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Cuaderno de Campo. La Naturaleza en La Meseta de Requena-Utiel
Javier Armero Iranzo   //   29 de mayo de 2018

Anfibios en peligro. Con este impactante título termina una serie de tres artículos que se han dedicado a este tipo de animales tan singular. Y efectivamente, en peligro; en serio peligro, a decir verdad. Los distintos estudios que se vienen haciendo a nivel mundial sobre este grupo de vertebrados alertan de una rápida recesión en sus poblaciones que amenazan, incluso, con extinguir por completo especies enteras.

En la actualidad se llega a hablar de una crisis global de la biodiversidad, consecuencia de un rápido e incontrolado desarrollo tecnológico y social muy poco sostenible hasta ahora con el equilibrio de los procesos naturales. Y si el impacto es ciertamente considerable para la totalidad de grupos taxonómicos, para los anfibios es realmente brutal.

Eso está ocurriendo a lo largo del planeta, pero aquí en España las cosas no pintan mucho mejor. Multitud de factores están afectando negativamente a estos bellos pero a la vez frágiles animales. Animales que, por su doble condición de criaturas terrestres y acuáticas acarrean muchos de los impactos de origen humano que se producen en la naturaleza.

La Meseta de Requena-Utiel no es una excepción en esa tendencia regresiva. Sus poblaciones de anfibios vienen siendo cada vez más pequeñas y aisladas. Se ha llegado a tal situación que ya no se da la voz de alarma únicamente por aquellas especies que, como el sapillo pintojo, el sapo de espuelas o el gallipato, son realmente escasas y de distribución muy puntual. Sino que la dinámica poblacional es tan regresiva que se ve afectada la totalidad de las especies, incluidas aquellas que tradicionalmente gozaban de buena salud.

Hoy ya ni las ranas ni los sapos más habituales, como los comunes o los corredores, están exentos de amenazas. Y es que cada vez es más raro ver o escuchar anfibios en el campo en las cantidades en que lo hacían nuestros antepasados. Los tiempos modernos parecen arrinconar a estas bellas criaturas hacia los parajes más recónditos; e incluso allí también cuesta localizarlas. Pero, ¿cuál es la razón que lleva a la desaparición a estos magníficos animales?

En realidad no se puede hablar de un factor en concreto, sino un compendio de muchos de ellos. Sirva este artículo para darlos a conocer, para sensibilizar al lector de la situación actual y para intentar revertirla con la mejor de las herramientas posibles: la educación ambiental. Vamos allá.

Uno de los problemas más importantes que tenemos en la comarca es la destrucción directa, modificación e incluso contaminación de los hábitats naturales donde habitan estos animales. Y especialmente los acuáticos, siempre fundamentales pero especialmente durante el proceso reproductor. Ello, además, se agudiza en la extensa meseta agrícola central, mucho más humanizada y transformada que las sierras periféricas.

Las zonas cultivadas muestran un mayor índice de retroceso en cuanto a variedad de especies y efectivos poblacionales. Situación que se viene agravando por la intensificación vitícola que se está produciendo en las últimas décadas tendentes a una mayor producción agraria. La necesidad de cada vez más recursos hídricos, con una brutal sobreexplotación de los acuíferos, está haciendo desaparecer vertiginosamente fuentes, manantiales y puntos de agua que resultan vitales no sólo para este tipo de animales sino para un amplio elenco de especies de flora y fauna.

Es tristísimo poder comprobar que muchas de aquellas fuentes que conocíamos de pequeños hoy no son más que un recuerdo. Y las que no están secas, apenas dejan ver un  hilo de agua que a todas luces es insuficiente para acoger a esa rica biodiversidad que siempre han llevado consigo. Aquellos balsones que servían para almacenar agua de riego para las huertas o para que las reses abrevaran actualmente han desaparecido. Ya no quedan ranas y sapos por casi ningún sitio.

Y si eso ocurre con las fuentes, con los ríos pasa algo parecido. El mejor ejemplo lo tenemos en nuestro querido río Magro. Hoy apenas es una sombra de lo que fue. Paradójicamente el río de la vida está amenazado de muerte. La apertura indiscriminada de pozos para el riego del viñedo está secando al río. Y para colmo, el agua que lleva no es de la calidad que el cauce se merece. A pesar de que se cuentan con estaciones depuradoras de aguas residuales, como las de Utiel o Requena por ejemplo, las aguas bajan aún demasiado turbias.

