iniciales). Pero significa, una vez más, la nítida visibilidad del gran factor de nuestro tiempo: el mundo pobre, desasistido, sometido a la miseria y a los dictadores, importa poco al mundo rico, gustoso de sus libertades, capaz de ofrecer lecciones al mundo; pero incapaz de ayudar al débil. De hecho se acuerda de él para colocarlo en el catálogo de lugares no recomendables porque es fuente de enfermedades contagiosas.

Occidente confía en su ciencia. África; ¿en quién puede confiar?

En Los Ruices, a 9 de octubre de 2014.

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