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La Bitácora // JCPG

Creo que fue Schumpeter el que escribió aquello sobre la hermosura de lo minúsculo. Le voy a dar la razón, en lugar de quitársela, aún a sabiendas de que él hacía referencia a los económico y yo, bajo mi perspectiva, a aun asunto más global. Se trata de la perspectiva micro, el punto de vista que nos permite ahondar en lo local, en aquello que es propio de nuestro terruño.

Será este sábado cuando se presentará el último libro de Juan Piqueras. 20 de julio, a las 7 de la tarde en las Escuelas de San Juan.

Se dijo durante mucho tiempo que esto era subrayar en demasía la relevancia de nuestro campanario, la exaltación de lo propio hasta los límites del absurdo; y más que llegar al absurdo, se podía incurrir con este proceder en el rechazo de lo ajeno y en una excesiva ceguera con respecto a lo exterior al sujeto. En las recientes oposiciones de profesor de geografía e historia en secundaria, uno de los ejercicios prácticos requería a los aspirantes resolver una práctica de arte donde las imágenes correspondían a diversos objetos artísticos valencianos; de paso, me permito la licencia de comentar que, como es natural –y esto es una desgracia- resulta imposible que salga ningún monumento de nuestra comarca, por razones obvias. No estará ni una iglesia de Requena ni la bellísima iglesia de Utiel. Antes, entrará un objeto bizantino o vete a saber de qué otro arte. Pues ya se sabe que carecemos de cierta patente.

Volvamos a lo nuestro. Las discusiones acerca de la globalización han supuesto también una revitalización de las perspectivas locales. Ya conocemos el cenagal que al respecto nos inunda. El escenario local vuelve con fuerza. Está claro que refleja un impulso identitario y, al mismo tiempo, lo potencia y refuerza. En los tiempos en que vivimos, la identidad parece ser el núcleo motor de voluntades individuales y colectivas.

Me atrevería a afirmar que nuestra comarca vive en una complaciente autoconciencia hueca y frágil. Hueca porque, aparentemente, está conformada por el tono castellanista de su vieja tradición cultural. Frágil porque es minoritaria y porque su fuerza ante la potente identidad nacionalista se refleja en golpes como los que reiteradamente se asestan contra la Denominación de Origen.

En estas circunstancias, existe luz, y muy potente. Tiene que ver con las iniciativas en el mundo de la viña y el vino. No puede desconocerse un proceso de renovación puntero en la producción. Sé que todo esto tiene sus perfiles de debilidad, pero no hay que menospreciarlo. Por otra parte, es el terreno cultural el que vive un tiempo dorado. Exposiciones, conferencias, presentaciones de libros, son el exponente más evidente de esta vitalidad cultural. No es moco de pavo para una mentalidad cultural que valora lo urbano, mientras que reduce lo rural a lo atrasado, lento, arcaico, trabajoso, pobre, viejo y aburrido.

Nos enfrentamos a una nueva frontera. Nada tiene que ver su significado con el aire kennediano que rezuma esta expresión. Más bien diría que es un tiempo nuevo plagado de peligros, incertidumbres y retos de enorme calado. Toda lo que gira en torno a la despoblación tiene que ser tomado con gran seriedad. Aquí se encierran tantos peligros que, de no empezar a actuar, el problema se va agrandando día a día. Durante algún tiempo, la cuestión estuvo en el candelero, en las primeras planas de la prensa, abrió noticiarios, y la manifestación de marzo tuvo un profundo significado histórico. Sin embargo, la fragilidad política en la que estamos inmersos no hace sino cubrir con una espesa cortina el delicado problama de la despoblación de las áreas rurales. Aquí está esa nueva frontera. Como se poblaron hace siglos, o quizás no tanto, muchos pueblos y aldeas se despueblan. La diferencia: repoblación huele a positivo, a puro optimismo; despoblación es un término bastante más sombrío.

En los últimos años, la realidad evidente de la debilitación demográfica, de la mismísima sombra de la desaparición, encuentra en algunos trabajos locales un proceso de apuntalamiento y recuperación. Es en toda regla una titánica tarea de rehabilitación de una obra histórica: la configuración de la red de pueblos y aldeas que configuran la comarca de Requena y Utiel. Para hablar en los términos del geógrafo que ha inspirado estas páginas, es decir, Juan Piqueras, la Meseta de Requena-Utiel.

Piqueras, con una sólida carrera investigadora y docente, respaldada por solventes reconocimientos internacionales y nacionales, está logrando recuperar la memoria constitutiva, formativa, de pueblos y aldeas de la meseta. Los ha ubicado dentro de los grandes procesos de crecimiento y colonización que arrancan con 1700.

El procedimiento metodológico de Piqueras es concienzudo y pegado a las fuentes documentales. El Archivo Municipal de Requena es un apoyo clave en su labor. Pero al mismo tiempo patea con rigor cada milímetro de la tierra. Alguien dijo hace algún tiempo que Juan Piqueras llevaba cada milímetro de esta tierra en la cabeza; creo que ya podemos decir que también guarda en su cabeza a los protagonistas de su historia: seres humanos que la han labrado secularmente.

Reconstrucción de familias. Tomar poblaciones, reconstruir trayectorias familiares, terrenos y explotaciones agro-ganaderas que llevaron adelante. Un sistema impecable. Una recuperación de la identidad inmejorable. Un sitema de trabajo necesario, pues para muchos no enterados puede parecerles que la realidad del hoy de la Meseta es la que ha sido durante mucho tiempo. Y esto no es así. Lo que vivimos hoy es el proceso de llegada de un proceso histórico mayor.

A poco andar, nos damos cuenta que el ceñirse a pueblos y aldeas tiene sus limitaciones, pero no cabe duda que es necesario parcelar el tema para poder investigar, profundizar y encontrar explicaciones adecuadas. Algún día esta cartografía micro conducirá a su lógica desembocadura: una macrocartografía de la geografía y la historia de la Meseta.

Los trabajos de Piqueras están esencialmente dirigidos al desvelamiento de una realidad geográfica, pero, de modo inevitable, tienen que tener en cuenta al actor clave de la transformación geográfica: el ser humano, a veces el pionero que sacó adelante una tierra y la convirtió en tierra capaz de producir.

La estela de las identidades prosigue su curso. En la labor de Piqueras, sin embargo, no hay esa construcción de una realidad nueva y ficticia que otras publicaciones persiguen. Aquí hay chicha, fundamento histórico y humano. Es probable que en este terreno, el de la conformación de la tierra, de la explotación de la tierra, se encuentre la auténtica identidad de esta comarca.

Este sábado presenta una nuevo libro. Ahora sobre la Vega, para completar la imagen que nos proporcionó de San Antonio. Será una obra importante, tanto por quién la escribe como por la realidad a la que se refiere: el área del Magro es, quizás, el núcleo generador de buena parte de las fuerzas históricas que han actuado en la comarca.

¿Alguien duda de que lo que está haciendo Juan Piqueras es una cuestión de justicia histórica?

En Los Ruices, a 24 de julio de 2019.

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