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LA HISTORIA EN PÍLDORAS /Ignacio Latorre Zacarés

 Pues… ya me ven. En este confinamiento (y un poco también confinamiento), prometiendo no redactar más “píldoras”, para acto seguido proceder a escribirlas. Las crisis también traen cosas buenas, aunque son muchas más las malas. Desde mi casa, contemplo el trabajo maravilloso de una red de mujeres que, cose tras cose, llevan 3.500 mascarillas realizadas y que desde Venta del Moro salen para el resto de la comarca, al igual que está pasando en otros pueblos de alrededor. Una red de wasaps entre Fuenterrobles, Sinarcas, Requena, Utiel, San Antonio, Venta del Moro y Villargordo comunica a mujeres, principalmente, para ponerse a confeccionar mascarillas y batas para allá donde haga falta, sin distingos comarcanos y con ediles que llevan el material allí donde se requiere, y excuso decirles que los sitios nos son banales, sobrepasando límites municipales. Lo que unió el Cabriel, que no lo separe nadie. Porque quizás sea un motivo de estudio a posteriori que aquí, en el interior, las castañas del fuego hemos de empezar a sacarlas nosotros y fijarnos más en la solidaridad comarcana.

Lección de solidaridad dieron nuestros ancestros en la terrible tempestad de la Noche de Santa Sabina de 1728 (http://www.requena.es/es/report/documento-del-mes-octubre-2016-terrible-noche-santa-sabina-27-octubre-1728). Parece que aprendemos.

Duelo a garrotazos de Francisco de Goya

Pero donde hay cercanía, no sólo hay querencia, sino que surge la rivalidad por un apártame de allá esas pajas. Y eso me lo recuerda cuando, en mi inclaustración, me arriba por esas redes de Dios un esperado manuscrito que pronto verá la luz, de un sabio de Fuenterrobles (aunque algo de marqueño-venturreño tiene el zagal), que por fin pone en letra algo de las muchas historias que le contaron los viejos de su pueblo a él, que es un buen escuchador. Otras historias proceden de vetustos papelorios que a sus manos han parado.

Y, claro, si el que escribe es de Fuenterrobles y la cosa va de historias de su pueblo, pues al cuarto capítulo sale lo inevitable, la bicha (y no es el COVID-19): ¡Camporrobles! Pueblos vecinos, pueblos hermanos, pero que sus rifirrafes han tenido, pues es más normal que Fuenterrobles se enfade con Camporrobles que con Mutxamel, que cae muy lejos; especialmente, si los camporruteños te hacen un amojonamiento como el de 1782 que j…ó (estoy finolis) a los de Fuenterrobles y Venta del Moro.

El antagonismo por antonomasia siempre parece ser el de Requena y Utiel o Utiel y Requena (que hay gente que aplica la lupa a todo), pero la comarca no se acaba en estas poblaciones e históricamente las controversias no han sido pocas, ni sólo entre estas ciudades. Hasta la simpática aldea venturreña de Casas del Rey califica del “Camerún” a sus vecinos de Casas de Moya.

Mal le sentó a Requena la segregación de Mira de su extensísimo alfoz en 1537, pero cuando vio que los de Camporrobles en 1564 querían seguir los pasos de los mireños, esto les espetó Requena: “…porque siendo como son gente indoméstica e incorregible, si la justicia de esta villa no conociese de las causas cada día, se matarían e sucedería a otros inconvenientes y escandalizarían e alborotarían a esta villa y a otros pueblos comarcanos.”

Con Siete Aguas, Requena se las vio muy tiesas por su trazado fronterizo. Los sieteagüenses ya amenazaron de “hartar a palos” a los vinagres por el tema de los mojones. En 1791, Siete Aguas se lamentó de que los de Requena se habían introducido en su término tan “extraordinariamente” que se ocasionaron “riñas, disturbios y disputas que sin duda hubieran acabado en ruidosas quimeras, golpes, y tal vez muertes si la prudencia y celo de la Justicia no la hubiera contenido”. Palos y palos.

Y sus dimes y diretes y palos y paletes tuvieron los de Camporrobles y Mira. Camporrobles siempre poseyó derechos sobre los recursos forestales de Mira, pues cuando ésta se segregó de Requena, el privilegio de exención municipal sentenció que aquello que fuera común siguiera como tal. Así pues, pasto, leña, teda, gamones y esparto eran extraídos por los camporruteños en término de Mira. Pero esto no venía muy bien a los mireños, ya independientes. Al final, la cosa se puso tiesa. Un día que los camporruteños estaban cortando y llevándose leña en los términos de Mira, como era habitual, aparecieron entre ochenta y cien mireños con varas altas de justicia dando mandobles a mansalva. Los astiles de hacha volando por las cabezas y algún escopetazo. El peor parado fue Martín de Berlanga al que alumbraron algún “cañonazo” (según los testigos) y al que el propio sacerdote de Mira dijo que huyera, mientras el alcalde de Mira animaba a sus paisanos a que le disparasen si emprendía la aconsejada huida. Tuvieron a los de Camporrobles veinticuatro días con sus noches encerrados en el calabozo, casi sin poder sentarse. Pero, lo curioso del caso, es que los camporruteños se preguntaban por qué ahora tanta animosidad contra ellos, mientras los de Mira no se metían con los de Fuenterrobles, ni los de Villargordo, que también tenían acceso y aprovechamiento de los recursos de la foresta de Mira. Los testigos intuían cuál era la razón: el mireño más belicoso había sido José Ferrer, hermano del escribano de Mira, Francisco Ferrer, del que decían que “desde que entró a escribano el dicho Francisco Ferrer ay este ruido de denunziaciones a los moradores de Campo Robles lo que no avía ni se oía en tiempo de Juan Ferrer, su padre que también fue escribano de dicha villa de Mira”. Ya tenemos al chivo expiatorio.

