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LA BITÁCORA DE BRAUDEL/ .J.C.G.P.

El modelo británico de evolución liberal hacia la democracia ha sido esgrimido en multitud de ocasiones como ejemplo de proceso reformista desprovisto de convulsiones. El énfasis en el carácter procesual de este fenómeno es lo más llamativo desde la atalaya del siglo XXI. La contrapartida, desde nuestro punto de vista, ha sido la historia española. O ¿tal vez no? En septiembre de 1868, la reina Isabel II era destronada por una revolución liberal-democrática de genealogía urbana que daba paso a un período tan interesante como convulso: el sexenio revolucionario, durante el que España iba a pasar de un régimen liberal limitadísimo a una democracia de sufragio masculino.

El padre Palomares fue a Gran Bretaña buscando la seguridad que proporcionaba a sus protectores aristócratas una sociedad elitista que conjugaba el nuevo vitalismo burgués con los viejos perfiles aristocráticos y jerárquicos. Más de ciento cincuenta años han transcurrido de 1700 a 1870: en torno a la primera fecha los ingleses habían llegado a la comarca de Requena y Utiel para defender el trono del pretendiente Carlos de Austria en la tan traída y llevada guerra de Sucesión a la Corona de España. Palomares difícilmente ha cruzado algunas palabras con un inglés antes de pisar suelo británico.

Para entonces Gran Bretaña, dentro del reinado de la longeva Victoria, estaba inmersa en la segunda gran reforma que iba a ampliar considerablemente el voto, masculino por supuesto. Con la revolución de septiembre de 1868, muchos aristócratas del entorno de Isabel II emprendieron el camino del exilio. El padre Palomares acompaña a una de estas familias. Es un sacerdote católico y se traslada al solar de la Pérfida Albión, una nación anglicana, una de las cunas de la reforma del cristianismo. En aquellas islas, donde la lluvia era bastante más frecuente que en su tierra, el anglicanismo había sido impuesto a sangre y fuego a lo largo de un período largo que va desde 1530 hasta 1650.

El Estado británico es confesionalmente católico. A pesar del evolucionismo político que impera en Gran Bretaña desde inicios de siglo, cuando el país logró vencer a Napoleón, a pesar de todo Gran Bretaña es un Estado confesional y la cabeza de la Iglesia Anglicana es la propia titular de la Corona. En Gran Bretaña, Francisco Palomares, el cura salido de la ciudad de Requena, inicia su viaje hacia el protestantismo. Cuando regrese a la España de Alfonso XII, ya se ha convertido en un reverendo anglicano.

Sin duda el carácter del padre Palomares y su capacidad de trabajo e inteligencia eran sobresalientes, porque junto a su actividad y formación nos encontramos a una personalidad sobresaliente como médico. El personaje y los episodios de su vida han sido borrados de la memoria de los habitantes de esta comarca. Sólo las reducidísimas comunidades evangélicas poseen cierta memoria sobre Palomares. La verdad es que los seres humanos olvidamos pronto, u olvidamos pronto lo que queremos.

Si Palomares regresó por su tierra no lo sabemos. Quizás la voluntad de romper con un pasado católico le hizo desistir y limitarse a su actividad en Sevilla, por cierto una actividad bastante intensa. En todo caso Palomares se convirtió en el nexo relacional entre dos sociedades. Una la sociedad española, a la que abandonó en el momento de las convulsiones de 1868. Era una sociedad profundamente injusta y plagada de conflictos. La justicia no era precisamente el rasgo más sobresaliente de Gran Bretaña, pero sí su creciente nacionalismo y su ímpetu imperial. El regreso de Palomares se hace a la vieja Sevilla, aquella Sevilla que ya no es lo que fue, núcleo mercantil en otros tiempos. Se ha convertido en el solar de una sociedad cada vez más profundamente fundiaria, donde el latifundista teje su red de influencia caciquil. Gran Bretaña, a la que no hay que exaltar tanto y estudiar más en su historia, también tuvo sus propias versiones del caciquismo.

A partir de aquí las historias se bifurcan. La España de Palomares caminará hacia un cierre institucional que hará peligrar el sistema de convivencia a inicios del siglo XX. Mientras Gran Bretaña se lanza a la construcción de un inmenso imperio colonial.

Dos mundos enlazados por Palomares y su entorno anglicano con personajes de origen británico. Conectados por el intercambio religioso en una época de progreso científico y profundización del laicismo y el ateísmo.

Historias conectadas. Los esencialismos y aislamientos no han sido lo más frecuente en la historia. Es la conexión, el intercambio y la mezcla lo que ha dado mejores frutos. En el fondo lo católicos británicos encontraban en la tierra de Victoria y el primer ministro Disraeli (por cierto, de origen judío) cierta tolerancia a sus actividades y creencias. En el fondo Palomares encontró también cierta tolerancia en la España de la época de la Restauración, cuando una especie de pálpito de culpabilidad ante la intolerancia religiosa del pasado empezó a germinar en ciertas esferas políticas e intelectuales.

En Los Ruices, a 4 de junio de 2014.

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