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Cuaderno de Campo. La Naturaleza en la Meseta de Requena-Utiel
Javier Armero Iranzo   /   4 de diciembre de 2018

El otoño ya va tocando a su fin. Ha sido una estación ciertamente lluviosa y eso se nota en el color de la tierra. A los acuíferos, muy sobreexplotados últimamente, no les habrá venido nada mal este alivio hídrico. El monte luce ahora un aspecto saludable, con sus arboledas limpias y brillantes y un sotobosque particularmente húmedo. Junto a los pinares, cabe destacar la existencia de esos pequeños bosquetes caducifolios que aún muestran sus últimas hojas en tonos amarillos o rojizos.

Fresnos de flor, olmos y chopos, que combinados con algunas viejas higueras, recios nogales o solitarios cerezos, caracterizan muchas vallejadas de nuestra comarca. Y entre esas manchas de color que todavía resisten la inminente llegada del invierno cabe destacar la presencia de los almeces, ribereños de ramblas o de antiguos huertos de tierra colindantes con la masa forestal. Almeces que muestran ahora sus frutillos maduros, y que suponen un reclamo trófico nada desdeñable a una ingente cantidad de aves que acude a ellos en busca del preciado botín. Currucas capirotadas, zorzales comunes o zorzales alirrojos son aves habituales en estos días en las ramas del apreciado almez, o lidonero como se llama por aquí. Incluso no es descartable, principalmente en la sierra del Negrete, avistar algún que otro mirlo capiblanco en sus devaneos tras las ricas almezas.

Pero hay un pájaro que en estos días colma la atención de los ornitólogos en esos bellos y tranquilos parajes montanos. Un ave que, desde luego, no deja indiferente a la persona que lo observa; y la razón estriba en dos aspectos principales. Por un lado la tremenda escasez que presenta a lo largo de la geografía comarcal, por lo que detectar algún ejemplar de esta especie siempre es una noticia reseñable. Y por otro, por los particulares rasgos morfológicos que ofrece; un pájaro de complexión anatómica muy diferente a los acostumbrados a ver en el medio natural. Se trata del picogordo Coccothraustes coccothraustes, una verdadera joya alada.

Espectacular animal, sin lugar a dudas. Una pausada observación permite describir su curioso aspecto. Lo primero que llama la atención es su particular apariencia. El picogordo es un pájaro robustode unos 18 centímetros de longitud y de formas muy compactas. En la gruesa cabeza destaca un pico corpulentoque otorga el nombre a la especie. El cuello es corto y ancho, y la cola apenas sobresale del cuerpo. Todo ello le proporciona al picogordo una característica silueta, tanto cuando permanece posado como cuando vuela.

El plumaje del ave destaca por sus tonos marrones, pero bellamente combinados conformando un elegante diseño. Así el dorso es pardo intenso mientras que las partes inferiores y la cabeza son de un color canela ciertamente bonito y que contrasta sutilmente con el gris de la nuca y el cuello. Llama la atención también el color negro de la garganta y de la base del pico. En las alas destacan las plumas de vuelo, de evidente color negro, y en las que contrasta una franja blanca muy visible cuando el ave vuela. Lo mismo ocurre con una banda terminal blanca en la corta cola que no deja dudas para su correcta identificación.

Cabe apuntar que los machos ostentan un colorido más marcado en ese diseño que las hembras, algo más discretas. Los individuos jóvenes, que carecen del babero negro de los adultos, son claramente más pálidos y presentan un característico moteado en las partes inferiores a modo de escamas sobre un fondo más claro.

Pero lo que sin lugar a dudas llama más la atención de este fringílido es el desmesurado pico que posee. Grande, de base ancha y de forma cónica, el pico muestra un color gris azulado en primavera y más vainilla durante el resto del año. Pico que no deja lugar a dudas de la alimentación granívora del ave.

