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Cuaderno de Campo. La Naturaleza en la Meseta de Requena-Utiel

Javier Armero Iranzo   /   30/08/19

Nos encontramos aún en pleno verano. Las temperaturas hacia mediodía todavía superan los 30 grados centígrados y cabe madrugar mucho o bien salir al anochecer para poder disfrutar de nuestra naturaleza más cercana. Es lo que tiene el clima mediterráneo de interior en esta época; días largos y tórridos pero que acaban en tardes frescas y agradables que invitan al paseo, al menos cuando sopla el solano.

Teniendo en cuenta la climatología de estas fechas se proponen dos ensayos consecutivos para conocer mejor uno de los espacios naturales más refrescantes de la comarca, pero también más valiosos desde el punto de vista de su biodiversidad: el río Reatillo. Un recorrido a pie a primera hora de la mañana por alguna de sus riberas en busca de sus valores naturales más interesantes puede complementarse con un chapuzón en sus limpias aguas cuando el sol calienta ya de pleno.

El Reatillo constituye un magnífico ejemplo de riachuelo de la media montaña mediterránea. En sus escasos treinta y cinco  kilómetros de recorrido ofrece una variada y completa biocenosis que se distribuye en un biotopo realmente espectacular, rico en abruptos barrancos y bonitos parajes que merece la pena descubrir.

De hecho su pequeña cuenca hidrográfica, por su reconocida importancia natural, está incluida en parte en algunas figuras de protección como son la Zona de Especial Conservación de la Sierra del Negrete, la Zona de Especial Protección para las Aves del Alto Turia y Sierra del Negrete, y el Parque Natural de Chera-Sot de Chera.

Desde luego un lugar muy recomendable para recorrer, explorar y valorar dotado de una naturaleza generosa que cabe admirar y cuidar.

El río Reatillo empieza a llevar agua ya en el término municipal de Chelva, en las cercanías de la pedanía de Villar de Tejas. Concretamente en la vaguada denominada con el mismo topónimo de Reatillo. Un bonito paraje al que se acede cómodamente por una pista forestal que sale del caserío del Mas de Cholla, junto a la carretera local de Villar de Olmos (Requena) a la casa de Medina (Utiel), y que lleva al mismo pico Ropé en Chera.

No obstante, al poco de su recorrido, el agua se va infiltrando en el terreno y cuando el cauce entra ya en término de Requena, a la altura de su confluencia con el barranco de Las Hoyuelas y cerca de la aldea de La Cañada, el río está seco. O al menos lo está habitualmente, presentando un cierto caudal únicamente en periodo de fuertes lluvias.

El cauce vuelve a tener agua, ya permanentemente en la mayoría de años, a la altura de la pedanía de Villar de Olmos. Allí hay un bonito enclave denominado el Charco de las Anguilas, flanqueado por grandes paredones calizos, en el que conviene detenerse. Las aguas se remansan en un tollo bajo el mismo cantil. Se accede fácilmente por un camino que sale desde el mismo pueblo, pero salvando un par de curvas con fuerte desnivel descendente. En las laderas de umbría se dan las condiciones para que crezca una vegetación ciertamente interesante entre la que destacan retazos de un bosquete de arces (Acer granatense) que le da importancia local al paraje por su relativa escasez en otros puntos de la comarca.

 

Detalle de un arce en las cercanías del cauce del Reatillo, en el Charco de las Anguilas (Villar de Olmos-Requena). Javier Armero.

Un poco más abajo el Reatillo recibe los eventuales aportes hídricos del barranco Donera, que circunda el caserío de Villar de Olmos. Precisamente el paso de este pequeño cauce por los huertos y bancales del pueblo sirve para que un soto arbustivo y arbóreo en forma de zarzales (Rubus ulmifolius), rosales silvestres (Rosa canina), espinos albares (Crataegus monogyna), chopos (Populus nigra), higueras (Ficus carica), hiedras (Hedera helix), cerezos (Prunus avium) y olmos (Ulmus minor) crezca allí. Y esa arboleda caducifolia proporciona alimento y refugio a una comunidad de aves bastante completa. Allí destacan en invierno los zorzales alirrojos (Turdus iliacus), los picogordos (Coccothraustes coccothraustes), o los lúganos (Carduelis spinus)  entre otras especies, mientras que en época de cría aparecen aves escasas en otros lugares como los torcecuellos (Jynx torquilla), las currucas capirotadas (Sylvia atricapilla) o incluso las más raras currucas mirlonas (Sylvia hortensis), por ejemplo. En el paso migratorio muchas aves también recalan aquí para descansar y coger fuerzas. Es muy habitual, pues, en los meses de abril y mayo, y luego también agosto y septiembre, ver papamoscas grises (Muscicapa striata) y cerrojillos (Ficedula hypoleuca), mosquiteros musicales (Philloscopus trochilus), colirrojos reales (Phoenicurus phoenicurus) y otras especies exclusivamente migrantes.

