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Cuaderno de Campo. La Naturaleza en la Meseta de Requena-Utiel
Javier Armero Iranzo   /   25 de julio de 2017

Veinticinco de julio, día de Santiago; patrón de España. Estamos metidos de lleno en el verano y bien que se nota en el ambiente. Hace un calor sofocante y si queremos disfrutar de la naturaleza conviene aprovechar al máximo las primeras horas o últimas del día. O al menos en aquellos paisajes campestres o de monte que es de lo que hemos venido tratando en estos Cuadernos de Campo en tantas y tantas semanas.

Pero este ensayo, y los dos que corresponden al mes de agosto, tienen algo diferente. En ellos se va a hablar de los peces; un grupo taxonómico de animales vertebrados de los que aún no nos habíamos detenido y que habitan unos de los pocos medios que se salvan del infierno estival.

Característicos habitantes de ríos y embalses, su contemplación y estudio puede continuarse igualmente en estas fechas de tanto calor. Incluso se podría decir que, precisamente, estas duras condiciones atmosféricas invitan al chapuzón en aquellos lugares donde estos animales viven, cosa que nos va a facilitar descubrirlos de la manera más refrescante posible.

Pero antes que nada quizás conviene situar aquellos medios fluviales o de aguas embalsadas más importantes en la Meseta de Requena-Utiel, o de su entorno inmediato, para poder aprovechar de la mejor manera posible la reseña sobre estos animales tan característicos.

Hay cuatro cursos fluviales de primer orden en la comarca: los ríos Cabriel y Magro, sendos afluentes del Júcar; y el Regajo y el Reatillo, mucho más pequeños y tributarios ambos del otro gran curso provincial: el Turia.

El río Cabriel cuenta con alrededor de un centenar de kilómetros de longitud en nuestra comarca; desde la presa de Contreras en el término de Villargordo del Cabriel hasta pasada la pedanía requenense de Casas del Río, unos pocos kilómetros río arriba de su confluencia con el Júcar en el embalse de Embarcaderos.

Por su longitud, caudal y calidad de aguas es el curso fluvial más importante de todo en el ámbito de Requena-Utiel; y sin lugar a dudas también es uno de los más destacados a nivel provincial. Su riqueza piscícola es considerable y, afortunadamente, aún conserva taxones de valores indiscutibles desde el punto de vista de la conservación. No obstante, la densidad en biomasa ha disminuido considerablemente en los últimos tiempos.

Sus cristalinas aguas discurren por un marcado valle situado entre 300 y 400 metros por debajo del nivel de la meseta comarcal. Recibe las aguas de distintos barrancos de las Derrubiadas y de sierras como La Monterilla, o del Asno, entre otras. En su red hidrográfica destacan por sus aguas permanentes el barranco de las Salinas de Hórtola y, sobre todo, el complejo de las ramblas Albosa-Alcantarilla-Los Morenos, que en su confluencia final pasa a denominarse rambla Caballero.

El Cabriel es un curso tributario del Júcar, como lo es también el río Magro. Verdadero eje vertebrador de una comarca bicéfala en relación a su capitalidad (Requena y Utiel), paradójicamente el Magro es un río casi olvidado por sus propios vecinos, que le han dado la espalda durante muchas décadas ocasionando una degradación tremenda de sus riberas y de sus propias aguas.

Para mí el Magro, sin embargo, es el río de la vida. Su riqueza biológica, a pesar del lamentable estado de abandono a que ha estado sometido, es tremenda; y también en relación a su ictiofauna. Ojalá ensayos como el de hoy ayuden a dar a conocer, y sobre todo a valorar, espacios naturales como este y de los que utielanos y requenenses deberían sentirse orgullosos.

Su caudal se hace evidente ya en Caudete de las Fuentes, aunque allí se le conoce como  río Madre. Toma el nombre de Magro (u Oleana, como se le conocía antiguamente) tras juntar su cauce con el de la rambla de La Torre en las afueras de Utiel, en el paraje conocido como El Sebillar. Su modesto caudal discurre por la vega de sedimentos cuaternarios en la que se encuentran aldeas como Calderón, San Juan, San Antonio, Barrio Arroyo, Roma, El Derramador, El Azagador y El Pontón, hasta llegar a las inmediaciones del mismo casco urbano de Requena.

