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LOS COMBATIVOS REQUENENSES./   Víctor Manuel Galán Tendero.

En 1602 la España de Felipe III y la Inglaterra de Isabel I todavía se encontraban en guerra. Tras el fracaso en 1588 de la Gran Armada, que de invencible tuvo poco, los españoles resultaron capaces de rechazar la incursión contra La Coruña y de proteger con éxito su tráfico atlántico gracias a los buenos oficios de los doce apóstoles o galeones insignia de su marina, si bien encajaron un duro golpe en Cádiz en 1596 y sus tentativas de afirmación en Irlanda no fructificaron. Los ingleses contaron con la alianza de las Provincias Unidas de los Países Bajos, cada vez más afirmadas frente al poder español, y con la hostilidad de la Francia de Enrique IV hacia España, pese al tratado de paz de 1598.

Cuando las dificultades económicas y sociales comenzaban a hacerse visibles en Castilla, núcleo del imperio español, los círculos dirigentes de la monarquía de Felipe III intentaron alcanzar acuerdos de paz en las mejores condiciones posibles, que paradójicamente dependían de los éxitos militares. Una España derrotada y de reputación quebrantada sería más débil en la mesa de negociaciones.

Los ingleses lo sabían perfectamente y el 26 de febrero de 1602 el almirante sir Richard Leveson recibió instrucciones para atacar a los españoles. Se trataría de bloquear su litoral para entorpecer todo movimiento de fuerzas armadas, propinar golpes y capturar la flota de la plata indiana, coincidiendo con sus fracasos en los Países Bajos ante los holandeses.

Por si fuera poco el miedo a un alzamiento islámico, en cooperación con los otomanos, no había pasado en lugares como Valencia, en vísperas de la gran expulsión de los moriscos. A principios de abril de 1602 se temió la llegada de una flota turca a sus costas. En tan apurada situación se sospechó que los enemigos de España coordinaran sus fuerzas para lanzar una acometida fatal, algo que al final no se produjo.

El 22 de abril se consignó en Requena la alarma del virrey de Valencia, don Juan Alonso Pimentel de Herrera, ante la aparición de una armada de ingleses en la costa de Alicante, importante plaza comercial que en 1596 ya hizo preparativos ante la amenaza inglesa. La Milicia Efectiva del reino de Valencia, creada en 1597, distaba de estar en la mejor disposición y el virrey tuvo que dirigirse a las ciudades de Cuenca y Chinchilla y a la villa de San Clemente en busca de asistencia militar.

La villa de Requena también fue apercibida al ubicarse en la frontera con los moriscos del reino de Valencia por los sectores de Cofrentes, Buñol y Chelva. Se estimó, en consecuencia, echar bando con cajas para que todos los vecinos inscritos en las listas de la milicia municipal acudieran en un máximo de dos días a sus cabos de escuadra, que a su vez tenían que presentarse ante el alcalde mayor y el alférez mayor don Miguel Zapata de Espejo con la memoria de las armas por cuenta de la villa por bien de Dios, del rey y de la república so pena de mil maravedíes.

Al final los requenenses no tuvieron que entrar en combate en defensa de la fortaleza española asediada, pero comprobaron que la monarquía estaba bien dispuesta a recurrir a ellos, como pronto se demostraría en la guerra de Cortes contra los últimos moriscos.

Fuentes.

ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE REQUENA.

Libro de actas municipales de 1600-07, nº. 2894.

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