El río Reatillo continúa su discurrir atravesando ahora laderas empinadas y dejando a los lados algún escarpe rocoso. De entre estos destaca el de Cueva Sarnosa o el del Charco Oscuro. Todos estos cintos son muy apropiados para un tipo de aves de requerimientos muy especiales: las aves rupícolas. Roqueros solitarios (Monticola solitarius), colirrojos tizones (Phoenicurus ochruros) o gorriones chillones (Petronia petronia), entre otras, que utilizan las oquedades de las paredes verticales para nidificar.

Más abajo el río deja un lecho de rocas entre las que se camina con gran dificultad. Allí el monte es rico en matorral donde durante la invernada llega a abundar un pájaro venido del norte: el acentor común (Prunella modularis). Es un verdadero entretenimiento descubrir estas discretas aves cómo se mueven entre los brezos (Erica multiflora), enebros (Juniperus oxycedrus) y sabinas (Juniperus phoenicea) de las laderas, especialmente de umbría. Aves, que hay que recordar, que no son demasiado comunes en la geografía comarcal. Unos característicos silbidos constituyen la pista que se necesita para buscarlos entre lo más espeso del estrato arbustivo.

Hay un barranco que viene desde la parte occidental que merece la pena destacarlo por la magnífica cobertura forestal que mantiene; es el de Porrúnchez. En sus laderas crece un pinar espeso y maduro de Pinus halepensis que cobija a una excelente representación de aves forestales, desde los pequeños chochines (Troglodytes troglodytes) y reyezuelos listados (Regulus ignicapilla), hasta los propios azores (Accipiter gentilis) que utilizan los árboles más viejos para construir sus nidos, pasando por los abundantísimos carboneros garrapinos (Periparus ater), herrerillos capuchinos (Lophophanes cristatus) o los mitos (Aegithalos caudatus). En época de cría, gracias a sus reclamos de celo, se detectan también con facilidad pájaros estivales como los mosquiteros papialbos (Phylloscopus bonelli), cuyas densidades aquí son de las más altas de toda la comarca.

El lobo desapareció de estas montañas hace casi un siglo. José Ventura.

Justo al otro lado del río existe una vieja casa de labor, prácticamente en ruinas, cuyo topónimo evoca épocas pasadas: El Lobero. Una construcción en medio de un paisaje precioso desde el que se ve allá abajo el valle del Reatillo, rodeado de montes por todos los sitios.

Vaya lugar. Y vaya nombre. Uno cuando ve estos andurriales los imagina con los lobos campando por ellos. Al acecho de los corzos (Capreolus capreolus) o de las cabras monteses (Capra pyrenaica). O de los ciervos (Cervus elaphus), o incluso de las ovejas de algún pastor que se echaba al monte días y días sin ver a nadie. Ha pasado ya casi un siglo desde que los lobos desaparecieran de estos montes, precisamente por la persecución de los loberos a los que se les pagaba para exterminarlos con todo tipo de artilugios (cepos, veneno, escopetas,..).

Los tiempos han cambiado mucho y hoy estos animales probablemente tendrían aquí, y en toda la Meseta de Requena-Utiel, una convivencia más tranquila con el ser humano de la que tuvieron entonces. Hoy vuelve a haber corzos, ciervos y cabras monteses en el monte. El jabalí es, indudablemente, mucho más abundante aquí que hace un siglo (cuando prácticamente ni los hombres del campo lo conocían). Los conejos localmente se han hecho, muy numerosos. Y ganados extensivos, por el contrario, cada vez hay menos. Ojalá vuelva el lobo. El gran proscrito, ojalá vuelva al río Reatillo; al río Lobo (como también se le conocía antiguamente).

