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EL OBSERVATORIO DEL TEJO / JULIÁN SÁNCHEZ

He de confesar, al asistir a la rueda de prensa que Pablo Manuel Iglesias, actual Secretario General de Podemos, quien se presentó, como de costumbre flanqueado por uno de sus habituales grupos de “sabandeños”, convocada en la tarde del pasado viernes día 18, que la primera impresión que me produjo vino a ser la extrañeza por la ausencia de tres de sus cuatro “mosqueteros”, genuinos espíritus creadores de la formación radical. Evidentemente no acompañaban al líder de la coleta en su disertación mediática. Ni el controvertido Juan Carlos Monedero, ni tampoco Carolina Bescansa, ni, por supuesto Iñigo Errejón, acompañaban a su inseparable Secretario General. Por el contrario, sí que se hizo presente en el grupo Pablo Echenique, el quinto mosquetero de la cúpula fundadora quien, tras su derrota en el congreso fundacional del partido, al pretender disputar la Secretaría General al propio Pablo Iglesias, se había retirado a lamer sus heridas de guerra en su cuartel de campaña de Aragón.

Evidentemente que la llamada de Iglesias a Echenique y su personal propuesta para el desempeño de la Secretaría de Organización que dejó vacante el fulminado Sergio Pascual, dejaba bien a las claras el propósito del primero, a los efectos de no aparecer en público prácticamente desasistido de quienes han sido desde sus comienzos las cabezas visibles de la formación.

La presencia de Echenique pretendía mostrar dos apariencias. La primera de ellas era la de recuperar ante la militancia y afines la figura de alguien al que se pretendía en una supuesta rebeldía ideológica o funcional. Y la segunda, ofrecer la impresión de una cierta normalidad institucional, procediendo a la cobertura del puesto más controvertido en los últimos tiempos por alguien afín, estratégicamente hablando, a los postulados de Iñigo Errejón, en esos momentos desaparecido en combate. Ni que decir tiene que esta estrategia no respondía a otra circunstancia, sino a recuperar la posición perdida en la controvertida negociación con Pedro Sánchez para hacer posible, en la mejor posición de fuerza, el posible acuerdo de investidura.

Pero lo cierto y verdad viene a ser que el asunto me produce la impresión de que otra vez Pablo Echenique ha venido a actuar de “cortafuegos” al incendio originado por Iglesias y que amenazaba con abrasarle. Pero lo único que con el periplo puede apreciarse es la realidad de que, con la destitución de Pascual, el Secretario General de Podemos ha ganado, además, un amplio poder en la estructura del partido con el objetivo de que no haya “corrientes ni facciones que compitan por el control de los aparatos y los recursos”, tal y como advirtió en una carta abierta remitida el pasado martes a la militancia. De esta manera, Iglesias y su equipo más cercano asumirán el control de los resortes de Podemos y la supervisión del aparato territorial, y con el nombramiento de Echenique como Secretario de Organización queda cerrado el asunto con el jaque-mate a Errejón y a sus mariachis.

Para comprender todo este tinglado, muy difícil de advertir por quien no esté familiarizado con el proceder estratégico marxista, habría que haber estado atento a las palabras de Rafael Mayoral, Secretario de Relaciones con la Sociedad Civil y Movimientos Sociales de Podemos quien, justificando el cese de Pascual vino a manifestar la idea de que, en su opinión, el anterior responsable de organización del partido, había seguido una estrategia “inadecuada” ante los conflictos territoriales que atraviesa el partido en Madrid, Cataluña, Galicia, Euskadi, Cantabria y La Rioja. “Responde a esa parte de gestión que creemos que por parte de la Secretaría de Organización ha sido deficiente en diferentes situaciones en los territorios”.

Y seguidamente se prestó a anunciar la estrategia a seguir, planteada desde la propia Secretaría General consistente en dejar en claro la idea de que “No podemos convertir los órganos en un campo de batalla”, toda vez que “por encima de todo está el proyecto, que es bello”. Apuntilló también que “Íñigo comprende los motivos y el propio Sergio también los comprende”. También Mayoral, dirigente de máxima confianza de Iglesias, atribuyó el cese a los “errores” que, según su análisis, cometió Pascual. Los calificó de “evidentes” y finalizó destacando la necesidad de “reorganizar el trabajo en ese ámbito”.

Pero la evidencia nos produce la ida de que, si alguna esperanza había en el intríngulis de las estructuras políticas de Podemos, en referencia a constituirse como el paradigma de una nueva izquierda con aportación de aire fresco y soluciones innovadoras para las clases sociales de nuestro país, dichas perspectivas se han esfumado de un plumazo ante esta nueva situación. Sencillamente porque la destitución de Pascual apunta a unos tics propios de la izquierda tradicional, jerárquica y vertical. No es extraño para ello que los dos principales colaboradores de Iglesias, Rafael Mayoral e Irene Montero, así como el propio Iglesias procedan del PCE, precisamente el sector que Errejón ha querido evitar que su influencia en Podemos convierta a la formación en un partido propio de la estructura de la Europa soviética.

Lo que Errejón ha pretendido desde siempre era que Podemos asumiese como básico el concepto de “transversalidad”, defendido por el propio Errejón desde la asamblea fundacional de Vistalegre celebrada hace apenas un año y medio. Así lo viene a expresar al anunciar que “Podemos se enfrenta ahora a una encrucijada en la que debe decidir qué quiere ser de mayor: un partido hegemónico o una minoría de izquierdas”.

De forma parecida lo expresa también Rodrigo Amirola, coordinador de la secretaría política, el departamento que dirige Errejón. “Hoy estamos en condiciones de afirmar que la transversalidad ha sido un éxito. La transversalidad no es un truco electoral, sino que forma parte del ADN de Podemos”. Y puntualiza mediante el siguiente ejemplo: “Creemos que evitar el riesgo de convertirnos en una organización clásica relegada al margen izquierdo del tablero pasa por comprender que no se puede construir pueblo sólo con los más castigados por la crisis”.

Ese es el auténtico quid de la cuestión que propició la jugada estaliniana de Iglesias, diseñada sobre la intención de asumir la “limpieza política” que le despejase el camino del poder absoluto. Iglesias, un teólogo de la vieja escuela marxista hace suyo el planteamiento que Lenin proclamó en relación con la actitud de los comunistas respecto a la democracia burguesa. Dicho planteamiento sostiene como básica la vieja idea consistente en que “los comunistas revelan la hipocresía y dicen a los trabajadores y las masas obreras la franca y pura verdad: la república democrática, la asamblea constituyente, las elecciones generales etc. en la práctica significan la dictadura de la burguesía, y para la emancipación del trabajo del yugo del capital no hay otro camino que la sustitución de esta dictadura por la dictadura del proletariado”.

Podemos tiene una disyuntiva que debe resolver en una forma u otra, pero que deberá hacerlo sin dilación y dejando en claro de una vez sus cartas sobre la mesa del contexto político español y europeo, si sigue la estrategia diseñada por Errejón y que en principio tan aceptables resultados electorales le propició o, por el contario, asume la filosofía leninista de su actual Secretario General consistente en dinamitar desde la izquierda nuestro actual sistema democrático, proclamando que los bienes de esta democracia en realidad son inaccesibles para la gran mayoría de los trabajadores.

Esperemos acontecimientos.

Julián Sánchez

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