La apuesta por la producción vitivinícola es tal que el paisaje agrario es ya muy poco atractivo para la fauna y la flora silvestre. Se suprimen o se queman los setos vivos entre las parcelas; ribazos vegetales que sirven de cobijo a muchos animales, y entre ellos a distintos tipos de tipos de anfibios (sapos, principalmente). El hábitat se simplifica y apenas tiene interés para la vida silvestre. Disminuyen los recursos tróficos y se empobrece la biodiversidad agraria.

Por si ello fuera poco, se utilizan también productos químicos en los riegos por goteo y que acumulan en sus tejidos los animales que acuden a ellos para beber. Contaminantes químicos que a través de las cadenas alimentarias pasan a los consumidores secundarios que, como los anfibios, predan sobre los insectos del campo y que poco a poco van haciendo mella sobre ellos. Daños colaterales; una muerte silenciosa.

Otro gravísimo problema que afecta a nuestros anfibios comarcales es la destrucción de los sotos fluviales y la vegetación ribereña de otros cauces y manantiales. Estos ambientes próximos a las zonas de puesta, suponen importantes áreas de refugio para estos animales. En muchos casos se sustituye la estructura del humedal original con un estéril recipiente que alberga el agua pero que no sirve en absoluto para que los anfibios puedan completar sus complejos procesos reproductores.

La excesiva verticalidad de de las paredes de estos nuevos puntos de agua imposibilitan el acceso o la salida de los propios animales inutilizándolo para la vida por completo. Es una verdadera pena que, en un escenario cada vez más generalizado de escasez hídrica en amplias superficies cultivadas, la existencia de puntos de agua no esté disponible para la fauna. Incomprensible.

Afortunadamente en el monte la situación no es tan extrema ya que allí la conservación de los cursos de agua es claramente mejor. No obstante también se nota allí un retroceso notable de la existencia de fuentes tradicionales que en el pasado estaban bien cuidadas y que conformaban atractivos lugares para los anfibios. Por el propio abandono de las actividades tradicionales en la montaña y por su consecuente despoblación humana se han perdido decenas de pilones, abrevaderos, lavaderos, albercas y otros elementos que ya sólo quedan en el recuerdo de los hombres y mujeres mayores que habitaban aquellos andurriales.

En muchas ocasiones, a fin de recuperar estos humedales de su estado ciertamente ruinoso y obrando de buena fe, se han estropeado muchas puestas y larvas de anfibios cuando en plena época de cría se ha tratado de limpiar de vegetación. Lógicamente hay que apostar por la restauración de estos importantes puntos de agua y devolverlos a la situación lo más original posible pero cabe hacerlo con el mayor sentido común posible teniendo en cuenta que conforman un hábitat vital y muy frágil para este tipo de seres vivos.

La disminución de lugares adecuados para los anfibios hace que muchas especies acaben estando realmente amenazadas.  Sus escasos efectivos numéricos aparecen muy aislados entre sí lo que dificulta el trasiego genético y la recuperación poblacional y a la larga acaben por desaparecer de áreas muy grandes.

Incluso cuando la situación ya es crítica, las extinciones locales se aceleran cuando los escasos puntos de agua que albergan a una determinada especie amenazada no resisten el azote de varios años de sequía.  Períodos duros que hacen desaparecer a unos animales muy sensibles y que tienen una esperanza de vida muy limitada.

Otra problemática muy importante a la que se enfrentan estos animales en Requena-Utiel es la introducción en el medio natural de especies foráneas. Aquí en la comarca desgraciadamente ya tenemos más especies de peces exóticos que autóctonos. Carpas, lucios, alburnos, truchas arcoiris y otros peces que alteran totalmente el delicado equilibrio ecológico de los ríos y que suponen un notable impacto sobre sus poblaciones de anfibios. Pero ya no sólo en los cursos de agua sino también, incluso, en estanques y balsones donde han ido proliferando gambusias, carpines rojos o percas-sol, por ejemplo.

Por si fuera poco, otros elementos  dañinos van apareciendo en cada vez más lugares. Entre ellos destacan los ya abundantísimos cangrejos americanos y los galápagos de Florida, todos ellos hábiles depredadores de huevos y renacuajos y que amenazan la continuidad de la herpetofauna local. Desde luego una barbaridad que no ha hecho más que agravar la delicada situación en la que se encuentran los protagonistas de esta trilogía que acaba hoy.

