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EL OBSERVATORIO DEL TEJO / JULIÁN SÁNCHEZ

Uno que ya lleva unos cuantos años de recorrido en la vida pública, siempre ha considerado la idea de que para ostentar un caro representativo, inapelablemente el sujeto en cuestión debe prepararse al mayor nivel a los efectos de realizar dicha comparecencia de la forma más adecuada posible.

Considerando lo anterior, uno no puede dejar de sorprenderse de la forma tan liviana mediante la que alguien pueda acometer juicios de valor sobre el comportamiento de otro, sin aportar ningún dato fehaciente en el que apoyar sus afirmaciones, más bien al contrario, detentadores unos conocimientos pretendidamente superiores, no dudan en vilipendiar a quien les apetece sin tener en consideración la apariencia de motivos, ni siquiera aprestarse a confirmar de forma irrefutable dicha afirmación.

A este respecto, quedé verdaderamente sorprendido al leer el comentario de un señor que se dedica aparentemente a la crónica taurina y que las firma bajo el patronímico de Enrique Amat en un diario digital denominado “Avance taurino”. En dicho medio, y en referencia a la crónica de la corrida de toros celebrada en esta ciudad el pasado sábado día 3 de septiembre, este individuo, sin el menor empacho ni pudor, y no habiendo a mano otra persona contra la que arremeter, lanzó su caballería draconiana desbocada sobre mí persona, tachando mi actuación en la Presidencia del festejo de errática e incapaz, sin aportar ningún dato o argumento fehaciente que apoyase tan peyorativas afirmaciones.

Evidentemente hay que considerar que una cosa es el periodismo y otra muy diferente las crónicas de afición, y este señor aparenta estar mucho más en lo segundo que en lo primero. No lo afirmo gratuitamente, lo vengo a manifestar habida cuenta de que con la sintaxis que dicho señor emplea en sus comentarios escritos, no aparenta un nivel muy acreditado para la articulación de un escrito aceptable. Dígaseme si no, que sintaxis viene a ser esta cuando ejecuta la construcción de frases como la siguiente: “La presencia de dos toreros mediáticos, unidos a uno de los espadas revelación de la temporada, propició quien en el coso requenense se concitase un gran número de aficionados”. O esta otra: “Volvió a estar lúcido y lúcido ante el sexto. Lo de la Presidencia al menos es afición, pero la mala sintaxis de una persona que pretende ganarse la vida escribiendo sí que denota peligro, simplemente porque eso sí que indica incapacidad y lleva irremisiblemente al error. Y de momento lo dejo ahí.

Quien bien me conoce, es perfectamente consciente de mi forma de hacer las cosas. Tras cincuenta y un años de funcionario público, gran parte de ellos desempeñando puestos de contrastada responsabilidad, y más doce de concejal en el Ayuntamiento de Requena, mi vida pública ha venido siempre rigiéndose por el cumplimiento estricto de la ley y los reglamentos, sobre la base de lo cual todas mis actuaciones públicas siempre han sido llevadas a cabo teniendo en cuenta de estas prerrogativas dimanantes de la ley.

Ciñéndonos el tema de la corrida, en primer lugar, sería bueno considerar que un Presidente no debe actuar, ni ser estimado al respecto como un aficionado más, habida cuenta que dicho cargo se viene a desempeñar mediante una delegación de Alcaldía, la cual otorga al interesado la responsabilidad de máxima autoridad. En consecuencia, dicha circunstancia obliga indefectiblemente a que el nominado Presidente deba desempeñar todas y cada una de sus acciones siguiendo de forma ineludible lo estipulado en la ley y, en el presente caso, en el Reglamento General Taurino, que viene a ser la norma máxima desde donde derivan todas las demás complementarias a los efectos taurinos de las diversas comunidades autónomas.

El primero, y más importante error que el señor Amat me atribuye, viene a ser la forma adoptada en el cambio del primer toro de Paquirri, según indica su afirmación textual que vino a realizar en su crencha utilizando el siguiente tenor: “El gordo y romo segundo fue devuelto sin que se sepa por qué”. Bueno pues, si este señor desconocía los motivos del cambio ¿cuál habría de ser el fondo de razón que emplease para efectuar con fundamento el comentario en su siguiente afirmación consistente en que “…el presidente decidió con precipitación devolverlo a los corrales en una clara muestra de incapacidad”. En consecuencia, ¿sobre qué base legal o reglamentaria fundamenta dicha afirmación? Si desconocía los motivos, lo lógico y razonable hubiese sido que los hubiese preguntado, todo antes de afirmar algo que el mismo manifiesta desconocer.

