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Requena (17/07/17) .Cuaderno de Campo. La Naturaleza en la Meseta de Requena-Utiel Javier Armero Iranzo

El presente artículo es continuación del ensayo que se publicó el pasado 27 de junio sobre una de las aves más conocidas de nuestra fauna urbana: el avión común, Delichon urbicum.

En aquel Cuaderno de Campo se describía, no sin admiración, la interesante biología que caracteriza a este bonito pájaro y que de alguna manera llega a conectar a los ciudadanos con lo silvestre, con lo montaraz, pero a pie de calle; a las puertas de sus confortables viviendas.

Estamos acostumbrados a ver a los aviones sobrevolando nuestro entorno más inmediato, y quizás merezca la pena apuntar algún aspecto más sobre su presencia a nivel comarcal y sobre todo, sobre su problemática de conservación.

El avión común es una especie bien distribuida en la Meseta de Requena-Utiel ya que llega a nidificar en la práctica totalidad de sus aldeas y poblaciones de cada uno de sus municipios. Además, y como ya se ha comentado, también existen colonias de aves instaladas en sus grandes cantiles. En concreto se conocen localidades de cría en los desfiladeros fluviales del Cabriel, del Magro y del Reatillo, algunos de ellos con decenas y decenas de parejas reproductoras.

Sin embargo, presenta varias afecciones negativas de origen humano que condicionan seriamente su continuidad futura. Principalmente hay que citar dos de ellas por su especial incidencia en las poblaciones locales de aviones. Por un lado el efecto del uso de productos químicos en el campo que hacen disminuir la densidad de sus especies-presa. Y por otro, y quizás más evidente, la destrucción intencionada que muchos vecinos hacen de sus nidos argumentando el ensuciamiento por excrementos de las fachadas o de sus aceras.

En tantos años de naturalismo de campo he encontrado decenas de ejemplos sobre despropósitos efectuados en las colonias de cría que me han hecho sufrir. Por lo desproporcionado de lo hecho y por la ignorancia que subyace en ello. Por destacar alguna puedo citar la eliminación por completo de una de las mayores colonias conocidas en nuestra comarca hace apenas unos años. Estaba en Casas de Eufemia (Requena) y se componía de al menos 97 nidos activos que se situaban en un caserón destacado de la aldea. Al efectuar unas obras de reparación se eliminaron sin más; y podían haber sido ser respetados sin afectar a la remodelación del edificio. Aquella colonia era tan valiosa que, incluso, un equipo de televisión del entonces canal autonómico de Radio Televisión Valenciana vino a hacer un reportaje sobre ella. Años después desapareció; y la aldea perdió gran parte de su encanto y vivacidad. Una pena.

En este sentido, cabe decir que la eliminación de nidos es una práctica que se debería reconsiderar por el papel benefactor del avión común que se ha subrayado aquí en el presente escrito. Hay que recordar al ciudadano que el avión común es una especie protegida por la ley y de la cual tampoco se pueden destruir ni dañar sus nidos. Ojalá la lectura del capítulo de hoy del Cuaderno de Campo influya positivamente en la mentalidad de los ciudadanos. Estoy seguro de ello.

La sensibilización y la educación ambiental son herramientas fundamentales para garantizar un mejor medio ambiente. Y si así se lo transmitimos a los niños, nuestros más jóvenes vecinos, mucho mejor. Nos aseguraremos el futuro.

Y con esa convicción acompañé hace unos días a un grupo de chiquillos de la pedanía de El Pontón (Requena) a censar su población de avión común. Fuimos recorriendo las calles e identificando todos y cada uno de los nidos activos de la aldea. He de reconocer que disfruté del descubrimiento que ello suponía en los niños y lo bien que se lo pasaron con la observación de las aves.

Llegamos contentos a casa, la verdad. Creo que algo les quedó de la actividad para el recuerdo. Por cierto contamos un total de 94 nidos; de los cuales nada menos que 82 estaban siendo ocupados por los aviones. Descubrimos un caserón con una colonia activa compuesta por 32 nidos, unos al lado de los otros, y dos colonias menores en otras viviendas: una de 13 nidos y otra de 7. El resto de nidos encontrados estaban o bien solitarios o bien en grupitos de menor número. Excelentes resultados que esperemos que se mantengan, o incluso se incrementen de cara al futuro.

Siento que la especie humana cada vez está más desconectada de la naturaleza. El campo, el monte, y el medio natural en definitiva parecen que cada vez estén más alejados de nuestras vidas. Ya los niños no sienten el fragor de lo natural; y de eso, por mi trabajo, doy fe día tras día. Algo que me duele…, y me preocupa.

Hace unos días pude leer una carta publicada en el número de junio de la revista Quercus, queridísima publicación decana de la prensa ambiental, en la que no puedo estar más identificado con la exposición de su autor, Rogelio Luque. Lleva por título ¿Cómo conectaremos emocionalmente con la naturaleza?