A partir de aquí, concretamente en la ermita de San Blas, se encajona entre paredones cretácicos hasta volver a ensanchar su valle en la pedanía de Hortunas. Poco después vuelve a zigzaguear siguiendo las quebradas faldas de la imponente sierra Martés hasta salir de la demarcación comarcal aguas debajo de la Fuente de la Canaleja, en el bonito paraje de El Hinojar.  Algo más abajo, pasados los parajes de Tabarla y la confluencia con el límpido Mijares, se embalsa en Forata.

Por su parte, el río Reatillo es un bonito ejemplo de riachuelo de media montaña mediterránea que nace en las inmediaciones de las aldeas requenenses de La Cañada y Villar de Olmos y que, después de un corto pero espectacular recorrido encajado entre cantiles y barrancazos, vierte sus aguas en el cherano embalse del Buseo. Tributario del río Turia, se une con él en las inmediaciones de Chulilla, no sin pasar antes por las cercanías de Sot de Chera de donde toma su segunda denominación (río Sot).

También afluente del río Turia y de fisonomía muy parecida tenemos al Regajo, que discurre por la mitad septentrional del municipio de Sinarcas. En realidad, el cauce entra desde el término de Talayuelas por las inmediaciones del Campo de las Herrerías y de Las Hoyuelas, parajes situados a ambos lados del estrecho desfiladero. Durante algo más de diez kilómetros recorre un angosto valle dominado por pinares hasta que pasado el caserío del Charco Negro entra al término de Benagéber, por el que continuará algo más antes de confluir con el Turia, en un paraje encharcado por las aguas del embalse del mismo nombre.

Y en estos ríos y en estos embalses viven peces; animales de los que hablamos a continuación. Vamos a conocerlos.

Los peces son un peculiar tipo de vertebrados íntimamente ligados a los medios acuáticos. Tanto es así que sus características anatómicas y fisiológicas están perfectamente diseñadas para prosperar en el agua. Así, para posibilitar la natación presentan un cuerpo, normalmente fusiforme, cubierto de escamas dérmicas y provisto de aletas.

Son animales que respiran bajo el agua mediante eficaces branquias. Son típicamente ectotermos, lo que quiere decir que su temperatura interna depende de la que se da en el medio donde viven. En lo que respecta a su ciclo biológico cabe recordar que tienen fecundación externa, que son ovíparos (o al menos los que tenemos en la comarca, a excepción de la gambusia que es ovovivípara) y que su desarrollo postembrionario es directo.

En la Meseta de Requena-Utiel existen un total de 18 especies de peces que se pueden distinguir fácilmente unas de otras por diversos detalles anatómicos. Por citar algunos más evidentes cabe destacar la variedad de morfologías y tamaños relativos; el diferente diseño de sus aletas, especialmente la caudal;  y la posición de la boca con respecto a la cabeza y que está condicionada por el distinto modo de alimentarse en el agua: posición terminal en unos, como las truchas; en otros súpera como en los lucios; o ínfera como en los barbos, por citar algunos ejemplos bien conocidos.

Pero este alto número de peces distintos viene condicionado, paradójicamente, por una presencia mayor de especies exóticas que autóctonas, lo que evidencia una problemática de conservación tremenda si la comparamos con otros grupos taxonómicos de nuestra fauna. Lamentablemente se han llegado a citar hasta 10 especies de peces en nuestra comarca que no son propios de sus ecosistemas acuáticos y que por razones relacionadas con el fomento de la pesca deportiva, principalmente, han llegado a colonizarlos poniendo en serio peligro aquellas otras que son nativas y que habitan aquí tras un largo proceso de adaptación al medio y evolución.

Así, apenas contamos con 8 especies autóctonos cuyas poblaciones se ven amenazadas seriamente por la incorporación de taxones foráneos. En concreto contamos aún en determinados cauces con la presencia de la anguila Anguilla anguilla, la trucha común Salmo trutta, el barbo mediterráneo Luciobarbus guiraonis, el barbo colirrojo Barbus haasi, la loina o madrilla

del Júcar Parachondrostoma arrigonis, la madrija o madrilla del Turia Parachondrostoma turiense, el cacho Squalius valentinus y el fraile o blenio de río Salaria fluviatilis.

