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LA BITÁCORA DE BRAUDEL/JCPG

Don Miguel de Unamuno echó mano de un clásico refrán español para caracterizar la Meseta castellana: la describió como una tierra de cantos y santos. Quizás lo fue en algún instante de la historia, pero con frecuencia los lugares comunes son sólo vistas parciales de una realidad más compleja y diversa. Cantos, muchos. Santos, también. Pero esta tierra fue durante mucho tiempo, con sus momentos álgidos y depresivos, con sus luces y sus sombras, el área más próspera de España: con sus ganados, sus pastos, sus talleres textiles, sus casas de comercio, sus tierras de pan llevar, … De esta tierra castellana salieron también conquistadores, místicos, grandes comerciantes y los hombres de negocios más ricos de Europa.

En 1951 la Meseta de Requena y Utiel era una tierra donde la viña estaba progresando. Lo había hecho con decisión desde 1900, pero en la post-guerra civil aún quedaba mucha tierra en manos de la vieja tradición cerealística. En aquellos tiempos recios, una parte sustancial de la propiedad estaba pasando a manos de pequeños propietarios, una mutación muy importante, porque las transformaciones del siglo anterior habían puesto muchas tierras en manos de los grandes.

1950 fue un año extraordinariamente seco. La siembra otoñal se hizo en condiciones muy precarias; se esperaba que el invierno de 1951 y su primavera fueran algo más lluviosos, para así sacar adelante las cosechas. ¡Qué mal lo pasaron muchos! El hambre pasó por muchas casas y se cobró su tributo en vidas.

Aquellos eran años durísimos. Hacía doce años que había terminado una brutal guerra civil, y los sectores del país y de esta comarca victoriosos se cobraron su triunfo a lo largo de una cruel post-guerra, en la que mantuvieron al país alejado de las olas de desarrollo y evolución social del resto de Europa. En 2014 también vivimos la crueldad de una crisis extraordinaria que nos va a cambiar por completo. Las viñas que no reciben un aporte de agua a través del regadío lo están pasando bastante mal. Muchos sarmientos no sobrepasan el palmo de largura, lo que es verdaderamente una catástrofe. En medio de una crisis global terrible, las economías de muchos agricultores tienen que afrontar un año nefasto. Y no sólo esto: la madera que las cepas tendrán disponible para podar este invierno próximo será raquítica. En consecuencia, la cosecha del año que viene será bastante mala.

En 1951 tuvieron que arrancar las cebadas y trigos, porque apenas se elevaron unos pocos centímetros del suelo; arrancaban las espigas ante la imposibilidad de segar con las corvellas, y muchos sólo sacaban tierra; escaseaba el grano. Por supuesto, era muy difícil hacer los haces, en la forma tradicional de segar de aquellos tiempos, que era manual.

Este año muchas viñas pueden quedarse sin vendimiar porque no tendrá cuenta. Durante este invierno ya se veía venir que los sarmientos no iban a entorpecer el paso de los tractores al labrar. Nadie imaginó que entrara el verano con este nivel de sequía. La vendimia empezará pronto; en muchas viñas aún terminará antes.

Se ha pasado históricamente mucha privación en esta tierra. Ha existido mucha miseria hasta tiempos recientes. Los agricultores y sus familias desarrollaron una extraordinaria capacidad de resistencia, forjada en el yunque de la miseria y la naturaleza. Salieron de su miseria y han transformado la faz de esta tierra de forma total. Gran parte de la dotación mental que poseen muchos hijos de la tierra hoy en otros sectores de la actividad económica, procede de esa capacidad y paciencia aprendidas en la escuela de la familia.

El fundamento de la comarca es la tierra y los frutos que su trabajo reporta, de modo directo o de forma indirecta. La sequía es un accidente de la naturaleza; durará más o menos, como todo fenómeno natural. La sequía, por tanto, se superará y llegarán las lluvias. Pero quizás hay que volver a recordar muchas cosas sobre las que vale la pena reflexionar.

Tenemos estos años muchísimas fuentes secas. Lugares donde siempre ha manado agua, permanecen ahora sin agua que expulsar al exterior. Muchas fuentes llevan años secas, incluso en años buenos desde el punto de vista de la pluviosidad. Tenemos un gran beneficio con los esfuerzos económicos que hemos realizado en el riego por goteo, pero para los años de abundancia de lluvias hay que intentar economizar agua. El gran acuífero central de nuestra Meseta abastece de agua a muchas personas y también a muchas tierras que se riegan; y además a una embotelladora que lanza agua a todo el país, con las marcas más variadas que podamos imaginar. ¡Cuánto puede aguantar un acuífero con este nivel de explotación!

No soy un experto. Me gusta ducharme y bañarme en la piscina. Doy gracias al cielo porque muchos agricultores hayan podido financiar unas obras costosas para extender el riego por goteo. Pero me gustaría apelar a la cordura tradicional del agricultor e invitar a la reflexión sobre el nivel de gasto de agua.

El agricultor reúne en su persona el ejemplo y el paradigma de la misma condición humana. En los agricultores se condensan casi todos los dilemas y contradicciones del ser humano. Lucha contra el medio por sobrevivir, y reedita casi permanentemente la imagen del pionero. Se le acusa de conservador, mientras se olvida su vulnerabilidad ante la mismísima naturaleza.

En Los Ruices, a 30 de julio de 2014.

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