Trata la paradoja que hay en el ambientalismo actual en cuanto a la relación de las personas con la naturaleza. Por una parte por la sensación de pesimismo, o catastrofismo, que se desprende del mensaje sobre la destrucción o deterioro del medio ambiente; y que desde luego considero necesario transmitir lo más objetivamente posible a una sociedad que en la mayoría de los casos desconoce el lamentable estado del panorama actual.

Pero por otro lado, hay quien trata de que las personas, de alguna manera, lleguen a “conectar” con la propia naturaleza. Y es que, y reproduzco textualmente la opinión del autor “sin esa conexión no será posible motivar a la sociedad para que elija modos de vida más ecológicos”. Y llega a citar al mismísimo sir David Attenborugh, extraordinaria figura de la comunicación ambiental, famoso por sus excelentes reportajes cinematográficos sobre el medio natural y reconocido por tantos y tantos premios internacionales (entre ellos nuestro prestigioso galardón Príncipe de Asturias; en este caso, de las Ciencias Sociales): “Nadie va a proteger algo que no le importa y a nadie le va a importar nada que nunca haya experimentado”.

Y es que, y no puedo estar más de acuerdo en ello, “las personas tienden a desarrollar comportamientos sostenibles si existen motivaciones personales en ello; incluso más que apelando a la razón”.

La cara de los niños observando las evoluciones de las distintas parejas de aviones en El Pontón entrando y saliendo de los nidos para cebar a los pollos lo decía todo. “Un nido aquí; otro allá.”

“Mira, ese avión lleva un insecto en el pico. Mira, ese también; y otro más allá.” “¡Ostras! esta colonia no la conocíamos; hay muchos nidos aquí”

“Qué bien vuelan; y qué bonitos son.”
Emociones. Motivaciones.
Para mí el avión común es un ave que me transmite paz. Relajación. Tranquilidad. Y no es abusar del léxico, sino realidad.

Puedo pasar mucho tiempo abstraído en sus rutinarias idas y venidas a los nidos, sentado cómodamente en mi casa o las puertas de la misma. Y tras una pesada jornada de trabajo, la contemplación de sus elegantes siluetas sobre el fondo azul del cielo en busca del rico plancton aéreo me llena de tal manera que soy capaz de desconectar de todas aquellas incomodidades, prisas y nervios acumulados al acabar la jornada. Alguien diría que son momentos terapéuticos; pues sí, lo son.

Qué bonitos son los aviones. Y qué suerte tenerlos cerca. Su dinamismo llena de actividad y vida las aldeas, los pueblos, e incluso las ciudades; y eso en los tiempos que corren no son palabras vanas.

Mi buen amigo Roque Belenguer me contaba no hace mucho su reciente experiencia con los aviones comunes en la localidad donde él reside, Sant Joan d’Alacant. Maravillado por la belleza de estas aves, pero preocupado por su escasez y por los problemas de conservación que estaban teniendo en el municipio, planteó en su día al ayuntamiento un proyecto de sensibilización ciudadana y de recuperación de sus poblaciones. Iniciativa que ha sido respaldada por el consistorio y que está llevando con notable éxito en la presente temporada.

Así, el ayuntamiento ha decidido frenar el declive numérico de la especie mediante  actuaciones realmente dignas de dar a conocer. Por un lado, la colocación de nidales artificiales para reforzar algunas colonias y ayudar a su conservación. Y por otro, la creación de puntos de facilitación de barro en las inmediaciones de los nidos (esto, como me decía Roque, supone una acción pionera en España).

Además, una actuación fundamental en la que está trabajando es la facilitación a los propietarios de las viviendas con nidos en sus fachadas de información y asesoramiento para evitar molestias y la desaparición de parejas reproductoras.

Y otra de las actividades que está llevando a cabo allí en Sant Joan es la participación escolar en el censo de aviones comunes del municipio, con charlas de educación ambiental para concienciar a los chavales, y que puedan transmitir luego a sus padres y familiares. Allí como en El Pontón, y en realidad en cualquier localidad, trabajar con los niños es ganar el futuro.

Ojalá iniciativas como ésta, todavía excepcionales a nivel valenciano, se extiendan a lo largo y ancho de nuestra geografía. El avión común merece esa atención. Su belleza, su plasticidad, su utilidad y su conexión con la vida salvaje, tan apartada del ser humano actual, ponen de manifiesto una importancia que muy pocas veces se le da.

Nuestro vecino: el avión común. Un orgullo tenerlo cerca.

La vida, delante de ustedes. Hombre-naturaleza, naturaleza-hombre; un nuevo camino se dibuja en el horizonte. Recorrámoslo con emoción.

Observen, admiren y respeten al avión común,… y conecten con la naturaleza.

 

JAVIER ARMERO IRANZO

Comparte: Mi querido vecino: el Avión Común (II)