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LA BITÁCORA DE BRAUDEL /JCPG

Ahora que entra el otoño, quizás es buen momento para establecer nuestro campamento de acción en casa y darse al vicio de leer. Existía una viñeta del gran Chumi Chçumez que presentaba a uno de sus personajes hablando solo y de manera solemne; el fulano decía: “Un día de estos me tiro la manta a la cabez y leo un libro”. Y aunque san google es una mina de recursos, no he podido encontrarlo.

El libro que comento hoy corresponde a uno de esos grandes escritores europeos. Se trata de Stefan Zweig, uno de los grandes narradores de la Europa de la primera mitad del siglo XX. De origen hebreo, la pluma de Zweig es más que otra cosa la expresión de una voluntad de superar las fronteras para hallar la esencia de la cultura genuinamente europea y universal. No está de más volver sobre la literatura de estas grandes figuras, porque la marcha de la historia parece ir por el camino de volver a levantar fronteras.

Este libro es El mundo de ayer. Realmente es una obra autobiográfica que te atrapa en la lectura. Esta capacidad para atrapar al lector ya me era conocida por otras obras de Zweig, por ejemplo las biografías que escribió de grandes personajes o el extraordinario libro Momentos estelares de la humanidad.

Tratándose de Zweig es indudable que tenía que hablar de los grandes hechos que le atormentaron : por ejemplo las dos guerras mundiales, pero el libro me ha resultado mucho más interesante no tanto por la experiencia personal como por sus análisis y reflexiones sobre los cambios políticos, la defensa de una posición europeísta, sus planteamientos acerca del fenómeno del exilio. Incluso por las mismas contradicciones que reconoce en su propia persona.

Zweig fue un exiliado. No sólo por sus raíces judías, que no gustaban precisamente en la Alemania nazi e incluso en aquella Europa antisemita, sino por sus posiciones liberales y abiertas. De estas perspectivas abiertas y tolerantes partía su posición paneuropea, contraria a las fronteras

Esta biografía tiene su inicio en la infancia. Pero me ha interesado porque, más alla de realizar un relato de sus experiencias escolares, Zweig nos introduce en una época y en una sociedad donde el santo y seña de la misma es la búsqueda de la seguridad. Era un mundo que se concebía como un gran invernadero humano en el que uno sabía qué iba a ser desde el momento de nacer. Era casi un mundo inmóvil, o al menos que cambiaba lentamente, paso a paso, con determinados conflictos cada cierto tiempo. La gente entonces no conocía muchas guerras, como mucho una por generación. Afortunadamente nosotros tampoco conocemos muchas. Las vemos por la tele, que, asombrosamente, nos acerca el mundo y al mismo tiempo contribuye a alejarlo.

Gracias al libro podemos conocer las relaciones de Zweig con las vanguardias artísticas y literarias del momento, incluso con los críticos literarios de su época. También sus relaciones con otros grandes intelectuales de su época. Son pasajes apasionantes en los que reproduce conversaciones, encuentros, disensiones y puntos de vista diferentes.

Pero entonces llegó la guerra y lo cortó todo. Es 1914. y esta fecha, tan relevante para la cultura europea es primordial par el propio escritos, porque llega a la conclusión de que resulta vital rescatar la unidad espiritual europea frente a un nacionalismo extremista que ha conducido a una guerra que él mismo considera fratricida. No en vano el subtítulo es Memorias de un europeo.

Los tiempos del provincianismo, del nacionalismo, de los vendedores de peines para calvos han vuelto de nuevo. Tiempo de charlatanes y sacacuartos. Quizás es mejor releer a gente como Zweig, un hombre que acaba sus días suicidándose en Petrópolis, junto a su esposa, atormentado por el pesimismo de una Europa víctima de los egoísmos nacionalistas y su capacidad de destrucción cultural.

En Los Ruices, a 1 de octubre de 2014.

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