Todas estas rivalidades de proximidad han generado un coplero popular que, de manera menos beligerante que las escopetas y astiles de hacha, también “tiran a dar”. Lo supo ver Sanchis Guarner que en su obra “Els pobles valencians parlen uns d’altres” se acercó a la comarca para recoger algunas de estas maledicencias entre vecinos comarcanos. Hablo de memoria, perdonen los exégetas que con el “confitamiento” no tengo la obra cerca, pero en este libro de los 60 creo haber leído lindezas como esa de “En Caudete, caga y vete” (perdón Vanesa), “En Caudete, mira, corre y vete” o quizás ésta: “En Caudete ricos, en Jaraguas pobres y en la Venta el que tiene come”. Pero don Fermín Pardo, archivo viviente del coplero popular comarcano, me transmite ésta copla (y muchas otras) que le da la vuelta a la supuesta riqueza de los caudeteños: “Caudetillo de las Fuentes, pueblo con muchas ventanas, que se acuestan sin cenar y no es por no tener gana”. Los de Fuenterrobles tenían a los de Caudete por presumidos y les espetaban: “Los mozos de Caudete llevan justillo” (prenda que ciñe el cuerpo a las mujeres).

Y es que la rima viene muy bien para decir aquello que “De Utiel, ni ella, ni él” o “En Requena, mucha gente y poca buena”, que aquí hay balas para todos. Por no salvar, no nos salvamos ni los de la Venta: “En la Venta, ni trato, ni cuenta”. También se nos acusa a los venturreños de poco curiosos: A la entrada de la Venta, lo primero que se ve, son las ventanas abiertas, y las casas sin barrer.” O la que nos decían los de Jaraguas: “Por las calles de la Venta, tiran agua de sardinas, y por eso le llamamos, el pueblo de las gorrinas”. Por no mencionar aquella de “Los muchachos de la Venta, son feos y barrigudos, se arriman a las paredes y echan pedos como burros” (un poquito de por favor).

Don Fermín me transmite otra que me encanta, porque hace un recorrido comarcano sin dejar títere con cabeza, sobre todo al término municipal de Venta del Moro: “Gentes de Casas de Pradas, fanfarria y poco dinero. Pasas a la Venta el Moro y son pizca más o menos. Si te subes a Jaraguas y no te dan de comer, no vayas a Fuenterrobles que allí no te han de poner”.

En Villargordo, como están más esquinados, molestan poco, pero aún se le reserva alguna delicatessen: “Camporrobles, Fuenterrobles,/ Venta del Moro y Caudete,/ dicen que no puede ser / que en Villargordo haya fuente” o “En Villargordo, oídos sordos”. Y hablando con don Fermín se acuerda de ésta: “Arre burro y con serón / de Villargordo son”, pareado que hace referencia a que en Villargordo eran los que proveían de vencejos a la comarca. Y en Hortunas aprovechaban la rima para decir: “La mujer del alcalde de Villargordo, pesa siete quintales sin el mondongo”.

El colmo de la rivalidad es para los eternos antagonistas y se expresa en la famosa frase: “¡Agua, Virgen del Remedio… y piedra para los de Requena!”. Pero, al final, todos iguales, porque el maestro Feliciano Antonio Yeves, que recogió mucho de este coplero comarcano, recordaba ese dicho: – En Requena se “mermura”, en Utiel se habla y “cretica”, lo “mesmo” la gente “probe”, que entre la mediana y rica-.

A las aldeas también se les reserva su apartadito de punzadas porque: “Si vas por las aldeas, pon tu capa donde la veas”. La rivalidad de Jaraguas y Venta del Moro, además de con pedradas, se solventaba con coplas: “Si te casas en Jaraguas, serás mujer de fortuna: irás por agua a la fuente, a caballo en una burra”.