Observando el pico del protagonista del presente ensayo se entienden muy bien las ideas evolucionistas que el propio Charles Darwin formuló allá en 1859 cuando publicó su entonces controvertido libro El origen de las especies. El científico inglés argumentó el concepto de la selección natural basándose, entre otras tantas pruebas, en sus famosas observaciones efectuadas en las islas Galápagos sobre unos pájaros granívoros también, y que hoy todo el mundo de la Biología reconoce bajo el nombre de Pinzones de Darwin.
Darwin en sus postulados proponía esencialmente que era bastante habitual que las especies en su medio natural produjeran muchos más descendientes de los que el medio pudiera admitir, y que por tanto no todos llegarían a adultos. Además asumía que los descendientes de las distintas generaciones de individuos no eran idénticos entre sí, sino que había una cierta variabilidad entre ellos. Algunas de esas diferencias podrían ser cruciales en la posterior lucha por la supervivencia. Él pensaba que si los recursos eran limitados en el medio sólo los mejor adaptados conseguirían sobrevivir y, por tanto, tener más posibilidades de reproducirse; y de esta manera, tenían más posibilidades de transmitir esos caracteres beneficiosos a la descendencia.

Darwin conseguía convencer a la comunidad científica de que la evolución de las especiesera un hecho irrefutable. Aquello cambió los cimientos de la Biología. La evolución que han sufrido todas las especies actuales no ha sido más que una acumulación de cambios positivos en la anatomía, fisiología e incluso en el comportamiento de los individuos que ha servido para modelarlas tal y como las conocemos ahora.

Pues bien, nuestro amigo el picogordo supone un ejemplo ciertamente evidente de aquellos pensamientos darwinianos. Su desproporcionado pico y el considerable desarrollo de la musculatura tanto del cuello como de la cabeza, necesarios para partir los duros huesos de los frutos de los que se alimenta, se han conseguido a base de un largo proceso evolutivo. No hay otra ave en su área de distribución natural, y por tanto tampoco en la Meseta de Requena-Utiel, que sea capaz de aprovechar el rico interior de las duras semillas de las aceitunas, cerezas o, incluso de los almeces de los que hemos empezado hablando en este capítulo. El picogordo es un excelente triturador de semillas tan especializado en ese nicho ecológico que ha sabido hacerse un hueco entre la dura competencia alimentaria de la familia taxonómica a la que pertenece: fringillidae.

En la Meseta de Requena-Utiel aparecen, de una manera u otra, hasta 10 especies de fringílidos. Cada uno de ellos está especializado en explotar un tipo de recurso alimenticio basado en el consumo de granos. Pero lo hacen de tal manera que no compiten unos con otros; o al menos eso parece a simple vista. Así, por ejemplo, tenemos al piquituerto, otro fascinante pájaro provisto de una herramienta poderosa como es la de contar con un pico aparentemente deforme. El pico del piquituerto presenta dos mandíbulas que no encajan entre sí; de ahí viene su peculiar nombre. Sin embargo este evidente capricho de la naturaleza ha tenido una significación altamente positiva ya que le permite al ave aprovechar un recurso trófico que ningún otro es capaz de hacerlo: la extracción de los piñones de las duras brácteas de las piñas de diferentes especies de pinos. Bienvenida sea la variabilidad, pues. Darwinismo en estado puro.

Y así con el resto de las especies. Todas ellas tienen un pico cónico, fuerte y con una estructura interior adecuada para partir las semillas. Sin embargo todos esos picos tienen unas diferencias tales que les permiten aprovechar distintos tipos de granos y no interferir unas especies con otras. En realidad todas ellas proceden de un antepasado común a partir del cual han divergido las especies actuales.

En concreto el pico del verderón es recio y fuerte, aunque no tanto como el del picogordo, y es ideal para romper semillas duras de una larga lista de plantas campestres. En cambio el del verderón serrano es más puntiagudo y le sirve a la perfección para comer semillitas de gramíneas en los suelos forestales, principalmente.

Pero aún más alargado y afilado son los característicos picos de jilgueros y lúganos, perfectamente adaptados para extraer las simientes de los cardos el primero, y de las semillas de los alisos el segundo (aunque aquí en la comarca, donde no hay, busca sobre todo las semillas de diferentes plantas herbáceas)

Claramente más cortos y gruesos son los picos de nuestros abundantísimos verdecillos y pardillos, perfectos para consumir las pequeñas simientes de rabanizas y otras crucíferas de los viñedos o de los eriales, especialmente para el caso del primer pajarillo. En cambio, los picos de los pinzones comunes y reales, son realmente polivalentes, pudiendo explotar casi cualquier tipo de recurso que ofrece el medio en un momento dado.  Digamos que presentan el morfotipo más generalista de todos los fringílidos de Requena-Utiel: fuerte y relativamente puntiagudo, pero de una talla intermedia.