Las especies exóticas, desgraciadamente, son ya mayoría. En concreto se sabe que en el ámbito comarcal aparecen los siguientes peces, propios de otras latitudes o incluso de otros continentes: la trucha arco-iris Oncorhynchus mykiss, el lucio Esox lucius, el alburno Alburnus alburnus, el carpín rojo Carassius auratus, la carpa Cyprinus carpio, el gobio Gobio lozanoi, la gambusia Gambusia holbrooki, la perca sol Lepomis gibbosus, la perca americana o black-bass Micropterus salmoides y la lucioperca Sander lucioperca.

Está claro que la utilización de los ríos por los seres humanos es muy antigua. Ya en los albores de la humanidad los primeros asentamientos y núcleos de población se fueron dando a orillas de los principales cursos fluviales del mundo. De ellos se aprovechaba todo. Sus aguas les servía, y les sirve, tanto para abastecer a las poblaciones como a los campos de cultivo que proliferaban en sus fértiles vegas. Los sotos ribereños producían y producen los pastos y el frescor que el ganado necesitaba, especialmente en períodos estivales y/o de sequía.

Y con el tiempo y con el espectacular desarrollo tecnológico e industrial de las últimas centurias, los ríos y sus aguas han servido también como elementos fundamentales en la producción industrial, y desgraciadamente también para la circulación y evacuación de sus residuos. Pero nuevas afecciones son hoy contundentes realidades que condicionan la biodiversidad natural de sus aguas.

Así la excesiva regulación de los cursos fluviales con fines agrícolas o hidroeléctricos de las últimas décadas condiciona negativamente su riqueza y naturalidad. Las razones estriban, principalmente, en la construcción de presas que transforman profundamente los paisajes ribereños, y en la drástica alteración del régimen hidrológico que afecta severamente a los ciclos y procesos naturales que se dan en los cauces,

Nuevos tiempos y nuevas afecciones. La suelta indiscriminada de especies alóctonas por parte de pescadores que no entienden que su decisión pone en serio peligro el delicado equilibrio ecológico de estos medios pone la puntilla a una valiosa comunidad faunística, y en especial, ictiológica que a duras penas llega a la actualidad.

Y nuestros ríos no se escapan de esa tónica general; más bien, al contrario. Especialmente se nota en el Magro, cuya vega ha sido tradicionalmente ocupada por nuestros antepasados desde mucho tiempo antes de que la ibérica Kelin acuñara moneda propia allá por lo que hoy es Caudete de las Fuentes. Pero también en los otros cauces de la comarca, muy afectados por la regulación de sus aguas por las presas de Contreras y Embarcaderos, en el Cabriel; del Buseo, en el Reatillo; y de Benagéber, en el Turia, y que de alguna manera (especialmente en el caso de la proliferación de especies foráneas) afecta a uno de sus ríos que van a parar a él, como es el caso del Regajo.

Pocas personas saben hoy que en nuestra comarca habita todavía una especie endémica catalogada como En Peligro de Extinción, y que sus exiguas poblaciones mundiales quedan recluidas mayoritariamente al río Cabriel a su paso por la Meseta de Requena-Utiel. Se trata de la loina o madrilla del Júcar, por ser este río y su cuenca hidrográfica su área natural de distribución. Tan en serio trance de desaparición como el mediático lince ibérico Lynx pardinus que tantas y tantas páginas, merecidamente por supuesto, ocupa en la prensa tanto especializada como general.

Y tampoco es conocido por casi nadie, que otro raro pez a nivel nacional, en este caso el fraile o blenio de río, mantiene en nuestro Cabriel posiblemente sus mayores densidades ibéricas. Y ello son sólo algunas de las consideraciones que sitúan en el centro del interés científico y medioambiental algunos aspectos de la ictiología comarcal.

En los siguientes artículos del Cuaderno de Campo trataremos de profundizar más en estos asuntos que, a buen seguro sorprenderán a más de un lector y ojalá lleguen a sensibilizarnos a todos de la situación actual y problemática que afecta a este interesante pero desconocido grupo de animales.

Mientras tanto sugiero un paseo por las riberas de nuestros ríos por si vemos alguna de estas criaturas y, ¿por qué no?, un agradable baño en algún tollo de sus refrescantes aguas.

Dedicado al personal del Centro de Conservación de Especies Dulceacuícolas de la Comunitat Valenciana situado en El Palmar, en especial a Pilar, Jesús, Pepe y Toni, por su trabajo en favor de la fauna acuática valenciana y por los buenos ratos que hemos pasado juntos.

JAVIER ARMERO IRANZO

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