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Requena (28/06/19) La Bitácora/JCPG

La joven lectora del pintor Fragonard permanece imbuida por el libro que la ha cautivado. El siglo de las Luces siente pasión por la lectura; y pasión por la mujer lectora.

Voy en el metro y me pongo a leer. Da igual el qué. Lo importante es pasar el rato. Lo hago desde siempre. A veces levanto la cabeza para ver a aquel tipo que, aún estando de pie, agarrado con una mano al lateral del metro, decide dormirse. Contemplo a aquel señor que, ya bien temprano, llega de comprar el pan.

Lectura de la tragedia de Voltaire: «El huérfano de China», en el salón de Madame Geoffrin en 1755, Gabriel Lemonnier (1812). Fuente: Wikipedia.

El verano es propicio a la lectura. Lo importante es leer lo que a uno le atrae. Nada más. Así de simple. He visto lectores miserables, tirados en las aceras pidiendo para comer. Siente uno una cierta curiosidad por estos pobres lectores. Parece que la simpleza de las incógnitas surge de inmediato: ¿cómo se explica que un lector sea pobre? Pues vaya estupidez de pregunta. Nada impide que la otra se desarrolle.

Todo el mundo la ha practicado. Incluso la Virgen y los seres santos adyacentes a su persona.

Murillo presenta aquí a Santa Ana enseñando a leer a la Virgen. Todo el mundo ha de aprender, incluso María. El gran Murillo, muerto anciano al caer de un andamio, reta aquí a los grandes pintores de la historia. No tuvo la suerte de otros, pues pasó la vida en su Sevilla, trabajando para la clientela eclesial del puerto de Indias.

Botticelli también incidió en el tema de la Virgen y la lectura. Es un tema permanente en la historia de la pintura del cristianismo.

La Virgen de Botticelli enseña y entretiene al Niño con los libros.

“El suceso más divertido en la imprenta de Jacques Vincent, según un obrero que lo presenció, fue una escandalosa matanza de gatos. El obrero, Nicolas Contat, lo contó al relatar su vida de aprendiz en el taller, situado en la calle Saint-Séverin, en París, durante la década de 1730. Explicó que la vida del aprendiz era dura. Había dos aprendices: Jerome, que es el nombre con el que aparece Contat en su relato novelado, y Léveillé. Ambos dormían en un cuarto helado y sucio, se levantaban antes del amanecer, todo el día hacían mandados, trataban de eludir los insultos de los obreros y el maltrato del patrón, y sólo recibían como paga las sobras de la comida. Esto les parecía especialmente odioso. En vez de comer en la mesa con el patrón, sólo les daban las sobras de su plato en la cocina. Peor aún, la cocinera vendía en secreto los restos de la comida y les daba a los muchachos alimento para gatos: carne vieja y podrida que no podían tragar, y que ellos devolvían a los gatos, mismos que la rechazaban.” Este fragmento corresponde a la lectura que llevo entre manos este final de junio, enfrascado en los tribunales de oposiciones docentes, frecuentando el metro y con mucha necesidad de distraer la mente de tantos exámenes que debemos corregir. Corresponde a la obra de Darnton que pongo aquí abajo. Es una compleja e interesantísima indagación sobre el folklore campesino y del artesanado europeo antes de 1800.

Momentos libres de verano, ideales para leer. Cultivar la atención. Leer despacio. Quitar la tele. Prescindir de tanto incordio político. Esto es lo que necesitamos. Los jóvenes y los niños necesitan cultivar su atención. Esta atención se refuerza con la lectura. Es imprescindible practicarla, es una llave de la educación. Quizás la lectura es ya educación en sí misma.

Lo cierto es que se cagan, se mean en cada montón de arena, y entonces le entran a uno ganas de rememorar esas matanzas ancestrales de los artesanos.

 

En Los Ruices, a 27 de junio de 2019.

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