Más problemas. Los anfibios son uno de los grupos de animales que más bajas causan por el atropello de vehículos a motor. Ocurre principalmente por la noche, y sobre todo en periodos de lluvias, cuando muchos anfibios se desplazan de unas zonas a otras atravesando carreteras y caminos. Muchas veces suelen ser sapos de distintas especies que fallecen en el trasiego de ejemplares hacia los lugares de reproducción. Localmente esas bajas suponen un porcentaje importante de una población que ya anda en declive por otros factores.

Por último, cabe citar una tipo de amenaza que está causando gran preocupación a herpetólogos de todo el mundo. Se trata de la proliferación de enfermedades infecciosas producidas por microorganismos que diezman poblaciones enteras de estos animales a nivel global. Se sabe que ciertos patógenos como hongos, virus o bacterias han causado la práctica desaparición de muchas especies en determinadas localidades, incluso de la propia península Ibérica, aunque se desconoce su incidencia en la Meseta de Requena-Utiel. Por ejemplo, el sapo partero sufrió la desaparición casi por completo en apenas unos años del Parque Natural de las Lagunas de Peñalara en Madrid por la afección masiva de quitridiomicosis, una enfermedad producida por un hongo.

Anfibios en peligro. Desde luego que estos animales no pasan por su mejor momento, y eso que son muy importantes desde varios puntos de vista. Como especies bioindicadoras nos dan una valiosa información sobre la calidad de los hábitats que ocupan. El hecho de ser unos animales que desarrollan su ciclo biológico en dos medios distintos, acuático y terrestre, y la presencia de una piel extraordinariamente sensible  y vulnerable a las alteraciones atmosféricas y de la calidad del agua, hacen de ellos unos animales muy exigentes a la hora de instalarse en un territorio determinado. Dicho de una manera sencilla, si hay una buena población de anfibios es que hay una buena calidad ambiental.

Y por otro lado, los anfibios forman parte importante de las cadenas tróficas de los ambientes que ocupan, especialmente los acuáticos. Se consideran tanto presas de otros animales mayores como pueden ser aves acuáticas, mamíferos o incluso reptiles;  como predadores de gran cantidad de invertebrados, especialmente insectos. De hecho se consideran unos importantísimos controladores biológicos de estos animales; animales que si sus poblaciones se dispararan y no se regularan naturalmente podrían constituir plagas

Y ello nos debería hacer reflexionar. Estos animales, especialmente los sapos, se han venido considerando desde tiempos ya lejanos como seres repugnantes e incluso dañinos. La aversión hacia ellos ha sido tal que han sido repudiados y eliminados si se presentaba la oportunidad. Un lastre cultural que todavía mucha gente lleva consigo.

Ojalá que la lectura de estos tres capítulos dedicados a los anfibios hayan situado a estos animales en el lugar que se merecen. Los anfibios, como se acaba de ver, son seres magníficos, de biología muy interesante y cumplen un papel fundamental en nuestros ecosistemas. Y sin embargo están amenazados, muy amenazados.

Afortunadamente muchísimas personas están ya cambiando su punto de vista con respecto a estos animales. Son muchos los que disfrutan con su observación en el medio natural. La curiosidad hacia ellos les lleva, incluso, a admirarlos; lejos queda ya ese rechazo inicial. Y hay quien que, en la medida de lo posible, trata de esquivarlos en la carretera y evitan su atropello.

Alguna persona, llega aún más lejos. Sensibilizados por su situación actual, tratan de ayudarlos recuperando alguna balsa abandonada hace ya muchos años. E incluso hay quien les construye una charca de nuevo en su campo aprovechando la existencia de una fuente o manantial. Y en cualquier caso, los anfibios no tardan en ocuparlas. En este sentido los tiempos van cambiando para bien. Buenas sensaciones por tanto.

Pero aún queda mucho por hacer. Sapos, ranas y gallipatos se merecen salir de su complicada situación actual. Sólo con la participación de todos podrán conseguirlo.

 

Es fundamental inculcar la sensibilidad hacia los anfibios frente a la ignorancia y la agresiónJAVIER ARMERO IRANZO

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