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LA BITÁCORA DE BRAUDEL Por Juan Carlos Pérez García
Quedan lejos, muy lejos, los remotos orígenes ateniense; suponiendo que la Atenas de los Pericles, Solón y Temístocles, aquella Atenas volcada en el pensamiento y la cultura, fuera una democracia. Desde sus inicios la democracia española se ha fundado en la moderación y el pluralismo. La segunda de estas palabras es más significativa que la primera, porque ha permitido entender el pluralismo no sólo como un conjunto de organizaciones políticas que juegan en los terrenos de la libertad democrática; pluralismo también en los espacios culturales, lingüísticos.

Sin embargo, lo cierto es que la democracia misma no ha podido aniquilar el fanatismo y los conatos de tiranía. Ciertamente el núcleo fundador de la democracia permanece como un bloque, es decir, el principio del gobierno del pueblo. Esto parece un núcleo que difícilmente puede alterarse. De lo que suceda en el futuro nada podemos saber por ahora. Pero emerge cada vez de una forma más clara un conjunto de fantasmas que están amenazando el barco de la democracia. Los tiempos de Tejero y Miláns pasaron ya, y la idea de un gobierno de base militar autoritaria es absolutamente alucinante en nuestra España de hoy; la amenaza, pues, no es el inmovilismo de raíces castrenses.
Las grandes amenazas de la democracia española ya no provienen de un grupo militar ultra, ni del fascismo o del comunismo, como sucedía en los años Treinta. En realidad, los principios de descomposición democrática han sido creados por la misma democracia. Son los talibanismos políticos y económicos, las manipulaciones de la información y la propaganda. No hace falta más que observar, leer y reflexionar un poco para darse cuenta de que tales virus están actuando ya.

Aquellos programas políticos que priman las virtudes de las cifras, la manipulación de la educación y la misma propaganda política, las guerras preventivas (con nuestra presencia en diferentes espacios del mundo pobre), el populismo barato, el recurso primitivo a las raíces, el odio interregional. He aquí los enemigos.

El salvaje secuestro de las niñas nigerianas por el grupo asesino de Boko Haram ha conmocionado conciencias. Pero estos terroristas vienen practicando crímenes de este tono hace tiempo. ¿Por qué ahora se publicita el secuestro de estas pobres niñas? Entiéndanme: no digo que no debamos tenerlas en nuestro corazón; las gentes insensibles a un acto criminal como este probablemente no merecen formar parte de la humanidad. Quiero decir que debemos estar en aviso: secuestros, asesinatos, el pan de cada día en aquella tierra y la práctica cotidiana de esos asesinos. Pensemos que habiendo vencido a sus oponentes ideológicos, algunos defensores de la democracia liberal se han embriagado en su propio éxito: tan sólo unas pocas décadas después de la descolonización, se dio inicio a una serie de nuevas cruzadas –cuyo fundamento es la expansión de la democracia- justificadas por la exportación de los beneficios de la civilización hacia aquellos pueblos que se encuentran privados de ellos. Estamos o hemos estado presentes con fuerza armada en Afganistán, en Líbano y en otros países.

Bajo una apariencia democrática, utilizando métodos democráticos, se ha colado un enemigo potente que amenaza con hacer naufragar el sistema mismo. Me refiero a las fórmulas políticas del nacionalismo. Surgido de las entrañas de los problemas de España (sería largo trazar aquí su genealogía), aprovecha las debilidades y grietas del sistema para colar su mensaje, incluso con un lavado de cerebro real sobre una sociedad moderna. No por ser modernas las sociedades son menos proclives a la manipulación. La educación se utiliza descaradamente, y de la historia mejor no hablas. El tono de unos líderes burgueses, en Cataluña y el País Vasco, invocando el sentido social de sus gobiernos adquiere un tono grotesco sino verdaderamente tétrico. Mientras el coro habitual de tertulianos y prensa adicta al pesebre jalea sus ocurrencias, a nadie se le ocurre repasar la historia. Me resultan particularmente odiosos estos tertulianos de moda que se regodean en los problemas actuales de nuestra democracia, que demuestran cada día como les gusta que nuestra sociedad esté pasándolo mal. No los soporto. ¿No ha llegado la hora de reaccionar? ¿No somos adultos? España no es ni será una sociedad homogénea. No lo ha sido nunca. El propósito de algunos políticos de constituir sociedades homogéneas en su regiones es un camino retrógrado, ultra, pero bien reforzado por una opinión pública más manipulable que nunca. Puede que muchos les sigan; el problema es que nos aproximan a todos, de una forma o de otra, a un abismo que amenaza la democracia misma.

El mal de los Mas, Urkuyu y otros es que no se han dado cuenta de que los suyo no es nacionalismo, sino regionalismo de alpargata.

En Los Ruices, a 14 de mayo de 2014.

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