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LOS COMBATIVOS REQUENENSES. /Víctor Manuel Galán Tendero

                El patrón de la Requena del Antiguo Régimen, como es bien sabido, fue San Julián, celebrado entonces cada 7 de enero con no poca devoción y respeto. Tenía a bien el municipio asignarle una cierta cantidad para su celebración, pese a todas las apreturas económicas habituales, pues el santo había combatido según la tradición contra los de don Álvaro de Mendoza, cuando éste todavía no era conde de Castrogeriz. Gracias a su providencial aparición Requena no dejó de ser una villa de realengo.

Las apariciones celestiales son una constante en las guerras libradas por los cristianos. Constantino el Grande fue honrado con tales en la batalla del Puente Milvio, según la tradición, y los conquistadores españoles de América a veces también dijeron haber visto al mismísimo Santiago Apóstol lanzándose al combate. Los actuales historiadores, con independencia de sus creencias más personales, lo interpretan como una muestra de la mentalidad de la época, en la que floreció la idea de la Cruzada con el andar del tiempo.

Desde el siglo XVI, al menos, tenemos constancia del patronazgo de San Julián. Si de las esferas celestiales bajamos a la cruda realidad es dable preguntarse quién lo inspiró.

En 1464 el inquieto marqués de Villena movió guerra contra la autoridad del impotente Enrique IV, que tuvo en estas lides la ayuda del obispo de Cuenca Lope de Barrientos. Ruy Díaz de Mendoza tomó entonces partido por el de Villena, lo que no le impidió recibir el pleito homenaje en la iglesia de San Nicolás de los representantes de Requena el 16 de junio de 1465. Nuestra villa había pasado a formar parte de sus señoríos. A río revuelto, ganancia de pescadores. Los nobles alternaban la obediencia con la resistencia para escalar posiciones y arrancar los mayores honores y las más acrecidas rentas.

El hijo de Ruy, Álvaro, se hizo cargo de los asuntos del señorío de Requena, pero a fines de 1466 parte de sus vecinos habían tomado las armas contra él. Pretendían reintegrarse al realengo. Una verdadera guerra civil, la de don Álvaro de Mendoza, estalló en Requena.

A 4 de enero de 1467 Enrique IV ordenó a los concejos y a las hermandades del obispado de Cuenca que auxiliaran a los requenenses favorables a la reintegración. Como el obispo Lope de Barrientos había caído prisionero en batalla, fue su provisor Alfonso García de San Felices el encargado de acudir a Requena.

Maestreescuela de Calahorra y hombre de formación intelectual, don Alfonso fue un hombre determinado, pues en aquella Castilla no anduvo reñida la espada con la pluma. Entre el 21 y el 23 de enero de 1467 intimó la rendición de los mendocinos de la fortaleza desde el torrejón del palenque cercano al castillo, punto en el que según la tradición apareció San Julián.

San Julián, según la erudición del siglo XVI, fue el segundo obispo de Cuenca que antes de ocupar tal dignidad también fue provisor del arzobispado de Toledo en los tiempos de la derrota de Alfonso VIII de Castilla frente a los almohades en Alarcos (1195). Don Alfonso no dejaría de sentirse identificado con él tanto por su situación como por posición. Más tarde su recuerdo se desvanecería, en consonancia con el ostracismo que padecería, y la figura del santo se identificaría con los años con la de San Julián de Antioquía, fundador de una hospedería junto a un río para expiar la muerte accidental de sus padres.

Al final el de Mendoza perdería su señorío sobre Requena, que también tuvo que vérselas con el marqués de Villena antes de reintegrarse con toda plenitud al realengo. Don Alfonso, el otro San Julián, tuvo que arrostrar años difíciles, pues hasta la primavera de 1477 no consiguió que se le dejara entrar en la ciudad de Cuenca a instancias de doña Isabel y don Fernando. Eso sí, carente de toda dignidad eclesiástica. Ya se sabe que las existencias de los santos están hechas para el martirio.

Fuentes.

Colección Pérez Carrasco, Referencia 2º/2.

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