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Cuaderno de Campo. La naturaleza en La Meseta de Requena-Utiel
Javier Armero Iranzo. 12 de abril de 2016

Acabamos de estrenar el mes de abril. La primavera se va desperezando de ese letargo invernal, que en realidad no ha sido tan evidente como en otras temporadas. Los días son más largos y la temperatura se va haciendo cada vez más agradable. Es un buen momento de ponernos nuestras botas de montaña, la mochila con la comida de picnic y una cantimplora; o una buena bota de vino de la tierra para el que quiera. Elegir un monte y pasar el día allí. Seguro que a todos en esta época nos hace falta pasar un día en contacto con la naturaleza. Es una experiencia gratificante que nos colmará de buenas sensaciones.

Y precisamente de monte vamos a hablar hoy; de uno de los más interesantes de todos los de nuestra geografía comarcal. De la segunda montaña más alta de La Meseta de Requena-Utiel: El Picarcho.

Sirva este Cuaderno de Campo para dar a conocer uno de los lugares más valiosos desde el punto de vista de la biota que allí se da y más desconocidos por el paisanaje local. Con la primavera recién estrenada propongo una visita que no defraudará a nuestros lectores, en especial a los excursionistas y a los amantes de la naturaleza en general.

El Picarcho es una montaña que se alza a 1.301 metros de altura sobre el nivel del mar. Solamente es superado en la comarca por la sierra del Negrete (Utiel), que en su punto más alto llega a los 1.310 metros. Por su parte la sierra del Tejo, techo del término municipal de Requena y tercera cota comarcal, tiene 1250 metros en su cumbre.

Si nos fijamos en la silueta de la comarca de Requena-Utiel, El Picarcho se localizaría en su extremo norte, en ese característico vértice muy apuntado que coronaría un contorno más o menos circular. En su punto más alto, El Picarcho, hace de límite para tres términos municipales: Sinarcas en su cara sur, dentro del ámbito administrativo de Requena-Utiel; Tuéjar, en sus sectores  oriental y septentrional, y perteneciente a la comarca de La Serranía; y Talayuelas, municipio de la provincia de Cuenca, que abarca toda la zona occidental y gran parte de su vertiente norte. Existe un cortafuegos que pasa por la cumbre y que marca claramente la parte valenciana y la conquense.

El Picarcho integra la sección más oriental de las sierras de Mira y Talayuelas. Presenta un perfil redondeado, y muy poco escarpado, a diferencia del otro gran monte de su entorno inmediato, el Pico Ranera, que sí presenta grandes cantiles en su cumbre y que por ello ofrece una silueta mucho más recortada y bien reconocible desde lejos.

La ascensión a la cumbre se puede acometer tanto por su vertiente norte, por el camino de Bercolón, como por la sur, viniendo del Campo de las Herrerías. En el primer caso, no hay senda que permita subir a lo más alto, no obstante la umbría que presenta el monte es realmente extraordinaria. No en balde está declarada como Microrreserva de Flora por la Generalitat Valenciana. Merece muchísimo la pena internarse en ella para descubrir unas formaciones vegetales realmente interesantes y que más tarde serán comentadas.

Es más fácil, sin lugar a dudas, alcanzar la cumbre por la parte sur. Hay un camino, que siguiendo el barranco del Mortero, va ascendiendo entre extensos pinares de rodeno y que zigzagueando supera la fuerte pendiente del final. Este acceso se toma desde los magníficos pinares del Campo de las Herrerías, junto a la pista forestal que une las localidades de Talayuelas y de Tuéjar. Estos parajes son muy transitados en otoño por los buscadores de setas, que atraídos por la abundancia de rebollones Lactarius deliciosus, acuden desde muchas localidades distintas. Pero ahora, en primavera, son otros los atractivos que hacen de estos pinares magníficos reclamos de vida silvestre. Veámoslos.

El principal valor natural de El Picarcho reside en su peculiar flora. Hay que decir que la diversidad botánica de este monte es muy diferente a la del resto de La Meseta de Requena-Utiel, y

ese es desde luego, su principal foco de atención. El Picarcho, tanto por la altitud a la que se encuentra, como por los suelos que presenta, ofrece unos condicionantes que permiten que existan unos taxones vegetales poco habituales en otros parajes comarcales. Si a ello le añadimos su situación geográfica, formando parte de un entramado de sierras ibéricas que irrumpen con fuerza en la Comunitat Valenciana, entenderemos el porqué de su peculiar formación florística. Son razones de peso para su catalogación como microrreserva de flora, tal y como ya se ha dicho, al menos en su vertiente norte.

