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EL PASE DE LA COMARCA DE REQUENA DE LA PROVINCIA DE CUENCA A LA DE VALENCIA (1851)

Víctor Manuel Galán Tendero

La agregación de Requena y los pueblos de su partido a la provincia de Valencia ha sido tratada con erudición por figuras como el maestro Don Feliciano A. Yeves, al que dedicamos el Documento del mes en homenaje.

De todos modos, aún no estamos bien seguros de las razones que movieron a la segregación de Cuenca, a la que estábamos unidos fiscal, administrativa y eclesiásticamente desde la Baja Edad Media.

La línea de interpretación de los seguidores de Joan Fuster ha venido insistiendo en que se trató de una maquiavélica disposición del centralismo de Madrid para desnacionalizar las tierras valencianas con una agregación castellana, al igual que sucedió con Villena y Sax en la provincia de Alicante.

Lo cierto es que el nacionalismo catalanista cobró fuerza mucho más tarde de la división provincial de Javier de Burgos (1833), en la que Requena permaneció en Cuenca. La iniciativa, además, partió de las fuerzas locales, como bien ha recordado Fernando Moya.

Autores como Juan Piqueras han insistido con razón en la mejora de las comunicaciones con la capital del Turia al compás de la sedería y de la viticultura. En 1838 el Jefe Político Provincial de Cuenca Antonio de la Escosura autorizó que se formara una Junta de Riegos para distribuir el agua al estilo de Valencia, Murcia y Granada en la Vega requenense.

Los contactos humanos, económicos e institucionales con Valencia eran muy antiguos, y queda la duda de por qué no se mantuvieron desde una pertenencia provincial conquense, perfectamente posible. Al fin y al cabo las intromisiones de la Junta Valenciana en el transcurso de la Guerra de la Independencia fueron tildadas de invasión en país ajeno por el municipio de Requena.

El agotamiento de la hacienda local, tan castigada desde fines del XVIII, se hizo angustiosa al concluir la I Guerra Carlista. Se atendió a los gastos del Batallón de la Milicia Nacional, de fortificación y asistencia a unidades del Ejército como el Destacamento de Artillería, sin olvidar el pago de los gastos ordinarios y extraordinarios adicionales.
Los adeudos también laceraron a las flamantes autoridades provinciales de Cuenca. El Intendente instó a Requena a pagar la onerosa contribución de guerra, la Diputación amenazó con la ejecución de las deudas municipales de 1838 e incluso la Junta Diocesana no quiso sustituir el débito del medio diezmo y primicia por el reparto de 20.000 reales. La relación con Cuenca se agrió, y el 23 de octubre de 1840 se anunció en el ayuntamiento la voluntad de agregarse a Valencia.

En las gestiones brilló Don José de la Cárcel Marcilla, de linaje caballeresco asentado desde siglos en Requena. La condición hidalga de su familia había sido impugnada por el municipio en 1459, 1561 y 1778, siendo defendida en 1806 por la Audiencia de Valencia al ser recibida como noble en la capital del Turia. Pese a conservar sus intereses requenenses, este linaje terminó trasladándose a Valencia dejando atrás incómodas controversias.

La oligarquía local impulsó el proceso, y el 29 de junio de 1851 se cumplieron sus metas, en una situación de dificultad económica agravada por la circulación de la moneda de calderilla catalana, denunciada en 1850. El 10 de noviembre anterior se había expuesto al Gobierno que la agregación a una Valencia menos distanciada que Cuenca granjearía a los naturales el anhelado calor (o comprensión) de las autoridades.

La desilusión no tardó en aparecer. El 8 de agosto el Gobernador de Valencia comunicó que no había inconveniente en pagar los tributos establecidos en Cuenca. Se negó el 24 de octubre a los grandes viticultores de Requena y su comarca que se pagara en los consumos el 20% sobre el valor de vinos, aguardientes y licores, fórmula a la que pudieron acogerse los pueblos de las tres provincias valencianas, al ser de reciente incorporación. Con el sistema ordinario la tarifa superaba el valor del vino, de pobre calidad generalmente, obligando a los cultivadores al abandono ante la generalización de la viña, máxime tras la sequía sufrida en 1850.

El cambio de provincia no satisfizo inicialmente las expectativas creadas, quizá muy altas. En todo caso se trató de un intento serio de aliviar las arcas municipales y fomentar la economía local aprovechando las notables transformaciones del siglo en materia social e institucional, como la sustitución de las Chancillerías de Valladolid y Granada en tierras castellanas por las Audiencias Territoriales, dependiendo de la de Albacete las tierras de la Meseta del Cabriel, cuyo patrimonio cultural y humano pasó a enriquecer el de unas tierras valencianas que no son susceptibles de ser reducidas a tópicos empobrecedores de la mano de ensayistas precipitados.

Transcripción acuerdo municipal en sesión  extraordinaria de 29 de junio de 1851.

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