Picos, semillas y selección natural; adaptaciones al medio y evolución. Bonitas referencias en relación al picogordo y a sus parientes más cercanos. Pero sigamos hablando de este magnífico pájaro.

El picogordo tiene una amplia distribución mundial ya que se extiende desde la misma península Ibérica y el norte de África hasta las costas pacíficas de China y del Japón, aunque de una manera ciertamente fragmentada. En Europa, únicamente se ausenta de las islas de Irlanda y de Islandia y de gran parte de la península Escandinava, donde aparece únicamente en su tercio más meridional. Sin embargo, y a pesar de la enorme área de distribución que ocupa, es un ave poco abundante en el continente, estimándose su población total en una amplia horquilla de entre uno y dos millones de parejas reproductoras, de las que apenas 5.000 corresponderían a nuestro país.

Concretamente en España el grueso del contingente reproductor se acantona en las mejores masas forestales del oeste peninsular, especialmente en el sur de Castilla-León, norte de Extremadura y sierra Morena. En el resto del territorio, las densidades son muy bajas y se concentran, principalmente, en determinadas localidades del norte sistema Ibérico o en puntos aislados de Cataluña.

En lo que respecta a la Comunitat Valenciana, aunque se han confirmado eventos de reproducción en las tres provincias, no deja de ser un nidificante muy puntual, tremendamente escaso y muy localizado. Pero incluso también en la Meseta de Requena-Utiel, al menos en dos ocasiones que se sepa y en dos parajes diferentes del término de Requena: barranco de Hórtola (cuenca del Cabriel) en 2007 y entorno de Villar de Olmos (cuenca del Reatillo) en 2012; datos aportados por Rafa Muñoz y Rafa Arroyo, respectivamente. En los dos registros se señalan grupos familiares en el mes de agosto formados por jóvenes del año, presumiblemente nacidos en las cercanías. Tanto en uno como en otro el ambiente era netamente forestal, principalmente cubierto de pinares de Pinus halepensis, aunque con cierta representación de otro tipos de arboledas más atractivas para la especie. También ha y un registro de un ejemplar en época estival en la fuente Tosquillas (Chera) el 5 de julio de 2014 que quizás correspondería a algún individuo reproductor por allí aquel año (observación de Juan José García).

 

Sin embargo, es ahora en otoño y durante la invernada cuando hay más posibilidades de detectar al picogordo en nuestra demarcación debido a la arribada de ejemplares migrantes desde sus localidades de cría situadas en el centro y norte de su área de distribución europea. El fringílido allí se comporta como migrador parcial. Parte de las poblaciones nativas en esas regiones bajan a latitudes mediterráneas movidas por la llegada del frío y por la falta de alimento. En este sentido se conocen individuos que han sido recuperados en España durante la invernada y que fueron previamente anillados en países tales como Noruega, Alemania, Holanda, Bélgica, Francia, Suiza, Italia (norte), Austria, Hungría y República Checa.

Cabe decir que aunque la invernada del picogordo en la península Ibérica sea un hecho habitual todos los años, el patrón de la ocupación es claramente irregular a tenor de las distintas llegadas masivas que de cuando en cuando suceden. Desde luego no es una ave  de común en todas las temporadas. Así, se sabe que en el periodo de treinta años comprendido entre 1980 y 2009 se han dado al menos 7 irrupciones considerables, especialmente en el este peninsular, que es precisamente donde se localiza nuestra comarca. Sin ir más lejos, durante la temporada pasada (2017-18) bajaron muchos más individuos que en otras anteriores por lo que no era nada raro localizar algunos banditos en sus lugares tradicionales de invernada en Requena-Utiel; mientras que en la presente cuesta mucho más detectarlos en esos mismos sitios.

Otro factor que también influye en su permanencia en nuestro entorno es la cantidad de frutos que presenten los almeces, ya que se no todos los años cuajan con la misma abundancia. De hecho, el presente otoño no parece especialmente rico en lidones. Algo parecido pasa con los olivos, y los agricultores lo saben muy bien, en que unos años la cosecha es mucho mayor que otras, y no solo por las condiciones hídricas anuales sino por la desigual fructificación de unas temporadas con respecto a otras.