Para conocimiento del Sr, Amat, y por supuesto de todos cuantos deseen acceder a mi aclaración, intentaré exponer aquí, reglamento en mano y de forma secuencial, la totalidad de los motivos y condicionamientos efectuados para llegar a la decisión final de devolución del astado a chiqueros desde su misma salida hasta el momento de la aparición del pañuelo verde en el palco:

El segundo toro salió de chiqueros y fue recibido por Rivera Ordoñez quien, al intentar lancearle observó cierta irregularidad, que también fue advertida igualmente desde el palco presidencial. El espada dejó de lancear refugiándose en el burladero y desde allí elevó su mirada hacia el Presidente y llevándose el dedo índice de su mano derecha hacia el ojo derecho me indicó que el toro no veía bien, haciéndome al tiempo ademanes de descabello con la mano hacia abajo sugiriéndome que el toro se cambiase para apuntillarlo. Ante el requerimiento del matador le indiqué en la distancia que antes de seguir adelante procediese a mover un poco más al animal con efectos de llegar a constatar dicha posibilidad. Ante este requerimiento mío, Rivera manifestó algo así como “¿Quién yo?” Le contesté asintiendo con la cabeza, a lo que él, haciendo un gesto despectivo con su mano derecha pareció indicar algo así como, “baja y hazlo tú”, enviando a sus banderilleros a realizar dicha acción.

Dos banderilleros comenzaron alternativamente a citar al toro con sus capotes, sin que el animal aparentase hacer caso a los envites, momento en el cual gran parte del público vuelto hacia el palco presidencial comenzó también a solicitar el cambio de toro. Ante dicha circunstancia, como Presidente comencé a actuar de acuerdo con el reglamento y volviendo la vista hacia mi costado derecho solicité de la asesora veterinaria: “¿Cómo ves tú el asunto?” A lo que ella rápidamente me manifestó: “Aparentemente el toro muestra ostensibles carencias en la visión”.

Continué inquiriendo de acuerdo con el reglamento, dirigiéndome al asesor artístico que se encontraba a mi izquierda y le pregunté: “Que le parece a usted? Confiriéndome la siguiente respuesta: “Yo de usted lo cambiaría”.

Continué, sin prisa y sin pausa con el procedimiento, por lo que al efecto acudí a lo que para éstos casos prevé el reglamento, correspondiendo en estas circunstancias aplicar lo previsto en el artículo 84 del Reglamento Taurino Nacional, aprobado por R.D. 145/1996 de 2/2/96, que ofrece el siguiente tenor: “El Presidente podrá ordenar la devolución de las reses que salgan al ruedo si resultasen manifiestamente inútiles para la lidia, por padecer defectos ostensibles o adoptar conductas que impidieren el normal desarrollo de ésta”.

Ponderando las circunstancias anteriormente descritas fue entonces cuando el Presidente haciendo gala de su sentido de responsabilidad, procedió a la exhibición del pañuelo verde ordenando la retirada del toro a chiqueros.

Hubo posteriormente aficionados, desconocedores del procedimiento reglamentario, que me manifestaron que lo que debería haber hecho era cambiar el tercio y ordenar la salida de picadores. Supongamos que saltándome el reglamento lo hubiese hecho, ¿Qué hubiese podido suceder? Pues que muy probablemente la actitud del toro hubiese sido la misma y entonces lo que el reglamento prevé es lo dispuesto en el artículo 75 de la norma, y que viene a decir así: “Cuando debido a su mansedumbre una res no pudiera ser picada en la forma prevista en los artículos anteriores, el Presidente podrá disponer el cambio de tercio y la aplicación a la res de banderillas negras o de castigo”.

¿Viene a ser ésta la solución al supuesto problema de visión de la res? ¿Y si como consecuencia de este apócrifo acto de irresponsabilidad presidencial, desoyendo la indicación del matador, la petición del público, los consejos de los asesores y la prescripción reglamentaria, seguimos adelante y el toro, como consecuencia de su mala visión, se lleva por delante a algún banderillero hiriéndole gravemente? ¿Quién responde de ello? ¿El arenero? ¿La persona que controla las entradas en la puerta? o, ¿Acaso el cronista taurino que juzga estas cosas de forma tan liviana? Que alguien me conteste a lo que aquí estoy planteando, porque en todo caso lo primero que un Presidente debe de preservar es la seguridad e integridad de las personas.

