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Requena (30/05/17) . Cuaderno de Campo. La Naturaleza en la Meseta de Requena-Utiel
Javier Armero Iranzo /

Con la primavera bien avanzada apetece salir al monte a disfrutar de la floración de muchas de sus plantas. Además, con lo que ha llovido durante el pasado invierno y al inicio de la presente estación, el campo está realmente precioso esta temporada. El patrimonio vegetal de la comarca es amplio e interesante y las condiciones climáticas en la época en que estamos son las más adecuadas para realizar excursiones a los parajes de su geografía más sobresalientes desde el punto de vista botánico.

Por ello mismo se invita al lector a conocer uno de los tesoros más interesantes que la naturaleza de Requena-Utiel muestra tanto a los iniciados en el estudio de la biología como a los neófitos en la misma. Se trata de un listado de doce enclaves naturales donde habitan una serie de especies vegetales de la mayor importancia por su rareza: las Microrreservas de Flora de la Meseta de Requena-Utiel.

Para tratar convenientemente el tema se considera necesario distribuir la información en dos ensayos distintos; el de hoy mismo y el que aparecerá dentro de dos semanas. Y es que el asunto da para mucho  y merece la pena abordarlo con un mínimo de dedicación.

Lo primero que habría que explicar es qué es una microrreserva de flora, porque muy probablemente sea una figura de protección de la naturaleza que mucha gente quizás desconozca, al no tener el impacto mediático de otras como bien pudieran ser los propios parques nacionales o los parques naturales.

Una Microrreserva de Flora  es una zona de menos de 20 hectáreas de superficie que la Generalitat Valenciana declara a propuesta propia o de los propietarios del terreno, a fin de favorecer la conservación de las especies botánicas raras, endémicas o amenazadas, o las unidades de vegetación que las contienen.

Esencialmente ese sería el objetivo fundamental que persiguen aunque también sirven para otros importantes fines. Algunos de ellos son los de favorecer la conservación de los sustratos sobre los que crece la vegetación; conservar, individualmente o en conjunto, árboles monumentales o singulares que crecen sobre terrenos naturales; preservar recorridos botánicos didácticos para la enseñanza; y facilitar las reintroducciones o reforzamientos poblacionales de plantas amenazadas o en peligro de extinción; entre otros.

Fue en octubre de 1994 cuando el Gobierno Valenciano creó jurídicamente tales figuras de protección, y que eran desconocidas para otras comunidades autónomas. Se pretendía crear una red de terrenos donde estuvieran representadas, como mínimo, una población de cada una de las especies endémicas ibéricas valencianas, y más a largo plazo toda la flora singular (incluyendo las especies raras o amenazadas no endémicas) propias de ambientes naturales con el objetivo fundamental de asegurar su seguimiento científico y conservación.

Para una mejor comprensión y para contextualizar la importancia que tienen las microrreservas de flora de cara a la conservación de sus especies más valiosas, conviene, en un artículo de estas características, recordar al lector el concepto de endemismo.

Un endemismo vegetal es una especie de planta cuya distribución mundial se halla muy restringida. En este sentido cabe decir que la flora valenciana presenta nada menos que 345 endemismos, de los cuales al menos 127 son estrictamente valencianos y otros 218 son endemismos ibéricos que también están presentes en otras comunidades autónomas de su entorno (según datos de la propia Conselleria de Agricultura, Medio Ambiente, Cambio Climático y Desarrollo Rural). Es una cifra ciertamente muy alta ya que supone algo más de un 11% de las más de 3.000 especies de plantas vasculares que habitan en la Comunitat Valenciana. No olvidemos que nuestra comunidad autónoma es una de las regiones a nivel europeo con mayor riqueza en este tipo de singularidades vegetales.

Las especies endémicas son exclusivas de un territorio y no existen en otros lugares del planeta. Muchas veces han llegado a nuestros días como parte relíctica de paisajes vegetales más frecuentes en el pasado y que hoy apenas tienen representación. Muchas veces han quedado recluidas en zonas muy concretas y especiales con unas condiciones de suelo o de climatología determinada, y que lógicamente, necesitan de una protección absoluta.

Estas microrreservas deben servir para desarrollar proyectos de conservación activa como son el de manejo de hábitats, censos de poblaciones de especies singulares o reforzamiento de las mismas, que repercutan positivamente en su viabilidad futura.

Han pasado ya casi 23 años de aquello y, a día de hoy, se han declarado 307 microrreservas de flora repartidas por las tres provincias de la Comunitat Valenciana, afectando a un total de 2.336 hectáreas de superficie, y a decenas de especies de su flora más singular y amenazada. Además, la red de microrreservas da cobijo a una muy buena representación de todos los hábitats prioritarios de la Directiva de Hábitats (92/43/CEE) presentes en la Comunitat Valenciana.

Además ha facilitado el desarrollo de muchos  proyectos de investigación aplicada y ha ayudado a establecer una red de infraestructuras de conservación ex situ como son los viveros de flora amenazada o los bancos de germoplasma.