Justo por encima del Lobero aparece un hito en el paisaje que se ve bien desde muy lejos. Inconfundible, con un espectacular relieve acantilado en su vertiente sur, el Cinco Pinos con sus 1.177 metros corona el valle del Reatillo por este sector. Sirve también de frontera entre términos pues aquí confluyen Requena, Chera y Loriguilla. De sus laderas pobladas matorral y pinares de rodeno se cierne habitualmente una pareja de águilas culebreras (Circaetus gallicus) que pone la guinda a un paisaje excepcional.

A poca distancia del Lobero, un estrechamiento anuncia el paso por los cantiles de Peñas Altas, uno de los parajes más impresionantes del desfiladero del Reatillo. Unas moles de caliza caen verticalmente contra las riberas. A escasa altura del suelo se descubren unos extraplomados repletos de nidos de avión común (Delichon urbicum). Probablemente la mayor colonia de cría de toda la Meseta de Requena-Utiel, y quizás también una de las más importantes de todo el interior valenciano está aquí. En un censo que pude hacer en 2005 llegué a contar nada menos que 187 nidos activos en plena época de cría. Una maravilla. Hoy, lamentablemente, el acceso al paraje está restringido por el propietario de la finca y no sé cómo le irán a las aves por allí ahora.

Instalación de un vallado cinegético junto al cantil de Peñas Altas. Desgraciadamente el acceso a estos parajes está muy dificultado por las verjas. Ja

Los aviones comunes originariamente criaban exclusivamente en cortados naturales. Pero durante el Neolítico el ser humano se hizo sedentario y se fue asentando en pueblos; entonces los aviones empezaron a criar al abrigo de sus edificios, como si de paredes naturales se tratara. Actualmente cualquiera de nuestras aldeas o pueblos de la comarca alberga en sus casas o fincas nidos de avión común bajo los aleros y balcones; pero antiguamente sólo lo hacían en riscos como el de Peñas Altas.

En este escarpado lugar también hay otras aves de interés. Por ejemplo allí todavía cría alguna pareja de la rara ya paloma zurita (Columba oenas), en grave proceso de declive demográfico a nivel provincial. También hay que destacar las colonias de vencejo real (Tachymarptis melba) y de vencejo común (Apus apus) en las fisuras de los cantiles, o la presencia, muy poco habitual en la comarca, de una especie rupícola e inconfundible: la collalba negra (Oenanthe leucura). Un pájaro de plumaje totalmente negro a excepción de gran parte de la cola que es llamativamente blanca. Un ave peculiar que acarrea piedras al nido y que ha traído de cabeza a ornitólogos de toda España tratando de averiguar la razón de este hecho tan curioso.

El vencejo real es un ave muy escasa en la comarca y que encuentra en Peñas Altas uno de los pocos lugares adecuados para nidificar. Javier Armero.

Cuántas cosas de interés tiene este cauce, y apenas se ha descrito una parte. Llegando ya a la carretera local que une Requena con Chera el valle se abre algo y da paso a un soto fluvial bien vegetado. Allí, al refugio de álamos blancos (Populus alba), nogales (Juglans regia), sauces (Salix sp.) y otros árboles de hoja caduca abundan aves como las oropéndolas (Oriolus oriolus), los picos picapinos (Dendrocopos major) o los pitos reales (Picus sharpei). A cada cual más bonita. Son especies que llaman mucho la atención por su diseño de plumaje, por sus característicos reclamos y por su comportamiento.

Pasear a orillas del río a primeras horas del día es ciertamente agradable aquí. El frescor del paraje, la belleza de las aguas y los cantos de las aves hacen disfrutar de la naturaleza no sólo al experto o al científico sino a cualquier persona que tiene sensibilidad y curiosidad por conocer. Si uno está atento a cualquier movimiento o cualquier sonido entrará en un mundo de sensaciones realmente fascinante.

Se dará cuenta de que en su entorno se presenta una completa comunidad de seres vivos perfectamente adaptada a las peculiaridades del medio. Y de que hay una perfecta armonía entre ellos que es fácil de sentir. Se pueden fijar en la variedad de libélulas y caballitos del diablo que pululan a orillas de las aguas y de cómo acechan y tratan de capturar a otros insectos para comérselos. Podrán detectar que los ruidos que vienen de la hojarasca de la chopera lo producen las lagartijas colilargas (Psammodromus algirus) cuando se desplazan. O que bajo las rocas grandes o troncos caídos viven muchas y desconocidas especies de pequeños insectos y moluscos.

