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Requena (04/01/18) LA BITÁCORA/JCPG

El teléfono móvil se ha convertido en elemento esencial de la civilización juvenil. Los chavales se acuestan y se levantan con él. Lo ponen a cargar en la mesilla de noche, para estar alerta, por si entra un wasap en cualquier instante de la noche. Desayunan con el teléfono en la mano. Repasan las redes con avidez, como llevados por una profunda ansiedad existencial. Lo necesitan para vivir. ¡Ay de los lugares que no tengan posibilidad de una red wifi! No los visitarán las nuevas generaciones.

El mundo ha cambiado. El móvil ha cambiado el mundo. Las cabinas telefónicas desaparecen. Aquellas colas para llamar desde una cabina son ya historia, una historia que queda en el recuerdo recóndito de quienes las protagonizamos. Una nueva urgencia, una nueva ansiedad se ha apoderado de los jóvenes. También de la generación más mayor: no perder ni uno sólo de los asuntos que tienen lugar a través de las redes.

El presidente francés Macron acaba de prohibir el uso del móvil en los centros educativos. Era una promesa presidencial. No sé si hubo algún francés que le dedicó su voto precisamente por este punto de su programa electoral. Quizás algún profesor derrengado de contemplar a sus alumnos perder el tiempo y las neuronas en el móvil.

Supongo que existirán datos al respecto, aunque no los tengo, pero imagino que las conversaciones telefónicas han debido de decaer al suelo mismo. Ahora lo que prima son los mensajes de diferente tipo. El orillamiento de la conversación es lo preocupante. Se entra entonces en un ensimismamiento considerable, en un bucle que tiene como protagonista a uno mismo. La semana pasada presentó Juan Vicente Piqueras un poemario acerca del narcisismo, al que tildó de la gran enfermedad de nuestra época. Ya se sabe que hay enfermedades y enfermedades. Esta del narcisimo es social, una afección del alma. ¿Tiene que ver el señorío del móvil con este narcisimo?
El móvil evita la relación humana directa. ¿Para qué llamarle? Basta con un simple wasap. Es probable que tengamos demasiados silencios que llenar. ¿Qué nos pasa? ¿No podemos salir a la calle a buscar simplemente a nuestros amigos? ¿Nos da miedo salir y no haber quedado con nadie?

El tema de los mensajes de móvil es tremendamente complejo. Para empezar, el carácter escueto de los mismos inclina a quien los utiliza hacia un esquematismo intelectual bastante acusado. ¿Nos estamos negando la posibilidad de crecimiento intelectual a través de la conversación cuando la sustituimos por un mensaje breve? Quizás pensamos que lo menos importante es pensar, porque realmente a veces da muchos problemas. Además el sistema de mensajería, la redes, permiten enviar mensajes intrascendentes, divertidos, acompañando el escueto texto de imágenes. No hablemos ya de las calidades de la escritura. Un sistema que se basa en el esquematismo tiende al esquematismo a la hora de escribir.

Lo más preocupante es el tema del pensamiento. Es decir, el soslayar el contacto personal reduce las posibilidades de una ampliación de posibilidades intelectuales a través de la conversación. Y esto, tratándose de los jóvenes, sí que es un tema preocupante. La otra cuestión es si es la política la que tiene que entrar en el detalle educativo de prohibir los móviles en las aulas. En las nuestras ya lo están. Sólo se pueden usar con fines educativos. Cuando se ha utilizado se ha hecho vulnerando las normas para filmar la humillación de profesores o los festines de los chavales en una clase donde el profesor hace tiempo que se jubiló de sus deberes.

La cuestión es cómo se utiliza el móvil. Si ayuda educativamente, perfecto; aunque este extremo es algo todavía en mantillas, pura especulación, fruto de experiencias concretas. Naturalmente estas experiencias nunca mencionan los aspectos negativos ni los chavales que han usado mal (entiéndase que en términos educativos) el móvil. En esto de la educación, el marketing y la venta también son importantes, aunque no se traduzcan en dinero sino en ciertos honores.

Para mí que las innovaciones educativas hay que tomarlas con precaución. Innovar por innovar carece de sentido. El móvil se ha introducido en las clases, controladamente; perfecto. Hacer de su uso el canal ideal del aprendizaje es absurdo: su esquematismo sistémico conduce a un esquematismo intelectual. La novedad debe juzgarse por su utilidad, y, en educación, la novedad es importante si es buena, si produce o facilita el aprendizaje.

En Los Ruices, a 3 de enero de 2018.

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