Entre unas cosas y otras, todo apunta a que esta invernada no van a haber muchos picogordos en nuestras montañas; ya veremos. De todas formas, la posible presencia de este espectacular pájaro bien merece la pena animarse a visitar sus tradicionales cuarteles de referencia en la comarca; aunque sólo sea para descubriralgunos de los más bellos parajes de montaña que estas tierras aportan al conjunto provincial. Por citar algunos de los más concurridos por el corpulento pájaro cabe destacar la rambla de Hórtola y la finca del Carrascalejo (Requena); los huertos y sotos riparios de Casas del Río (Requena); la rambla Albosa, aguas abajo del casco urbano de Venta del Moro; la fuente del Buitre, en Villargordo del Cabriel; la fuente de san Marcos, en Sinarcas;  las inmediaciones de la ermita del Remedio, en Utiel; o las arboledas caducifolias de pedanías serranas tales comoVillar de Olmos o La Cañada (Requena).

En cualquiera de esos lugares aparecen los almeces como verdaderos imanes para estas aves. Desgraciadamente cada vez quedan menos ejemplares de estos arbolillos en la comarca por el creciente abandono de las actividades tradicionales que con él se venían haciendo. Hoy ya no es un árbol que la gente del campo plante en los ribazos de sus huertos. Ya no les resulta interesante, la verdad. Y es una verdadera pena por la cantidad de biodiversidad que genera a su alrededor, y especialmente de avifauna.

El almez Celtis australis es un árbol típico de la Región Mediterránea. Es frecuente en la península Ibérica, especialmente en el sur y este. Se ha discutido mucho sobre su origen pero actualmente se le considera como un árbol autóctono que ocupa sobre todo los ambientes ribereños de baja y media montaña. No obstante se ha plantado desde épocas antiguas en bancales y ribazos  por su aprovechamiento humano; incluso se ha llegado a asilvestrar en numerosas localidades del interior.

En concreto aquí en la Meseta de Requena-Utiel, como en otras tantas comarcas valencianas, se ha cultivado durante siglos para extraer su madera con la que se fabricaban un alto número de utensilios del campo: mangos de herramientas, azadas, horcas, hachas, bastones, varas para azotar a los olivos durante la cosecha, etc. De hecho en el contiguo Valle de Ayora la elaboración de productos de almez se convirtió en unas de las industrias más reconocidas y que más trabajo generaba entre sus habitantes hasta no hace muchas décadas.

Para suministrar las varas que luego se aprovechaban para la producción de todos esos aperos agrícolas se podaban los almeces de una manera característica dejando los troncos mochos a escasa altura del suelo para que suministraran las varas que después se utilizarían. Aún pueden verse en nuestros campos árboles mostrando esa fisonomía original muchos años después de su abandono.

Los hombres del campo también plantaban y cuidaban estos árboles para otros fines quizás más secundarios como el aprovechamiento de sus hojas y frutos en medicina (para rebajar la tensión arterial, depurar la sangre, cortar las diarreas, rebajar las inflamaciones hepáticas, entre otras aplicaciones); y de la madera para la fabricaciones de instrumentos musicales (flautas, tamboriles, o incluso gaitas), de juguetes (trompas y tirachinas, por ejemplo) o de otros enseres del día a día de un mundo rural que ya parece haber desaparecido por completo.

Almeces y picogordos. Cuántos picogordos habría en el pasado por estas tierras. Seguramente mucho más común en invernada que en la actualidad; y probablemente también durante la reproducción. Hoy los picogordos ibéricos se circunscriben casi exclusivamente a los mejores bosques de encinas y alcornoques de la península donde encuentran suficiente alimento para permanecer durante la época de cría. Seguramente la roturación de los montes comunales y dehesas principalmente durante los siglos XVIII y XIX afectarían negativamente a las más que posibles poblaciones reproductoras autóctonas de estos bellos pájaros. Siglos de encinas y almeces que se van alejando en el tiempo. Y con ellos, los picogordos.

  

Diciembre de 2018. Las cosas han cambiado mucho desde entonces. Y los paisajes también. Para ver picogordos hay que esperar que los fríos del norte los arrastren a estas latitudes. Y aunque este año, no parece que sea el mejor para los picogordos aquí, su búsqueda no deja de ser una buena excusa para encaminarse al monte. Vamos allá.

JAVIER ARMERO IRANZO

Dedicado a Víctor París y a Iván Moya por su amabilidad en la cesión de sus fotografías que enriquecen notablemente este texto.

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