Otro aspecto positivo de esta red de microespacios es, sin lugar a dudas, el potencial que presenta de cara a la didáctica de los procesos naturales para las gentes que viven en su cercanía.  La sensibilización ambiental y el fomento de valores de admiración y respeto hacia el medio natural pueden ser trabajados convenientemente por las estrategias locales de desarrollo sostenible.

Y precisamente en esa tesitura pretendo dar a conocer a los lectores de la presente revista su existencia en la Meseta de Requena-Utiel. Tenemos 12 microrreservas de flora en la comarca; 12 buenas excusas para salir al campo estos días y conocer de primera mano localidades muy interesantes, ya no sólo por su valiosa flora sino también por sus paisajes privilegiados. Vamos a conocerlas; pero siempre teniendo en cuenta que son lugares muy delicados y con especies en grave peligro de desaparición, por lo que la actitud de respeto hacia ellas y hacia el entorno ha de ser máxima.

Empezaremos citando a aquellas que ocupan parcelas en algunas de nuestras montañas más emblemáticas y que caracterizan un tipo de vegetación ciertamente interesante y relegada ya a unos pocos enclaves. Serían los casos de El Molón en Camporrobles, de Las Callejuelas en el Pico del Tejo (Requena), y del Pico Ropé y la Fuente de la Puerca, ambas en el término municipal de Chera.

La Microrreserva de Flora de El Molón se localiza prácticamente en la cima del mismo monte y en su parte de umbría, y ocupa una superficie aproximada de 3 hectáreas. El Molón es un hito geográfico especialmente característico del municipio de Camporrobles que hace frontera con el término de Mira, ya en la provincia de Cuenca.

Con sus 1.100 metros de altura presenta unas condiciones climáticas continentales que lo sitúan en el piso bioclimático mesomediterráneo superior. Ello, y junto con la abrupta orografía del terreno, en el que aparecen unos roquedos calizos de cumbre que rompen bruscamente las laderas, permite la existencia de una comunidad vegetal muy interesante.

Así, destaca la presencia de una planta sin flores; un helecho ciertamente peculiar, y que apenas queda relegado a unos pocos enclaves húmedos de la provincia. Se trata de la lengua de ciervo Phyllitis scolopendrium. Curiosamente habita en el interior de una sima (El Pozo de los Moros) que funcionó de aljibe durante la ocupación del paraje en época íbera y que cuenta con un microclima muy apropiado para la supervivencia de la especie.

La cohorte de plantas rupícolas que crecen en los cantiles es realmente llamativa. Aparecen ejemplares de familias botánicas tan diferentes como el té de roca Jasonia glutinosa, el tomillo amargo de roca Teucrium thymifolium, la pimpinela Pimpinella tragium ssp litophila, la polígala de las rocas Polygala rupestris, los zapatitos de la virgen Sarcocapnos eneaphylla. En El Molón también habitan arbustos más propios de otras latitudes y que crecen entre los resquicios de terrenos escarpados como el pudio achaparrado Rhamnus pumilus o el espino cerval  Rhamnus saxatilis, entre otros.

Plantas como la globularia valenciana Globularia vulgaris ssp. valentina, la aliaga enana Genista rigidissima o la Erysimum gomezcampoi, así como los interesantes pastizales compuestos por Armeria filicaulis o las linarias de las especies aeruginea y oblongifolia ssp. aragonensis, aportan más valor, si cabe, a la localidad.

Otra montaña carismática de la geografía comarcal es el pico del Tejo, al noreste del término municipal de Requena. Allí, en un paraje quebrado también a 1.100 metros de altura perteneciente a la Generalitat Valenciana, y a poca distancia de la cumbre aparece la Microrreserva de Flora de las Callejuelas de unas 4,4 hectáreas de superficie. En concreto se localiza en un peñón calizo justo por encima de unas curvas pronunciadas que hace el camino que sube desde la Casa de La Roja. Allí se dan las condiciones óptimas para que se conserven una serie de plantas del mayor interés a nivel provincial por su acusada rareza.

Entre ellas destaca una que le da el nombre a la propia sierra: el tejo Taxus baccata. Verdadera reliquia propia de otros tiempos en que el clima era más frío y húmedo, el tejo apenas mantiene aún cuatro ejemplares al amparo de un modesto roquedo encarado al norte. Últimos supervivientes, junto con otros tres que hay bajo la misma cima, de aprovechamientos ancestrales de madera y del ramoneo secular de cabras domésticas y sobre todo, de la virulencia de tantos incendios que ha soportado esta sierra en su historia reciente; el último el del mes de julio de 1994, de triste recuerdo para los requenenses.

Junto a los tejos, otros árboles de la flora montana se aferran a la vida y a la recuperación de lo que en su día fue un valioso bosque: unos pocos mostajos Sorbus aria, arces Acer granatense y, quejigos Quercus faginea. Restos de un pasado mejor, sin lugar a dudas.

