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Requena (04/07/17). LA HISTORIA EN PÍLDORAS -Ignacio Latorre Zacarés
Como estamos en el artículo de final de temporada, comprenderán los lectores, si alguno subsiste o lo hubiere, que les hable de uno de los placeres de la vida, como es el que tus amigos te confíen un manuscrito o libro en ciernes para que lo degustes e, incluso, te permitas realizar sugerencias antes de que la imprenta le otorgue su olor característico y su sentencioso final: lo escrito, escrito queda.

He podido leer lo que será la última obra del prolífico historiador utielano José Luis Martínez Martínez. D. José Luis lleva años paliando la falta de archivos utielanos con el hallazgo de documentos en todo archivo que se preste. Sus últimos ensayos son reflejo de esta provechosa búsqueda. Actualmente se ha abierto una nueva fuente para la investigación como son las hemerotecas dada la cantidad ingente de antiguos periódicos de carácter nacional que han sido digitalizados y colgados en web. Con la búsqueda de un topónimo se encuentran cientos o miles de noticias del siglo XIX y primera mitad del siglo XX. Con la lectura de documentos hay que tener cuidado y aún más con la de la prensa donde la subjetividad es altísima y la interpretación del interlineado necesarísimo.

Pues D. José Luis, cuya condición de jubilado la lleva sólo en el carné, presentará a no mucho tardar una nueva indagación sobre la Primera Guerra Carlista en la comarca basada especialmente en las noticias de la época. Interesante tema, pues nuestra zona fue afectada sensiblemente por las tres guerras carlistas. Reseñable es que en la Primera Guerra Carlista cuando el 31 de agosto de 1839 se daban en Vergara el famoso abrazo el isabelino Espartero y el carlista Maroto, símbolo del final de la contienda, meses después aún estábamos con tiros a diestro y siniestro por las tierras cabrielinas.

La primera de las tres guerras civiles del tremendo siglo XIX enfrentó a los carlistas partidarios de los derechos dinásticos de don Carlos María Hugo de Borbón (hermano de Fernando VII) frente a los isabelinos o cristinos (partidario de Isabel II y de su madre la regente María Cristina de Borbón).

En el relato de esta primera contienda civil en la comarca llaman poderosamente la atención varios hechos. Uno de ellos es una comarca atenazada por continuas incursiones de partidas carlistas con una Requena como bastión isabelino que resistió continuas hostilidades y un Utiel donde los carlistas tuvieron su plaza y campo de actuación durante algunos periodos; pero los sucesos se produjeron prácticamente por todos los núcleos de la comarca: Sinarcas, Camporrobles, Venta del Moro, Casas de Moya, Jaraguas, Casas del Río, El Rebollar, Caudete, Fuenterrobles, Villargordo, Mira, la Fuencaliente, Las Cuevas, Campo Arcís, Villar de Olmos, La Torre y un largo etcétera de pueblos, aldeas y caseríos.

Otro dato a destacar es que además de grandes figuras del ejército carlista en la comarca como los generales Gómez Damas y Cabrera (el Tigre del Maestrazgo), la narración de los conflictos nos ofrece una singular pléyade de apellidos y apodos de carlistas con frecuentes entradas en pueblos y aldeas de la Meseta: Crisantos, El Arcipreste de Moya, fraile Esperanza, Palillos, Vizcarro, La Diosa, Potaje, Llangostera, Forcadell, El Santero, Arnau, el Organista, Quílez, El Serrador, Rojo de Nogueruelas, Santés, Persiva, Arévalo, el Perejil, Pule, Peinado, Truquet, …

Muchos, sí, pero déjenme que me quede con el Pimentero que uno está en plena canícula y alguna alegría debe darse. De el Pimentero, de nombre Timoteo y de apellido Andrés, ya nos habló largo y tendido el cronista Ballesteros Viana, relativamente cercano a los hechos, y Antonio Pirala que nos legó una historia de las guerras carlistas con documentos de primera mano. Posteriormente, los cronistas requenense y utielano Bernabéu y Martínez Ortiz también nos legaron sus impresiones. Ahora el amigo José Luis contribuye a aportar más luz al Pimentero.

