Esta mañana abría sus puertas la IV Feria Escolar de Ciencias organizada por el AMPA CEIP Enrique Rambal
Leer más
Manifiesto del Instituto de Educación Secundaria Nº1, de Requena, sobre el incendio de la planta de reciclaje de San Antonio
Leer más
Medio Ambiente gestiona el envío de 3.000 toneladas de suelo para reforzar el dispositivo de extinción de la planta de Requena
Leer más

LOS COMBATIVOS REQUENENSES /Víctor Manuel Galán Tendero.

Las guerras comportan toda clase de vejaciones, sufridas a menudo por la población que no toma las armas directamente. El siglo XX y lo que llevamos del presente nos enseña que en ocasiones la población civil corre más riesgo y encaja mayores daños que algunos soldados que disponen al menos de cierta protección y de víveres. Con la violación se humilla al adversario y se le hiere en sus sentimientos más primarios. El abuso de las mujeres ha sido lamentablemente frecuente a lo largo del tiempo.

En sus impresionantes grabados de los Desastres de la guerra el gran Francisco de Goya plasmó la escena, en forma de instantánea, de una mujer con una criatura en el brazo que se defiende del ultraje de un soldado napoleónico. La creación bebía de una realidad tan amarga como la de la España de la guerra de la Independencia.

En el Manifiesto de la Junta de Requena de 25 de octubre de 1808 se refirió un acontecimiento muy similar. Durante el paso de las fuerzas napoleónicas que intentaron tomar Valencia se cometieron muchos desmanes. En uno de los mismos una mujer que trabajaba en el campo junto a su marido fue violentada por un soldado francés. El agresor aturdió con un fuerte golpe al hombre, pero la mujer se defendió con bravura. Le quitó su espada y lo hirió gravemente. Al recuperarse su marido, lo terminaron de matar y lo despojaron y enterraron.

Es seguro que durante aquella guerra muchas mujeres no lograran salir del lance con igual desenvoltura. Su sufrimiento se transmutó en el de la Patria ultrajada por el invasor. Aficionados a las alegorías, los europeos de comienzos del XIX encarnaron sus respectivas naciones, vindicadas por el nacionalismo contemporáneo naciente, en figuras femeninas que representaban la madre y el espíritu más íntimo del país. Los franceses tuvieron a su Jeanne-Marie revolucionaria y los españoles en los tiempos de las Cortes de Cádiz cortejaron a la misma diosa Cibeles como símbolo patrio. Los autores del Manifiesto intentaron hacer lo mismo con aquella mujer anónima que se enfrentó a un agresor.

Fuentes.

ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL. Junta Central Suprema Gubernativa del Reino, Estado, 81; J. Control de Juntas territoriales. Requena.

Comparte: Abusos de mujeres y ultrajes a la patria