Merece la pena también citar a otros taxones que, no por ser de menor tamaño tienen menos importancia. Entre ellas aparece un arbusto rastrero de distribución muy localizada llamado sanguina Prunus prostrata y también plantas habituales en terrenos escarpados como la Saxifraga cossoniana o la pendeja Hormatophylla spinosa, entre otras, y que son de conservación prioritaria aquí.

Por último merece la pena citar la excelente comunidad de helechos que las numerosas grietas y fisuras que las paredes calizas les proporcionan. Así, por ejemplo, en una excursión realizada allí mismo hace unos pocos días con los expertos naturalistas comarcales Iván Moya, Juanjo García y Pablo Ruiz pude comprobar cómo en apenas unos metros cuadrados de roca crecían hasta cinco especies diferentes buscando la humedad y el refugio que necesitan para vivir: Asplenium trichomanes, Asplenium fontanum, Asplenium ruta-muraria, Ceterach officinarum y Polipodium cambricum.

Ya en el término de Chera, unos pocos kilómetros más al noreste, existen otras dos microrreservas de flora de características muy similares a las descritas. Una de ellas se localiza en la misma cumbre del pico Ropé, otro hito geográfico de la mayor relevancia comarcal., y que también ronda los 1.100 metros sobre el nivel del mar.

Con una interesante orientación noreste sus 4,74 hectáreas constituyen un verdadero jardín botánico ideal para estudiar la flora y vegetación de una localidad a caballo entre las bondades climáticas de sus laderas, y los fríos y vientos intensos de la propia cima. Si a ello le añadimos su complicada orografía, donde el roquedo y sus derrubios dominan el sustrato, la complejidad de su biocenosis es realmente reseñable.

Otra vez el tejo es  la especie arbórea más valiosa. Habita la misma base del cantil y cuenta con unos pocos pies. Entre ellos también se detectan algunos arces y quejigos,  aportando el paraje cierta similitud con la microrreserva descrita en el pico del Tejo.

El estrato arbustivo de esta pequeña tejera cuenta con plantas tan interesantes como el ononis de hoja rosa Ononis aragonensis, el guillomo Amelanchier ovalis o una planta rastrera característica de las altas montañas mediterráneas, la gayuba Actostaphyllos uva-ursi.

Formando parte del pastizal que crece entre los pinos rodenos Pinus pinaster de la zona aparecen dos endemismos iberolevantinos sobresalientes la linaria Linaria repens ssp. blanca y la boca de dragón Antirrhinum barrelieri ssp. litigiosum. Y ya en los espectaculares paredones se pueden localizar plantas típicas de ecología rupícola como la rara lechuga de roca Hieracium loscosianum, entre otras muchas.

Y por último, una de las microrreservas de flora más bonitas desde el punto de vista paisajístico; la que se halla situada en la conocida Fuente de la Puerca, también en Chera. Como en el caso anterior, la parcela es de propiedad municipal y se halla situada en la ladera norte de El Burgal.  Sus 16 hectáreas de superficie presentan una riquísima representación de flora de montaña, especialmente de aquella que crece al amparo de unas condiciones características de umbría.

Como especies arbóreas prioritarias de cara a su protección destacan las mismas que se han citado en Las Callejuelas o en el Ropé.  Hay otra tejeda con ejemplares, en este caso, de mayor porte que en esas localidades; así como viejos y retorcidos arces y numerosos quejigos. Precisamente el quejigal que crece en las partes altas de El Burgal es una de las más extensas y mejor conservadas de toda la comarca y digna de consideración.

Son muchas las especies de interés que se pueden observar aquí. Así, se pueden citar por ejemplo a la hiniesta borde Cytisus heterochrous, la cincoenrama Potentilla caulescens, el boj Buxus sempervires, entre otras. Pero, es en la época en que estamos ahora cuando llama mucho la atención una florecilla de vistosos pétalos y que se encuentra en plena floración asociada a los pastizales pedregosos de ladera: se trata de la bonita guisantera de pastor Lathyrus tremolsianus.

Precioso el paraje de la Fuente de la Puerca; con unas vistas increíbles hacia la fosa tectónica de Chera. Después de una enriquecedora y agotadora jornada de campo bien merece la pena un refrescante descanso junto al manantial para poder interpretar con tranquilidad el tremendo patrimonio vegetal que ofrecen estas montañas.

Las Microrreservas de Flora de la Meseta de Requena-Utiel. Apenas hemos analizado cuatro de ellas, y con escasa profundidad, ya que los inventarios florísticos de cada una de ellas son realmente largos y complejos.

Cada una de ellas merece, desde luego, un capítulo exclusivo. Y aún nos quedan por describir ocho más. Pero eso ya será en el próximo Cuaderno de Campo.

Aprovechen esta quincena para conocer de primera mano alguna de ellas.

JAVIER ARMERO IRANZO

Dedicado a mis amigos botánicos Iván Moya y Víctor París por esa maravillosa pasión que transmiten por las plantas, así como a todas aquellas personas que con su trabajo e ilusión hicieron posible la creación, ampliación y conservación de la Red de Microrreservas de Flora de la Comunitat Valenciana.

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