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EL OBSERVATORIO DEL TEJO. JULIÁN SÁNCHEZ

Estamos asistiendo últimamente en Requena a una sesión continua de decoración mural callejera propiciada por algún inquieto concienciador social, quien pretende despertar las cogniciones dormidas de los estamentos sociales requenenses invitando a la revolución permanente que auspicia el “Arriba parias de la tierra” bajo unas perspectivas neobakunianas de siglo XXI, inquietudes éstas las cuales aparentan despertar el instinto mesiánico de este individuo (o individuos) hacia la salvación de la clase social requenense, oprimida bajo las fauces del capitalismo más aterrador y del clericalismo más radical, aletargador y neutralizante.  

Este agreste acuarelista mural, no ha tenido suficiente con emborronar puertas y paredes de los sufridos edificios de los requenenses a nivel particular, si no que, con su peculiar sentido de la didáctica, continúa promocionando sus mensajes y insurrectas y sediciosas proclamas garrapateando los vetustos y fidedignos antepechos de nuestros más significativos monumentos y de todo mural que signifique una mínima referencia confesional.

Este montaraz “salvapatiras”, cuyo sentido del arte se le evidencia, el cultural se le adivina y el del respeto se le supone, envalentonado por la cobertura del habitual desguarnecimiento del emporio  nocturno, así como de la dejadez de nuestras autoridades más cercanas a la hora de acceder a poner en valor todas las posibilidades que le ley prevé para cortar de raíz estos atropellos a la convivencia ciudadana y al sufrido patrimonio público, se dedican con nocturnidad y alevosía a hincar en nuestros más meritorios monumentos, laicos y religiosos, proclamas guerracivilistas y necrófilas tales como “Vais a arder como en el 36” o “Muerte a todas las religiones”, entre otras perlas de parecido calibre.

Este Torquemada del siglo XXI, quien no entiende de otra ideología o comportamiento singular o colectivo que la ley del oeste, aparenta asumir pocos argumentosa la hora de defender un posicionamiento social distinto a los que otros ciudadanos/as puedan asumir. Si lo que de verdad desea es convencernos a los trabajadores y demás clases sociales de las ventajas propias de sus valores liberalizantes y beneficiosos hacia el bien común, lo que por lógica debería hacer, sería organizarse, hacer un programa y defender sus ideas pública y organizadamente, tal y como nuestra Constitución le permite. En el franquismo esta posibilidad no podía en modo alguno hacerse efectiva, pero actualmente y con todas las carencias que nuestra democracia denota, la confrontación de ideas no debería ser un problema para nadie, sino todo lo contrario. En consecuencia, en lugar de atentar contra el patrimonio común ¿Por qué no nos enseña el rostro y trate de convencernos de sus bakunianas y libertarias conjeturas.

Seguramente será porque carece del mayor fundamento y capacidad para hacerse escuchar y además es demasiado cobarde para presentar su rostro en público, el salvapatrias tientaparedes aprovecha la laxitud oficial para deslizarse sigilosamente por nuestras vías menos transitadas y bajo el mantón de la noche ir colaborando, con total impunidad, en convertir una hermosa ciudad de patrimonio histórico admirable en una auténtica pocilga más propia de albergar animales que a humanos y, “aquí no pasa ná”.

Y no pasa nada, porque a quien debería importarle aparenta importarle bien poco que nuestros principales monumentos y domicilios particulares aparezcan día sí y día también ofreciendo un aspecto lamentable. Que en nuestra avenida se utilicen los árboles como soportes publicitarios. Que a un comerciante le destrocen la luna de su escaparate y le roben los productos de su interior. Que la ciudad y sus alrededores aparenten más la forma de un estercolero que de un medio hábitat asequible y decente. Que la arboleda perdida se reponga o no. Les da lo mismo o, por lo menos eso es lo que la imagen que transmiten.

No es que me preocupe, ni mucho ni poco, las soflamas y amenazas que este cerril de la nocturnidad va vertiendo cobarde e impunemente durante años por muros nobles y plebeyos, lo que si me llega a preocupar es el atentado contra la convivencia, el sentido común y el buen gusto que a esta actitud le produce. A mí me da lo mismo que el emborronamiento se produzca en las paredes de una iglesia católica, que en los de un templo budista, en el Taj Mahal, o en los de la Mezquita de la M-30 de Madrid, me da lo mismo, lo que ya no me da lo mismo es la repulsión que me produce la falta de respeto a las creencias e ideologías ajenas y los atentados contra las propiedades y monumentos que engrandecen y dan sentido a la historia, la cultura y la convivencia en las ciudades y en las propias comunidades, entre otras cosas.

Durante estos días he sido testigo de las muchas muestras de indignación que por las redes sociales la ciudadanía ha venido expresando sobre el hecho que estamos mentando y sobre otro, no menos indignante, que significa el deterioro y expolio que ha sufrido el nuevo hotel San José de Requena, recientemente construido mediante una importante aportación de fondos públicos. Me ha dolido, como ciudadano, no haber escuchado ningún pronunciamiento público y oficial de censura a ninguno de los dos lamentables hechos por parte de ninguno de los partidos democráticos ejercientes en nuestro municipio, lamentable esta indolencia a algo tan abominable.

Los ciudadanos/as que estamos sufriendo últimamente el deterioro de nuestros ingresos, de nuestra sanidad, de nuestro sistema educativo, de nuestros servicios sociales, los mismos que asistimos a contemplar últimamente la proliferación de espectáculos de corrupción y afrenta social cada día más impresentables, ya no nos faltaba otra cosa que tener que asistir también al progresivo deterioro de nuestro medio colectivo de vida que son nuestras ciudades y su entorno sin que nadie mueva un dedo para tratar de evitarlo. ¿Es así como ven estas cosas nuestros políticos actuales? Entonces que alguien me lo aclare: ¿Para qué puñetas les queremos?

Julián Sánchez

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