Yo todos los días, hasta que vino la inclaustración, de camino al trabajo paso por Los Ruices con la boca bien callada porque: “Cuando vayas a Los Ruices, piensa muy bien lo que dices”. Para las aldeas utielanas: “En Las Cuevas, Las Casas y Los Corrales, tanto tienes, tanto vales”. Otra conocida es para los veganos (del Magro, no gastronómicos): “Buenos chinos matan en la Vega, pero ellos se los comen”. Y si usted es un mozo casadero y pasa por la aldea venturreña de Las Monjas y decide casarse en Los Antones, te sueltan esta seguidilla: “Te casas en Los Antones, / buena moza te llevas por los cojones”.

“Gente de Hortunas, gente de montón” (no será por nuestro Fermín, ni por Hipólito). Éstas otras hacen un recorrido por las aldeas requenenses: “Serranas en Villar de Olmos, en la Vega ventaneras, en el Campo fanfarronas, señoras Las Pedroneras”. Éstas van para el poeta Juanvi Piqueras y el geógrafo-sabelotodo Juan Piqueras: “Para melones Los Duques, para ceporros el Campo Arcís”. Seamos buenos que está también la versión amable: “En Campo Arcís muchas viñas y muchos azafranares, en La Portera pimpollos y en Los Duques carrascales”. Aquí el albardazo para las Casas de Eufemia: “En Campo Arcís muchas viñas y muchos azafranares y en la Casa Eufemia mozos garricortos y cobardes.”

Despoblados como Los Sardineros, antes de que no quedara “naide”, se les decía: “Allá en Los Sardineros / las hay hermosas, / serán las oliveras, / que no las mozas” (y, efectivamente, lo único que queda son los olivares). La misma copla escuché de las mozas venturreñas comparándolas con las tinajas, a pesar de su belleza (doy fe). En Penén de Albosa, quedan pocos, pero aún les toca, sobre todo a ellas: “Si te casas en Penén y te persigue la estrella, tendrás gorrina y mujer y burra para traer leña.” La misma coplilla se aplicaba al caserío requenense de Benaca. Lo políticamente incorrecto abundaba.

No podía faltar la conocida: “Cuando veas salir humo / de las casas del Pontón / no creas que son tajás / que es cachulí molondrón” que remedan para el antiguo del barrio de la Villa con: “Cuando veas salir humo / de las casas de la Villa, / no creas que son tajadas, / es cachulí con morcilla.”

Pero las aldeas, también “cretican” a las capitales: “En Requena y en Utiel / te quitan hasta la piel;/ y aunque tú no lo creas, / lo dice muchisma gente / de caseríos y aldeas”.

A los serranos cercanos se les guarda alguna: Aliaguilla es muy famosa, / porque han visto esta mañana, / un gorrino y una burra, / repicando las campanas”.

Hay las que salen del ámbito comarcal y engloban a pueblos vecinos como la que viene que posee regustos de análisis lingüístico: “En la Balsa dicen pijo y en Requena dicen odo, en El Rebollar cojones y en Siete Aguas yo te jodo.” Balsa en referencia a la Balsa de Ves.

En La Portera, como tenían cerca a los de la Valle de Ayora, Fermín compiló estas lindezas: “En Almansa gente falsa y en Alpera gente perra, en Ayora cuellilargos, en Jarafuel colmeneros, en Jalance pelarranas y en Cofrentes madereros, la gente más haragana que hay debajo de los cielos”. Ésta que viene recoge tres “lugarcillos” de tres comarcas diferentes aledañas: “Dos Aguas, corral de cabras y Millares de cabritos y en Cofrentes madereros, vaya que tres lugarcitos”

Los de La Manchuela también tienen para entretenerse: “Casas Ibáñez fanfarria y en Fuentealbilla raneros, Villamalea guijosos y en El Herrumblar chichoteros, en Alcahozo los malos, en Villarta los tejeros, en Villalpardo el carbón y en Minglanilla saleros”.

Eso sí, al final: “Viva Chiva y viva Cheste, / viva Requena y Utiel, / las albacoras de Sote / y el chorizo de Teruel” (que vivan).

Felizmente, muchas de estas rivalidades satíricas y jocosas, se han quedado en eso, en coplas y folclor que no debemos perder, aunque también se siguen produciendo sus tiranteces. Buscando fotos del recital poético que el inolvidable, afectivo y recientemente desaparecido Luis Eduardo Aute nos impartió en Requena, me encuentro con fotografías en un blog de un caudeteño que dice no compartir esa manía de sus amigos utielanos con Requena, que a él le gusta mucho la Villa y pasear por la ciudad, aunque esté llena de coches y requenenses. Al final, entre que le gustó el recital y se comió unas chuletas, dijo reconciliarse con Requena con la que, al parecer, había tenido algún “problemilla”. Dicen que bien está lo que bien acaba…

Lo cierto es que no paro de contemplar el trasiego de mascarillas y batas para una y otra parte y eso reconforta y uno no deja de pensar que si no nos cuidamos nosotros, que nos hemos quedado entreverados sin ser de aquí ni de allá, ¿quién nos va a cuidar? Lo dicho, que lo que unió el Cabriel, que nadie lo separe.

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