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LOS COMBATIVOS REQUENENSES // Víctor Manuel Galán Tendero.

Requena (15/10/19)

Las guerras carlistas marcaron el siglo XIX español con intensidad. A las pérdidas humanas y al quebranto material se sumó el impacto psicológico, en forma de intensas vivencias que nutrieron persistentes recuerdos. Las novelas de Pío Baroja rinden cumplido tributo a los que tuvieron que lidiar con tan difícil situación. En Requena no fueron menores los recuerdos y bien entrado nuestro conflictivo siglo XX sus liberales se complacían en presentare como los enemigos implacables de los conservadores de Rafael Marín Lázaro, del carlismo utielano.

Hoy en día ya no se puede sostener tal idea, tal mitología política, de un Utiel carlista de naturaleza basáltica, sin fisuras, después de los magníficos estudios de José Luis Martínez Martínez. Podemos valorar con mayor criterio las alternativas de la primera guerra carlista, que sometió a los habitantes de nuestra comarca a un intenso vaivén.

Requena no gozaba de buena reputación entre las autoridades absolutistas de la Década Ominosa (1823-33), al considerar a su vecindario demasiado inclinado al liberalismo. Los mandamases locales en nombre del rey tuvieron un comportamiento más cauteloso ante el inminente fallecimiento del cambiante Fernando VII. No desobedecieron a la corte y cuando los partidarios de la jovencísima Isabel II se hicieron con la situación siguieron su causa. Así lo hizo Domingo Omlín, subdelegado de policía y comandante de las armas de Requena, en un tiempo de fuertes desconfianzas en las filas de unas fuerzas armadas harto divididas en los años pasados. El absolutismo cenital de Fernando VII, temeroso de los generales liberales y de los voluntarios realistas, había promovido una oficialidad más obediente y reducida en la medida de las posibilidades.

El 21 de noviembre de 1833 la voz de don Domingo se hizo sentir en el pleno municipal, donde se habló de atajar la entrada en este país de los enemigos del reposo público, que ocupaban Liria y Villar del Arzobispo. Con tales colores se pintaba a los carlistas, acusados de atacar los legítimos derechos de la reina y de cometer excesos y atropellos, según denunció el alcalde mayor de Chelva.

Se abordó, en consecuencia, la liberación del vecindario de Chelva, cuando la llamada Facción amenazaba la provincia de Valencia y la de Cuenca, donde se encontraba entonces Requena. El temor a que se unieran a los carlistas  los quinientos presidiarios de la carretera de las Cabrillas o Cabrejas aceleró los preparativos. Se optó por armar a los vecinos honrados bajo jefes señalados, pues el temor a la disidencia social y política no era escasa. Salieron unos ochenta decididos requenenses para Chelva, según se consignó con orgullo en las actas municipales, y se escribió a Utiel para que siguiera el mismo proceder. La guerra, más que en nombre de la Libertad a la francesa, parecía encararse con ideas de legitimidad, orden y responsabilidad municipal propias de los tiempos de la católica doña Isabel, reverenciado modelo de los políticos coetáneos.

Se requerían imperativamente, por desgracia, unos 2.000 reales para todos los gastos, que se decidieron tomar del sufrido Pósito, que quebraría durante la primera Carlistada. Llenos de orgullo local, los prohombres requenenses todavía no alcanzaban a ver los enormes gastos que comportaría la defensa de los derechos de la reina niña.

La toma de partido de localidades como Requena fue esencial, privando al carlismo del apoyo institucional del que gozó en los territorios vasco-navarros. Entre nosotros, la causa liberal (expresada cada vez más en términos inequívocos) se benefició además del cansancio de la oligarquía con un absolutismo que todo lo reducía a meras consultas de poco calado, a través de la dirigida Chancillería de Granada, mermando en demasía la preciada autonomía municipal, algo que también supo captar su político subdelegado de policía a la hora de actuar con decisión. Saber elegir era esencial para saber ganar.

ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE REQUENA.

Libro de actas municipales de 1831-1839, nº 2729.

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