De “generosa” califica el señor Amat el otorgamiento por parte de la Presidencia de la vuelta al ruedo al toro “Marismeño” lidiado en tercer lugar y al que cortó las orejas López Simón. Generosa ¿Por qué? ¿Acaso porque en una plaza de tercera no es frecuente el otorgar esta clase de decoros? ¿Cuáles fueron los deméritos de “Marismeño” para no alcanzar dicha consideración? Seguramente el jurado convocado al efecto para otorgar los premios a lo más destacado de la tarde ha podido opinar de forma parecida a la mía, al considerar a “Marismeño” el mejor toro de la tarde, un toro que tuvo un comportamiento sobresaliente en los tres tercios de lidia y hasta para morir fue bravo. Pero el señor Amat esto no lo alcanzó a ver así, ni tampoco pareció advertir que los propios aficionados que solicitaron el indulto fueron los que indicaron a los mulilleros de que volviesen para cumplimentar la vuelta al ruedo prescrita al no advertir la presencia del pañuelo azul, vuelta que se dio al toro entre los entusiastas y admirados aplausos de la concurrencia.  A lo mejor es que en estos momentos el señor Amat estaría pendiente del móvil y no lo pudo apreciar.

Por continuar con el rosario de desatinos del señor Amat, empeñado en disparar constantemente su cañón al raso sobre el Presidente, también hizo constar en su pseudocrónica de forma textual, y en referencia al cuarto toro de la tarde, cuya lidia correspondió a Manuel Díaz “El Cordobés”, una afirmación que puede considerarse como una auténtica falacia, al manifestar despectivamente qué; “El usía para seguir con su infausta tarde le envió un aviso a los siete minutos 45 segundos de comenzar el trasteo”- Hombre señor Amat, que casualidad, puesto que el control del tiempo de lidia en los últimos tercios lo llevábamos al alimón el señor asesor y yo, cada uno en su propio cronómetro, y puedo asegurarle, y ahí está el asesor enviado por Generalitat para atestiguarlo, que en ningún momento cualquier aviso vino a ser dado ni un segundo menos de los diez minutos, sincronizados ambos relojes. A lo mejor en lugar de reloj lo que usted vino a hacer fue traerse el tostador de pan de su casa y las horas en estos aparatos no vienen a ser las mismas.

¿Quién tuvo la actuación errática e incapaz?; ¿el Presidente en su actuación?, ¿o usted al confeccionar su crónica señor Amat? Dejemos las cosas en claro, usted no tenía nada contra el Presidente de la corrida, usted tenía mucho en contra de Julián Sánchez a quien guardaba en rencor desde que como portavoz del grupo político OIV en el Ayuntamiento de Requena rechacé junto con Adelo Montés, portavoz del PSOE, esa bazofia de libro que usted escribió sobre la historia de la Plaza de Toros de nuestra ciudad en la conmemoración del centenario, y ahora aprovechó la ocasión para saldar viejas cuentas. Digamos la verdad señor Amat, poca clase demuestra usted atesorar para mezclar una cosa con la otra, casi tan poca clase como la que muestra usted escribiendo.

No pierda tanto el tiempo en remover alacenas y en lugar de lanzar infundios sobre los demás tratando de apagar su mezquina sed de venganza, lo mejor para usted sería que repasase su sintaxis gramatical si pretende seguir escribiendo, aunque sea una simple crónica taurina, habida cuenta que la sintaxis es la parte de la gramática que estudia la forma en que se combinan y relacionan las palabras para formar secuencias mayores, cláusulas y oraciones, así como la función que desempeñan dentro de estas, le hace bastante falta créame. Y, sobre todo, estúdiese el Reglamento, deviene básico para entender y comentar, llegado el caso, el desarrollo de la lidia, evitando con ello los desmanes que se le constatan a usted, sean o no con intención de algo más oculto.

No le cobro nada por la lección, es gratis. Ni tampoco espero que me lo agradezca.

Julián Sánchez

 

 

 

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