O que no todos los cantos que proceden de los árboles son iguales. En realidad no cuesta mucho dar con sus autores si se tiene algo de paciencia y se cuenta con unos prismáticos. Por estas choperas canta el pinzón (Fringilla coelebs), el verderón común (Chloris chloris) y el verdecillo (Serinus serinus), y cada uno de ellos lo hace a su manera. Tres pájaros muy bonitos pero a la vez muy comunes en la zona. En el matorral cuesta más descubrir a la curruca rabilarga (Sylvia undata) ya que se esconde hábilmente entre las aliagas (Ulex parviflorus) y romeros (Rosmarinus officinalis). Sin embargo no es tan difícil dar con la tarabilla (Saxicola rubicola), ya que se suele colocar en la punta de los arbustos haciéndose así notar al resto de congéneres.

La rana común habita los tollos y remansos del Reatillo. Javier Armero.

Y si nos asomamos al río, la lista de objetivos se dispara. Podemos ver los diferentes tipos de peces que se dan por aquí y que sirven de comida a un habitante muy especial: la nutria (Lutra lutra). Recién aparecida en el curso fluvial tras su desaparición hacia la segunda parte del siglo pasado, hoy la nutria le da más grandeza si cabe a nuestro pequeño cauce. Sus visibles excrementos depositados en una roca sobresaliente de las orillas o bajo el mismo puente nos avisará de que este tramo está ocupado por ella.  Por cierto, que uno de los peces más valiosos del Reatillo por su condición de endémico de la cuenca hidrográfica es la loina del Turia (Parachondrostoma turiense); un objetivo más a descubrir.

Por otro lado, no es nada complicado ver algún anfibio en el agua, aunque para eso habrá que dedicar un poco más de tiempo y fijarse en algunos detalles distintivos. Aquí en el Reatillo se pueden llegar a ver ranas comunes (Pelophylax perezi), sapos comunes (Bufo spinosus), sapos corredores (Epidalea calamita), sapillos moteados (Pelodytes punctatus) y sapos parteros (Alytes obstetricans).

Incluso si hay suerte se podría descubrir alguno de los últimos galápagos leprosos (Mauremys leprosa) que aún quedan confinados en el cauce. A primera hora habrá que buscar en orillas expuestas al sol en donde cogen las calorías que les hace falta para termoregular y así emprender con eficacia sus rutinas diarias. Más tarde ya suelen sumergirse en remansos y pozas donde abundan sus presas y su observación se complica más.

Bonita y aprovechada parada junto a la orilla. A escasos metros del puente de la carretera sale una pista que, paralela al río, conducirá al poblado denominado igualmente Reatillo y que en su mayoría pertenece al término municipal de Siete Aguas; aunque allí mismo confluyen también el de Requena y el de Chera.

En realidad el sector requenense acaba aquí ya, pero antes cabe mencionar la desembocadura de dos barrancos importantes que, sólo en época de lluvias, aportan sus caudales al cauce principal. Se trata de las ramblas de los Tocares y del Pilán que drenan la cara norte de una de las referencias más emblemáticas de toda la provincia de Valencia y de mayor interés naturalístico: el Pico del Tejo. De esta montaña se hablará con detenimiento en un artículo exclusivo. No obstante cabe decir aquí, que se trata del monte más alto del entorno inmediato del río, con 1.250 metros sobre el nivel del mar.  De hecho su enorme mole caliza obliga al Reatillo a girar en ángulo recto buscando la fosa tectónica de Chera.

Y precisamente de la fosa tectónica de Chera y de los paisajes que el Reatillo atraviesa allí se hablará en el próximo Cuaderno de Campo. Mientras tanto, disfruten de la naturaleza, y si es a la orilla del Reatillo, tanto mejor.

JAVIER ARMERO IRANZO

Dedicado a la persona que me enseñó hace muchos años tan bonito río. A Juan José García Ayllón, el gran naturalista cherano.

Aldea de El Reatillo (Siete Aguas), junto al cauce del propio río.

 

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