¡Qué personaje tan propio del convulso XIX que parió verdaderos protagonistas de novelas sinfín! Timoteo Andrés era utielano y fue captado para el carlismo junto a toda su familia en su labor de Cabañas por el canónigo de la catedral de Cuenca Isidoro Salazar, que se encargaba más de reclutar fuerzas para el pretendiente D. Carlos (Carlos V para ellos) que de decir misas (al igual que otros curas carlistas). Una vez sabida la filiación carlista de la familia Andrés, éstos pasaron a Chelva, el bastión carlista de toda la zona, acosados por los liberales utielanos.

Aquí empezó el Pimentero a sus diecisiete años y con un “trabucón” su fatigosa carrera donde destacó por su valor, arrojo, condiciones de buen guía y su singularidad de ser el primero en entrar en los pueblos y caseríos con sus caballos. El citado abrazo de Vergara no le disuadió de proseguir la contienda exponiendo su vida y también las de sus seguidores y familia. Ballesteros lo retrata como moreno, robusto y con bigote (un retrato suyo en una chimenea utielana desapareció).

Son múltiples las acciones donde está presente el Pimentero. Participó en la célebre “Acción de Utiel” de febrero de 1839 en el barranco del Diablo, donde el general Iriarte, venido desde el puente de Pajazo, infringió una importante derrota al batallón carlista de Tiradores del Cid y a dos escuadrones de Arnau; ocupó varias veces Utiel; lo vemos en Casas del Río requisando ganado; secuestrando al alcalde, regidores y vecinos de Utiel y merodeando por Mira y Camporrobles; en Casas Ibáñez se presentó y pidió 400 raciones de pan, otras tantas de carne y 300 de pienso y que se las llevaran a Utiel; angustiaba a la guardia requenense con tiros cercanos y en octubre de 1839 tuvo que huir a escape de Requena con quince caballos refugiándose en la Iglesia de Utiel. Las crónicas lo describen también saqueando a cinco carreteros de Requena en la venta de El Rebollar.

El Eco del Comercio del 2 de julio de 1839 se hizo eco, valga la redundancia, de sus andanzas con esta nota emitida desde Requena, donde el Pimentero era visto como un ladrón sin paliativos: “Esto va mal: el Pimentero campa por su respeto y hace cuatro días que nos está talando la fértil campiña y pingüe huerta de esta ciudad, robándonos las mieses, las lleva a Utiel donde las trilla y demás. Hoy ha tenido la audacia de presentarse en la fuente de Regidores y uno de ellos ha llegado hasta más debajo del Rollo”… “El Pimentero (¡qué vergüenza!) en ella nos insulta con desfachatez ¿y a quién? a la decidida Requena”. Se quejan de que robaba las mieses en Requena, las llevaban a Las Cuevas y La Torre donde las trillaban y conducían el grano a la capital carlista de Chelva. La prensa criticaba al comandante militar de Requena por su inacción y detallaba el robo de doscientas ovejas en la Fuente Regidores. El antagonismo Requena-Utiel estaba presente en la noticia de prensa.

Un 9 de abril de 1940 huía de Utiel perseguido por tropas isabelinas y se refugió en los altos del Somero, entablando un duro tiroteo. En junio de 1940 el corresponsal de El Correo Nacional escribía: “Por todas partes desaparecen los facciosos: por aquí no tenemos tal fortuna. El Pimentero, Crisantos y el Potage con unos 50 hombres, los 18 de caballería, siguen cobrando portazgos y haciendo males”.

No fue vida fácil. En la Fuencaliente del Cabriel se apercibió de que los isabelinos conducían a su padre preso y en el intento de liberación murió su progenitor y él salvó la vida con un peligroso cruce de río. Y ahí no queda la cosa: Un 2 de julio de 1840, la facción del Pimentero fue alcanzada por la Columna del Cabriel de Pascual Pérez en la casa del Collado en la sierra utielana, donde fue capturado su hermano Aquilino Andrés que nada más apresado fue fusilado en el acto en Utiel, mientras gritaba vivas a Carlos V y “denuestos a nuestras amadas reinas” según la prensa de la época.