En El Picarcho predominan los pinares de pino rodeno Pinus pinaster. Sobre este tipo de litología es la especie de pino más característica, a diferencia del carrasco Pinus halepensis, más habitual en suelos calizos. El pino rodeno, se diferencia de éste último por su tronco mucho más oscuro, así como por presentar sus acículas más largas y robustas y también de una tonalidad más sombría. Las piñas también son muy diferentes y llaman la atención por su gran tamaño y aspecto más cónico. Localmente se le conoce también por el nombre de pino resinero ya que de ellos se extrae mediante sangrado una resina muy apreciada  para la fabricación de pinturas y barnices, entre otros productos. En otro orden de cosas, la resina o trementina también se llega a utilizar como base de pomadas y ungüentos con los que se tratan el reuma o los dolores musculares, entre otras afecciones. No obstante, cada vez es menos habitual el aprovechamiento resinero en estos parajes forestales, y la presencia de recipientes semejantes a pequeñas macetas, tan común en otros tiempos en estos pinares es, hoy, prácticamente anecdótica.

El sotobosque de estos pinares está formado esencialmente por jarales y brezales. Concretamente existe una larga muestra de plantas de la familia de las cistáceas en la que domina por encima de otras la jara pringosa Cistus ladanifer, mucho más habitual en los cercanos montes de la provincia de Cuenca que en los de Valencia. En realidad esta jara tiene sus máximos poblacionales en la mitad occidental peninsular donde tapiza miles de hectáreas de sierras pobladas de alcornocales, aunque también de aquellos carrascales que crecen en suelos ácidos o pobres en bases. Es un arbusto de gran porte y que presenta unas flores blancas muy llamativas. Estas, de gran tamaño, tienen una manchita rojiza en la base de sus pétalos. Lo más característico de esta jara, y lo que le ha otorgado su nombre, es la presencia de un aceite especial en sus hojas llamado ládano que las hace muy pegajosas. Adentrarse estos días de primavera por medio de un jaral de esta especie es una experiencia magnífica en la que el olor que despide deja un recuerdo inolvidable de nuestra estancia en El Picarcho.

Formando parte de la orla arbustiva de los pinares, junto a las jaras pringosas, aparecen otras plantas características, de distribución escasa en la comarca y que merece la pena observar con detenimiento. Entre ellas hay que fijarse en dos tomillos singulares, Thymus mastichinia y Thymus leptophilus, y un cantueso, Lavanda stoechas ssp pedunculata, todos ellos también dotados de un perfume muy especial. Si por algo destaca el monte mediterráneo entre otros biomas de amplia distribución en el mundo es por la carga aromática que desprenden muchas de sus plantas. El Picarcho huele a monte mediterráneo por sus cuatro costados, y ahora en primavera más.

No quiero dejar de citar a otras jaras presentes en esta localidad y muy escasas en otras demarcaciones. En concreto a la jara de hoja de chopo Cistus populifolius y a la jara estepa Cistus laurifolius. Junto a ellas aparecen otras plantas de la familia de las ericáceas y también muy características de este monte. Son los brezos de escobas y boal Erica scoparia y Erica arborea, respectivamente, y la calluna Calluna vulgaris. También es necesario destacar dos plantas más que aparecen como prioritarias en la conservación del paraje: la retama negra o de escobas Cytisus scoparius ssp. scoparius y el sello de Salomón Polygonatum odoratum; y además, y  aunque bien distribuida por otros montes de cierta altitud en el ámbito comarcal, la densidad de gayubas Arctostaphylos uva-ursi que aparecen en El Picarcho es realmente considerable, tapizando con su presencia amplias zonas de las crestas y umbrías, principalmente.

Pero quizás, la especie que más llama la atención al visitante de esta montaña, por cuanto tiene de porte arbóreo, es un tipo de roble: el melojo o rebollo, Quercus pyrenaica. Se trata de un arbolillo de hoja marcescente que se distribuye tanto por la umbría, como por los pequeños roquedos de la propia cumbre. La marcescencia consiste en un retraso en la caída de las hojas de estos robles, quedando marchitas en el mismo árbol hasta la salida de unas nuevas en la primavera siguiente. El árbol, por tanto, conservará las hojas durante todo el invierno aunque estas estén muertas. Este hecho parece ser una estrategia de adaptación hacia unos climas mediterráneos pero que mantienen temperaturas muy frías durante el invierno.

