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EL OBSERVATORIO DEL TEJO. JULIÁN SÁNCHEZ

Adiós… ¡maestro!

El pasado miércoles 26 de marzo nos llegó la desabrida noticia, tal vez previsible, pero nunca admitida; nuestro maestro, mi maestro, el Maestro con mayúsculas, maestro de maestros D. Feliciano Antonio Yeves Descalzo se había marchado. Esta vez no se despidió hasta mañana, se marchó y nos dejó solos, muy solos, tremendamente solos, desconsoladamente solos.

Maestro (nunca este calificativo lo pudo ostentar nadie con más fundamento), yo se que le costó despedirse, porque me consta el gran amor que dedicaba a nuestra tierra una de sus más grandes pasiones, pero tuvo que partir, sencillamente porque en la otra parte otros amores le reclamaban y a fe que con más fuerza si cabe. Allí le requería el amor de toda su vida, a la que ya añoraba demasiado tiempo y sobre todo, ese otro gran amor, esa gran pasión a la que consagró su máximo fervor y su fe profunda; Dios o Jesús, que viene a ser lo mismo. Ese Redentor al que tantas estrofas ofreció a lo largo de toda su fecunda vida. Si, verdaderamente  llegó a ser más fuerte la llamada que el genuino sentido de permanencia.

Lo único que puedo reprocharle Maestro es la circunstancia de que su partida fue demasiado súbita, demasiado repentina y, en consecuencia, todavía no hemos podido asimilarlo y, mucho me temo que vayamos a tardar en hacerlo. Usted murió como vivió, austeramente, en paz, pleno de fe y esperanza. No podría haber sido de forma diferente, sencillamente porque en su forma de admitir la vida (y la muerte) no cabía otra grafía. Feliciano Yeves no concebía otra forma de vivir y concebirse como ser y fue consecuente consigo mismo hasta el último momento.

Maestro, no me cabe ninguna duda, estoy seguro  de que cuando su alma llegó al cielo encontró la puerta de par en par, sin traba burocrática de clase alguna y que, su primera visita fue a la Virgen de los Dolores a quien usted siempre dedicó una veneración fuera de lo común. Que, posteriormente acudirían a recibirle sus compañeros alforjeros quienes, por fin, pudieron completar el grupo para reanudar sus maravillosos recitales alforjeros de antaño. Allí estarían los Rafael Duyos, los Josemarías (Viana y Sánchez Roda) y Salvador Zahonero, con Yeves se completó el grupo. Seguramente la primera noticia que usted le llevó a Rafael sería la de que al fin, la comarca contaba con un auténtico doctor en tauromaquia, nacido en Requena, que se llama Jesús Duque y que, el día de su alternativa abrió la puerta grande la plaza de toros de Valencia. No albergo duda tampoco que el gran maestro alforjero plasmaría la noticia sobre un poema inmortal.

Seguidamente visitaría a los magníficos inventores de la Fiesta, su querida Fiesta de la Vendimia, abrazaría a D. Paco, a Molina, a Pascual, a Villanueva a Manolo, a Pablo y a Alfonso y, seguramente Toni Motos, andaría de conductor de los protocolos, porque le sería muy difícil encontrar a otro mejor. Si Maestro, por fin está usted con su gente, con esa parte de su gente que le precedió en el camino y que hoy pueden disfrutar de una presencia que nosotros algún día esperamos poder vivificar.

Maestro lo suyo no ha sido una adiós, sino un hasta luego. Su modelo y su fe así nos lo constatan y verifican. Usted ha sido un ejemplo para todos nosotros, nos ha enseñado a amar más y mejor a nuestra tierra, nos ha instruido en la idea de que la vida no es mejor mediante la ostentación de mayor cantidad de bienes materiales, sino con una principal dedicación a las carencias de los demás. En lo personal a mí me ha enseñado a ser mejor poeta, mejor persona y mejor cristiano y esa herencia es algo que yo nunca podré llegar a agradecerle con suficiencia por muchos y extensos días que alcance a vivir.

Descanse en paz Maestro, tal y como usted merece y desde ese palco de privilegio en que Dios nuestro Señor le habrá situado, siga dedicando a su tierra el mismo amor, el mismo cariño y atención que siempre dedicó y pídale por nosotros para que sigamos fieles al ejemplo que usted nos dejó. Me consta que lo hará, sencillamente porque en su particular forma de ser no podría caber nada en contrario.

Gracias Maestro, su memoria ya forma una parte intrínseca de esta tierra y su espíritu la ha engrandecido de forma permanente, nadie puede acreditar mejor servicio.

Julián Sánchez

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