Uno de sus antagonistas fue precisamente otro valeroso utielano, el miliciano isabelino Miguel Sáez, que según cada historiador le adjudican o no el sobrenombre de “el Gitano”. Sáez en agosto de 1836 se atrincheró con otros veinte utielanos en la Iglesia de Utiel donde fueron asediados por los carlistas de Millán “el Arcipreste de Moya” que hasta hicieron una hoguera para que se rindieran. Al final se pudieron refugiar en Requena donde participaron en su valerosa defensa contra el asedio carlista del 13 de septiembre de 1836 que le dio el título de ciudad. Pero Sáez llevaba su cruz a cuestas con el Pimentero y en julio de 1839 le sorprendió en una casilla y ahí tuvo su final el miliciano Sáez cuyo nombre figura en el callejero utielano.

Prácticamente sin ya seguidores, El Pimentero se retiró y lo veremos casado en Francia con una española. Pero en 1846 se reactivó el conflicto dando lugar a la Segunda Guerra Carlista y ahí que tenemos de vuelta al Pimentero con dos objetivos: recuperar el renombre e influencia que poseía en la comarca y recaudar dinero para devolver lo que debía a los prestamistas que le habían concedido reales para sus contiendas. Pero fue un 21 de octubre de 1848 cuando tuvo lugar el desastre de La Torre de Utiel donde su facción fue sorprendida por la noche en la aldea y huyeron dejando en sus filas seis muertos, un herido, dos prisioneros y perdiendo once caballos, quedando como la última escaramuza de la Segunda Guerra Carlista en la comarca.

El Pimentero huyó a Tarancón donde dio un golpe nada menos que en la casa del Duque de Riánsares, el marido casado en secreto con la reina madre María Cristina. En Madrid contactó el Pimentero con uno de sus prestamistas y éste le tendió una trampa, dado que veía que su dinero era ya irrecuperable. Acordaron intercambiar ropajes para que pudiera viajar con disimulo. Delatado, la noticia de su paradero y vestimenta viajó por el telégrafo y El Pimentero nada más bajar de la diligencia en Burgos fue detenido. Se le incoó un juicio y sentencia ultrarrápidos (dos días) con veredicto de muerte y la ejecución fue aún llevada con mayor presteza. Cuando llegó el indulto, el Pimentero no estaba ya en este mundo.

Hasta ahí sabíamos de ello, pero José Luis Martínez nos aporta nuevos datos interesantes sobre su marcha hacia el patíbulo. Ya sea por valor, por entereza, chulería o lo que usted quiera pensar (si algún usted ha llegado hasta aquí) Timoteo Andrés el Pimentero hizo el paseíllo de la muerte fumándose un puro habano al posterior estilo de Morante de la Puebla y apurando más de una botella según las crónicas. ¿Desprecio a la muerte o remedio antipánico? Eran las seis de la tarde de un 12 de marzo de 1839 y el Pimentero se convirtió en historia haciendo historia.

Personaje complejo tildado según cada cual como ladrón, fanático o si se sigue a Ballesteros como un “valiente soldado y fiel caudillo”. Una crónica se despedía de él con esta parrafada: “Según parece este infeliz ha mostrado al marchar al patíbulo un valor y entereza digna de mejor causa… Esta nueva víctima sacrificada por el fanatismo de un partido que ni aprende, ni escarmienta, que tanta sangre ha costado a sus ilusos adeptos y tanta leal ha derramado implacable. Deja sumida en la orfandad a una esposa y varios hijos. El Pimentero era español también, ¡compadezcámosle, y quiera el cielo que su horrible expiación sirva de saludable escarmiento a los que, como él, no vacilan en desgarrar el seno de la madre patria…!”

Vendrían más Pimenteros y más guerras civiles, pero ahora se acercó el tiempo de la piscina o del río y de la espera del libro. Disfruten, pues, mientras tanto.

Comparte: El singular final del Pimentero: Héroe o Villano