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Requena (23/03/17). JCPG

LA BITÁCORA

El revuelo social que se ha montado con el famoso decreto del plurilingüismo es impresionante. Pero nada, salvo la justicia, detendrá las imposiciones de un modelo cultural destinado a rediseñar la Comunidad Valenciana. A pesar de lo que piense sobre el mismo, no voy a entrar en esta polémica. En realidad, mi propósito es redirigir la mirada sobre un elemento que nuestra tierra, nuestra Meseta de Requena y Utiel ha ignorado en las últimas décadas. Porque, digamos claramente, creíamos que estábamos perfectamente integrados en la autonomía valenciana, que no nos hacían falta más avales para formar parte de la misma. Los vientos que soplan desde la Generalitat y desde algunos sectores de la sociedad meseteña parecen desmentir esto.

El libro de Dani Muñoz y Sergio Urzainqui creo que prueba perfectamente la intensidad de los intercambios históricos entre el antiguo Reino de Valencia y la Meseta, históricamente construida con cañamazos castellanos hasta la médula. Es decir, tanto Requena como Utiel son zonas históricamente vinculadas a la conexión de dos ámbitos, económicos, sociales y culturales, eran la vía de conexión, las intermediadoras de un mundo trenzado desde tiempos bien remotos. Un tiempo remoto; quizás hasta tiempos en ocasiones no simétricos; pero una historia perfectamente conectada y tendente a la uniformidad siempre sobre el suelo firme del mestizaje.

Este poder mestizo no ha sido esgrimido nunca en nuestra comarca. Sus autoridades, sus élites culturales jamás han hecho uso del inmenso poder de la cultura de la intermediación. Al menos en el período que se inicia desde 1851, cuando esta tierra se incorpora a la provincia de Valencia. Quizás en muchos períodos del Antiguo Régimen, ese poder del mestizaje cultural, social y político se hizo realidad y tomó forma. Hoy nadie parece dispuesto a echar mano de este valor de la conexión, en tanto parecemos querer plegarnos a las voluntades aculturadoras y uniformistas que soplan de Valencia. Ni siquiera nuestra izquierda posee músculo para defender una personalidad fronteriza, permeable a la contaminación de los ajeno.

He aquí lo que los nuevos tiempos, en mi modesta opinión, requieren; superan desde luego la superficial pretensión de la Consejería de Educación de imponer el valenciano. Una cultura que está basada en el entrecruzamiento de las sociedades hispánicas, que se han mezclado, combatido y dado la mano está siendo ignorada, mientras se debate la absurda idea de la integración en Valencia, que fue superada hace décadas.

Muchos harían bien en leer el libro de Muñoz y Urzainqui, así como la crónica de Pedro Domínguez de la Coba y muchos artículos de Latorre Zacarés y Galán Tendero. Quizás se curarían de la enfermedad de la ignorancia. Hace falta valorar, resaltar la realidad de una tierra insólitamente mediadora, caminera, fronteriza, pero permeable; una tierra que tiene a la mediación como necesidad y como virtud. Hace falta superar nuestro estado de inacción y despersonalización como si tuviéramos el cerebro de un elefante.

En Los Ruices, a 21 de marzo de 2017.

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