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EL OBSERVATORIO DEL TEJO / JULIÁN SÁNCHEZ

Resulta sorprendente la noticia publicada el pasado jueves en estas mismas páginas referente a que la Generalitat de Cataluña recurre a citar al embutido de la localidad valenciana de Requena entre las «tres Indicaciones Geográficas Protegidas (IGP) de los Países Catalanes», y también a la Denominación de Origen de Utiel-Requena en el apartado de «viñas y vinos de los países catalanes» dentro de un epígrafe que presenta como «todo lo que hay que saber sobre la cultura catalana».

Digo que resulta sorprendente habida cuenta que, aunque en la política de hoy nadie puede saber si el Pisuerga pasa por Valladolid o por Motril, nunca llegamos a imaginar que nuestros productos hayan podido llamar la atención de los estamentos separatistas hasta el punto de habérselos llegado a atribuir como propios. Uno se ha cansado ve observar el mapa preconizado por los ideólogos de la añagaza de los “paisos catalans” y siempre ha podido contemplar la exclusión sistemática en su contexto de ubicación, de las zonas de interior (que no castellano-hablantes, eso no es exacto), de las tres provincias de nuestra Comunidad, por lo que ahora comprobar esa especie de “concesión” a la integración en el proyecto que preconiza el gobierno del separatista Carles Puigdemont, por lo menos he de reconocer que me deja un tanto descolocado.

He presenciado diversas reacciones en las denominadas redes sociales y he podido comprobar intervenciones de todos los gustos, algunas de ellas de carácter bastante enconado. Lo cierto y verdad viene a ser que este es un problema que pienso debe ser acometido sin ningún acaloramiento, cabeza muy fría y corazón caliente, puesto que, de seguir las cosas por el camino que van y la poca calidad de acción que se atisba en la competencia de nuestros actuales políticos, nadie, con un mínimo de capacidad, puede predecir donde nuestra comarca vaya a estar al paso de algunos años.

El problema de integración, o no, en el proyecto denominado “paisos catalans” no deviene privativo únicamente de las comarcas de interior de la comunidad, cuya principal providencia diferenciadora pueda considerarse el idioma, dicha dificultad atañe de igual modo a todas las ciudades y núcleos periféricos ubicadas tanto en Castellón, Valencia o Alicante, puesto que aquí de lo que se trata es de decidir si vamos a continuar funcionando como una comunidad independiente dentro de los postulados del Estado Español y seguir considerándonos y denominándonos valencianos sin más o, por el contrario, entrar a formar parte desde un punto de vista geopolítico de una composición un tanto farragosa según la cual Cataluña, la Comunidad Valenciana, las Islas Baleares, la franja este de Aragón, Andorra, el Rosellón francés, el Alguer italiano (en Cerdeña) y El Carche (en la esquina noreste de Murcia) deberían formar un país diferenciado e independiente, ese es el auténtico quid de la cuestión. En consecuencia, el debate debería centrarse sobre este punto básico, dejando otras consideraciones de menor carácter para posterior observación.

Como hecho histórico, consideraremos que la comarca de Requena-Utiel fue incorporada a la provincia de Valencia en 1851, procedente de su anterior afección a la provincia castellano-manchega de Cuenca, constituyéndose en calidad de la modificación más importante que sufrió la división provincial de Javier de Burgos con posterioridad a su establecimiento, junto con la incorporación también a Valencia procedente de la provincia de Alicante de los partidos judiciales de Gandía, Onteniente y Albaida.

Obviamente la incorporación en la nueva división provincial de España que sancionaba administrativa y políticamente la estrecha y ancestral vinculación, económica y afectiva que estos territorios sostenían con el Cap i Casal del Antiguo Reino Valenciano. La incorporación fue realizada básicamente por razones de proximidad y más fácil comunicación con Valencia, situada en aquel tiempo a día y medio de camino, mientras que el relativo a Cuenca venía a ser de 4 días. En consecuencia, las relaciones comerciales con Valencia siempre fluyeron con carácter espontáneo y total naturalidad, como proveedor cerealista y de los derivados de la ganadería, la salida al mar y como potencial de intercambio de una floreciente industria sedera y textil. Si la frase de la época “Cerca está Cuenca p’a dir por los olios” se constituyó como un referente justificativo de los principales razonamientos para abandonar Castilla, habría que inventar otra frase mucho más amplia en su concepto para admitir a Toledo como nuestra próxima capital administrativa caso de llegar a reconsiderar la reincorporación a nuestra antigua ubicación administrativa.

