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EL OBSERVATORIO DEL TEJO// Julián Sánchez

Carta abierta a D. Julio Anguita González

Te marchaste Maestro. Te fuiste porque tu enorme corazón ya no pudo sostenerse en tu formidable, pero frágil pecho. Te marchaste y nos dejaste huérfanos de referencia, del reflejo que proyectabas sobre nosotros junto a los personajes de nuestra transición desde la izquierda de siempre: Ramón Rubial, Simón Sánchez Montero, Ramón Tamames, Nico Sartorius, Jordi Solé Tura, Nicolás Redondo Urbieta, Antón Saracibar o Marcelino Camacho.

Te marchaste Maestro. Carta abierta a Julio Anguita.

La izquierda roja, la izquierda que empeñaba todo su esfuerzo hacia la consolidación de las libertades en acción directa sobre la emancipación e igualdad de oportunidades hacia las clases más desfavorecidas. Hoy esa izquierda roja ha desaparecido, en su lugar ha emergido de la mano de la moderna progresía el denominado “populismo”. Tú mismo definiste la denominación “progre” al calificarla textualmente mediante el siguiente tenor: “Si me quieres insultar, llámame “progre”. La progresía es, ni más ni menos, el sumidero por donde se han ido las ideas de la izquierda. La progresía es quedarse en la reforma de una serie de aspectos sociales, como los matrimonios homosexuales o las medidas de discriminación positiva de la mujer, mientras que se deja intacta una realidad económica injusta”. Pues eso es lo que se viene escondiendo tras ese “populismo progre”, que la nueva moda preconizadora del renacido “crepúsculo de las ideologías” nos ha dejado patente.

La vieja lucha por la emancipación obrera ha sido sustituida, como tú bien nos has advertido, por la denominada doctrina de género, según la cual, la diferencia sexual no es más que un producto de la cultura y del ambiente. Por el ecologismo radical, elevado a la mística de la nueva religión apocalíptica. El animalismo, considerado mediante la equiparación de los derechos de los animales a los propios de los humanos. O el denominado “movimiento okupa”, que pretende otorgar el derecho a la disposición de cualquier bien a quienes huyen del trabajo y de la obligación moral y solidaria de efectuarlo.

Hoy no se fomenta el progreso personal y familiar dirigido al intento de conseguir la igualdad de oportunidades mediante la cultura y el esfuerzo, con la determinada intención de desarrollar los talentos individuales y colectivos. Por el contrario, lo que se oferta por parte del mundo populista, viene a ser la subsidiación individual hacia la dependencia institucional que desincentive el trabajo, favoreciendo con ello la conquista del voto cautivo a través de la pretendida intención partidista de escrutar el atajo hacia el poder, activando con ello el estímulo de sus preestablecidas consignas, las cuales se pretenden encajar en las voluntades populares propiciando que estos actúen en el medio sociopolítico en calidad de auténticos hooligans del fanatismo futbolístico; “que mi equipo gane, aunque vaya a ser en el último segundo de penalti injusto”.

Ya por transmutar, se ha llegado Infravalorar el término fascismo. Hoy ya llaman fascista hasta al vecino del quinto, simplemente por bajar a comprar en el quiosco de la esquina el diario ABC. Que saben estos lo que es fascismo. Que saben estos lo que alguien puede sentir cuando a los diecisiete años es trasladado a un cuartel de la Guardia Civil de principios de los sesenta y es recibido por un cabo primero de un metro noventa de estatura espetándole una frase como ésta: “No vas a tener cara para aguantar las hostias que te voy a meter». Ni mucho menos vivir episodios tan espeluznantes como aquel del despacho laboralista de Atocha en Madrid, donde irrumpieron pistola en mano unos bárbaros descerebrados emprendiéndola a tiros contra todo cuanto encontraban a su paso, llevándose por delante a cuantos profesionales se encontraban prestando servicios en el habitáculo, comenzando por el propio conserje. No, no tienen ni idea de lo que significa fascismo, hoy un término tan terrible, por mor de una inepta frivolización, se ha conseguido que pierda su genuino y espeluznante significado.

En consecuencia, estamos en lo de siempre, la ideología populista queda sistemáticamente reducida a los acuerdos tácitos efectuados entre los diferentes intereses de los grupos que la constituyen. Esta es la cuestión a la que hemos llegado, lejos de propiciar la defensa de los intereses propios del ciudadano común, los partidos populistas se presentan a las elecciones mediante una compilación programática basada en recoger los dogmas e imposiciones de sus propios grupos de presión ideológica. Cuanto echamos de menos tu famosa proposición de “Programa, programa, programa”.

Con la desaparición de sus referentes tradicionales, la izquierda en España deja patente una importante pérdida de su propia identidad ideológica y ésta circunstancia puede acabar conduciendo al desencanto democrático y a la expansión de los separatismos que, curiosamente, sí publicitan con claridad su ideología frente al resto de formaciones, lo que viene a situar a éstos en una notable ventaja en referencia al tradicional sentido universalista que la izquierda siempre ha asumido, y que le ha venido propiciando tradicionalmente, entre otras cosas, un considerable bagaje para convencer al electorado.

Te marchaste Maestro y contigo una de nuestras últimas referencias cardinales. Siempre tendré presente aquel axioma que lanzaste a los votantes de izquierdas y que conmovieron los cimientos de nuestra democracia: “Votad al honrado, aunque sea de extrema derecha, al ladrón no le votéis nunca, aunque lleve la hoz y el martillo«.

Te marchas camino del cielo. Sí, del cielo, lo he dicho bien. Simplemente porque el cielo no entiende de ateos, agnósticos ni creyentes. El cielo solo entiende de buenas personas y, a buena persona no te dan lecciones a ti ni ateos, ni agnósticos, ni creyentes.

Julián Sánchez

 

 

 

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