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Requena (16/04/18). LOS COMBATIVOS REQUENENSES. Víctor Manuel Galán Tendero.

La neutral Suiza, de verdes prados entre montañas y acaudaladas entidades bancarias, evoca frecuentemente hoy en día una imagen plácida, casi alejada de las complicaciones del mundo de los seres humanos, aunque la terca realidad es siempre más compleja. La Confederación Suiza, ensalzada con figuras como la de Guillermo Tell, se desgajó del Sacro Imperio tras no pocas luchas a partir del siglo XIII, y sus labradores y pastores conformaron una magnífica cantera de soldados de infantería, disciplinados y bien entrenados para combatir en formaciones cerradas de piqueros capaces de quebrar los ímpetus de las cargas de caballería.

Semejante destreza, junto a la necesidad de ganar dinero, los llevó a alquilar sus temibles servicios como mercenarios a distintos reyes y potentados europeos. Se considera que la ciudad de Zurich inició este proceso al contratar a los montañeses para sus guerras particulares, al modo de las comunas italianas con fuerzas asoldadas. En la batalla de Sempach (1386) las nuevas unidades suizas aniquilaron a los caballeros austriacos, ganando un justificado prestigio, que supo canalizar como alta contratista la Dieta de la Confederación. Al vencer a Carlos el Temerario de Borgoña en 1476-77 lograron un enorme prestigio, casi de nuevos soldados romanos según los gustos humanistas coetáneos. Luis XI de Francia los prefirió a sus fuerzas de arqueros, y los Pontífices los convirtieron en sus guardianes más diestros.

Los métodos de los suizos fueron adoptados por otros ejércitos, como los de Maximiliano de Habsburgo (el abuelo paterno de Carlos V). No obstante, los ejércitos de los Austrias de Viena y de Madrid incluyeron entre sus efectivos las unidades de mercenarios de Suiza. Durante las guerras del siglo XVII, como la de los Treinta Años (1618-48), sus servicios fueron requeridos por potencias como la Monarquía hispánica, cuando el enrolamiento de soldados se resentía en tierras castellanas y los Tercios Provinciales no cumplieron las expectativas depositadas en los mismos.

Los esgüízaros y grisones (oficialmente católicos de Suiza) formaron en los Tercios Extranjeros de las Naciones. Entre 1664 y 1665 distintas unidades de esta procedencia desembarcaron en localidades valencianas, como la de Alicante, donde algunos de ellos tuvieron que ser atendidos con no poco coste en el Hospital de San Juan de Dios. Finalizado temporalmente el largo conflicto con Francia y concluida la guerra en Cataluña, los suizos iban a combatir por Felipe IV por recuperar infructuosamente Portugal, desgajado de facto desde 1640 de la Monarquía hispánica y ya con un gobierno aceptado por los rivales de España.

El 7 de febrero de 1665 se recibió en Requena, en la ruta militar española, la orden del virrey de Valencia de dispensar abastecimiento y alimentos a los suizos que venían del reino. A 11 de marzo llegó a Siete Aguas un regimiento de los suyos, cuya vanguardia de seis compañías (como la capitana de Pedro Planta) alcanzaría la raya de Castilla cuatro días después. Las cinco restantes, mandadas por su teniente coronel, llegaron al día siguiente.

En Requena se dispusieron, según los usos de la época, comisarios para que alcanzaran el frente portugués, facilitándoles la peliaguda provisión y evitando deserciones y altercados. Tales menesteres fueron una carga para los requenenses del XVII, añadida a la severa presión fiscal, cuyos esfuerzos no fueron debidamente recompensados de ninguna de las maneras. Tentados por el pago en monedas de plata, en lugar de las de vellón, por las autoridades portuguesas auxiliadas por los ingleses, los suizos se cambiaron de bando. La asistencia requenense fue en balde.

ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE REQUENA.

Actas municipales de 1660 a 1669, nº 3270.

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