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01/05//2020 – PVH.

Cómo nos la han pegado. Uno piensa que vive en un país donde los derechos están garantizados tanto como las obligaciones, donde el periodismo solo se tiene que ocupar de los recovecos y los pliegues que genera un sistema de Gobierno imperfecto y de vigilar un poder que es laxo con el poderoso y exigente con las clases obreras, para que no se desmadre y genere más desigualdad. Pero de la noche a la mañana, un miserable virus deja al descubierto toda la podredumbre de una administración caótica y de una sociedad española ciega y acomodada en un bienestar, tan frágil como vulnerable, que aplaude con incertidumbre sumisa todos los días, a las ocho desde los balcones, para que alguien le reembolse su libertad.

Soy periodista porque siempre me he cuestionado al fuerte, porque hay líneas que nadie debe sobrepasar, porque la historia de la humanidad es la historia de la injusticia y la desigualdad, porque creo en las personas y desconfío del político, porque nada dura para siempre y la vida es muy corta y un bien demasiado precioso como para que te la arrebaten, pero sobre todo, porque la verdad hay que contarla, para no ser ignorantes, para estar a salvo del mal, para que nadie juzgue sin conocer la verdad, a pesar de sus mil caras, y la verdad de esta Pandemia es triste y macabra, llena de despropósitos, abusos y mentiras que dejan claro que no somos lo que pensábamos.

Los acontecimientos nos han sobrepasado de tal manera, que es inevitable sentir vergüenza ajena al escuchar declaraciones repetitivas de mentiras encadenadas en discursos interminables (respiradores, mascarillas, guantes, epis, test … ), planes trazados con premeditación y alevosía para esconder la evidencia de la falta de protección, las realidades incómodas que no les conviene mostrar, una manipulación de la información que las personas necesitamos para estar a salvo, la información que nos hace libres y nos acerca a la verdad de lo que pasa, que no está adulterada por intereses económicos y partidistas. Siento vergüenza ajena al ver a nuestra primera línea de políticos escondiéndose tras excusas exculpatorias que intentan minimizar el fatal golpe de sus errores, de su negligencia y su incapacidad, lejos de reconocer nada ni de disculparse por nada.

Pero esto pasará, y nada saldrá bien, y quedaremos brutalmente marcados para el resto de nuestras vidas, y toda la suciedad que estaba escondida y ha aflorado con esta Pandemia permanecerá, y la observaremos con un simple giro de cabeza, plenamente conscientes entonces de que la realidad no es la que pensábamos, de nuestra propia fragilidad y necedad al haberlo consentido. Será en ese momento, más adelante, cuando tendremos que afrontar la maldita realidad de los miles y miles de españoles muertos, “en realidad” muchos más de los que dicen, que nuestro Gobierno olvidó y un sistema sanitario desbordado y sin medios no nos pudo devolver, porque no estaba preparado, porque a ellos también les engañaron, porque nos la han pegado pero bien, vendiéndonos humo a precio de oro y miseria a cambio de vidas. No, no los protegieron a tiempo pensando en sus propios intereses, en dedicar el dinero a otras cosas, tratándolos como números en sus comparecencias y mintiendo para justificarse, sin una miserable corbata negra. Ya falta menos para el momento de ajustar cuentas con quien tenía la obligación de protegerlos y no lo hizo porque estaba en otra cosa. Aquellos a los que les entregamos un cheque en blanco y lo gastaron en protegerse ellos, quedarán retratados y en evidencia y lo pagarán, vaya que si lo pagarán …

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