La excusa del idioma es un argumento tan pueril, como deliberadamente establecido y utilizado por las partes favorables a esta reintegración, habida cuenta que existen muchos pueblos y ciudades de mayoría castellano hablante incluidas en la división anterior a la incorporación de nuestra comarca a Valencia que no han tenido nunca problemas identitarios con la lengua vernácula valenciana, y siguen habitual y mayoritariamente utilizando la lengua de cervantes en armonía con la valenciana sin problema alguno. Véase por ejemplo los casos más cercanos a nuestro contexto comarcal como podemos considerar a Buñol, Chiva, Cheste, Ayora, Cofrentes, o mucho más cercanos como vienen a ser Chera o Siete Aguas. Lo verdaderamente preocupante viene a ser la utilización política de dicha herramienta de comunicación que emplean en uno u otro sentido (según convenga), únicamente privativa a nuestra comarca.

Existe un argumento de prevención largamente utilizado que persiste en denunciar un cierto abandono o desinterés por parte de los sucesivos gobiernos autonómicos de la realidad de nuestra comarca. Un genuino problema el cual debería ser analizado en profundidad, pero que, en todo caso, debería atañer en su responsabilidad a los diferentes tratos institucionales tanto de la provincia como de la propia comarca, en ningún caso esta circunstancia debería concernir a las fluidas relaciones que los territorios han llevado a cabo entre sí desde el inicio de su vinculación histórica.

Estos asuntos de relación que deberían ser acometidos en el día a día propio de las relaciones institucionales, no deben nunca ocultar el efectivo problema en que en estos momentos se encuentra encajada nuestra Comunidad y hasta donde pretende llevarnos, habida cuente que, como mentamos anteriormente, no afecta únicamente a las comarcas de interior, sino a toda la Comunidad Valenciana en su conjunto. ¿Deseamos en consecuencia seguir siendo miembros de una comunidad que se denomine y actúe independientemente de cualquier otra dentro de los postulados del Estado Español? o, por el contrario, ¿nos decidimos a seguir los axiomas del exfalangista Joan Fuster quien proponía la ruptura con el valencianismo precedente, al considerarlo “provincial” y “sucursalista”, planteando por consiguiente la incorporación del territorio valenciano a la estructura de una entidad «suprarregional», a la que denominan “Paísos Catalans”? Ese es el principal problema al que vamos a vernos abocados la totalidad de los territorios que hoy componemos lo que venimos en denominar Comunidad Valenciana.

Todo ello en referencia al debate común a todos los valencianos, porque si pasamos a considerar la porfía endógena de futura ubicación comarcal, la proposición que nos vienen haciendo es si deberemos mantenernos en nuestra actual condición de valencianos de afición y corazón, o vamos a seguir los postulados provenientes del Partido Castellano (PCAS) en Cuenca, por cierto, entidad política asociada electoralmente a la catalanista Comprimís, consistentes en su reclamación indubitable de que los municipios valencianos de Utiel y Requena (sic) -supongo que la pretensión la extenderán igualmente al resto de poblaciones de la propia comarca-, se reintegren en la provincia conquense. Como vemos extrañas mezclas ideológicas para concebir un futuro, cuya voluntad de decisión debe quedar fuera del poder de disposición de ambas formaciones. Complicado o, tal vez absurdo, pero es lo que hay.

Lo dicho, problema habemus y habrá que afrontarlo tarde o temprano en todas y sus diversas ramificaciones y conceptos, esperemos que con el justo nivel de acaloramiento, sentido común y expectativas del mejor futuro para quienes nos hayan de seguir, cosa nada fácil en unas circunstancias sociopolíticas tan enrevesadas como vienen a ser las actuales.

Julián Sánchez

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