Hay que recordar que la distribución del roble melojo es más bien propia de otras latitudes peninsulares y que su presencia en toda la provincia de Valencia se limita únicamente a algún enclave del Rincón de Ademuz y al monte protagonista del artículo de esta semana. Ello no hace más que otorgar más relevancia y personalidad a nuestro Picarcho. No obstante, hay muy pocos ejemplares de este arbolillo en la zona. Hay más, sin embargo, en el Pico Ranera (Talayuelas), a tan sólo doce kilómetros de distancia; pero aquello ya pertenece en su totalidad a la provincia de Cuenca.

El Picarcho no solamente tiene atractivo por su botánica singular. Hay otros valores naturales que enriquecen notablemente su biocenosis. Sería imposible citar en un artículo de estas características todos los taxones de vertebrados e invertebrados que se dan en esta montaña. Sin embargo me parece oportuno nombrar algunos reptiles muy habituales aquí como son las lagartijas ibéricas Podarcis hispanica o los lagartos ocelados Timon lepida que frecuentan las losas de piedra de la cumbre buscando ganar rápidamente calorías exponiendo sus cuerpos al sol. Y entre los mamíferos merece la pena destacar la presencia del corzo Capreolus capreolus, ya que sus laderas boscosas son ocupadas ya desde hace años por este pequeño cérvido, en franca expansión territorial y demográfica desde la Serranía de Cuenca en las últimas décadas.

Sin embargo, es el grupo de las aves el que más aporte numérico ofrece entre todos los vertebrados. Allí tuve la suerte de realizar un exhaustivo seguimiento ornitológico en las diferentes

estaciones del año sobre la pequeña superficie que ocupa la misma cumbre y su entorno inmediato. Para que nos podamos hacer una idea de lo rico de este paraje basta citar que en apenas un kilómetro cuadrado de monte pude contabilizar hasta 47 especies diferentes. La mayoría de ellas son realmente comunes y se presentan también en otras localidades, pero algunas otras que son realmente escasas a nivel comarcal son, sin embargo, habituales aquí. Y entre ellas destacan paseriformes forestales como el verderón serrano Carduelis citrinella, citado aquí tanto en otoño como en invierno, o el trepador azul Sitta europaea, pajarillo residente durante todo el año y que llega a criar en estos ambientes boscosos.

No son raras las aves rapaces, destacando las reproductoras como el gavilán Accipiter nisus o el búho real Bubo bubo,  entre otras.  Además por constituir una magnífica atalaya sobreelevada con respecto a los montes de su entorno El Picarcho supone un punto ideal para realizar el seguimiento de rapaces en migración en los meses adecuados en que muchas de estas aves se trasladan desde las localidades de cría a otras de invernada o viceversa. Así, es habitual observar especies en paso como culebreras Circaetus gallicus o abejeros europeos Pernis apivorus, incluso se han llegado a ver aves mucho más raras como águilas pescadoras Pandion haliaetus.

Además, cada vez es más habitual observar desde allí grupos de buitres leonados Gyps fulvus instalados en colonias de cría cercanas, bien en la provincia de Cuenca, o bien en el mismo municipio de Tuéjar en donde recientemente se ha comprobado su reproducción en los últimos años. Incluso puedo aportar la única cita que se tiene en los últimos tiempos en el ámbito comarcal de buitre negro Aegypius monachus, ya que tuve la suerte de avistar un ejemplar joven en dispersión en el Rincón de la Mina el 2 de mayo de 2004.

Termino este rápido repaso a los extraordinarios valores naturales que conforman esta magnífica montaña con las referencias que me acaban de dar mis buenos amigos y expertos naturalistas de Villargordo del Cabriel y Requena, Carlos Sáez y Toni López, respectivamente, en relación a unas minas situadas en el mismo Picarcho. En concreto, me comentan la localización de dos yacimientos geológicos de primer orden que yo no conocía, en sendos enclaves de la solana del monte. En uno de ellos se llegó a extraer oligisto, mineral apreciado por su alto contenido en hierro; y el otro aportó, mientras estaba en explotación, buena cantidad de baritina, mineral formado por sulfato de bario y utilizado como materia prima en la industria para distintos menesteres. Aquí, además no es raro dar con buenos ejemplares de goethita, un bonito mineral también de hierro dotado de colores oscuros u ocres y con iridisaciones y  brillos característicos.

Otro motivo más para visitar El Picarcho. Yo desde luego lo voy a hacer en cuanto pueda. Con sus jarales en flor, los melojos con las hojas verdes recién estrenadas, con los magníficos trinos de sus aves anunciando la primavera y con esos aromas a monte mediterráneo. Monte mediterráneo, monte mediterráneo, …

JAVIER ARMERO IRANZO

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