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Cuaderno de Campo. La Naturaleza en la Meseta de Requena-Utiel / Javier Armero Iranzo.  28 de junio de 2016 

Una de las actividades que más entusiasman a los naturalistas de campo, y en general a cualquier excursionista, es la observación calmada y detenida de las aves silvestres. Poder llegar a distinguir unas especies de otras y asociarlas a un paisaje determinado es una de las habilidades que más satisfacciones producen a cualquier amante de la naturaleza.

¿Cuántas veces dando un paseo por el campo habremos visto tal pájaro de llamativos colores en cualquier rama de un árbol y que, a pesar del buen rato que hemos pasado contemplándolo maravillados por su vistoso plumaje, no hemos sabido identificarlo? O, ¿cuántas veces comiendo con la familia a la sombra de una chopera a la orilla de un río habremos oído cierto canto melódico que nos ha hecho prestar atención e investigar sobre su autoría? Es muy posible que en más de una ocasión se haya dado alguno de estos casos. Afortunadamente la Meseta de Requena-Utiel cuenta con un medio ambiente privilegiado y, sucesos de este tipo son del todo frecuentes. El presente artículo no tiene más intención que introducir al lector en el mundo de la ornitología.

Pero, ¿qué es la ornitología? Es la ciencia que estudia las aves silvestres. Pretende saber qué especies pueblan una localidad, cómo se distribuyen en los diferentes paisajes, cómo es su biología, en qué épocas se presentan, etc. En definitiva, es una rama del conocimiento, íntimamente ligada con el medio natural, que consiste en plantear continuamente preguntas sobre la avifauna de un lugar, y uno mismo tratar de responderlas con la información que va recopilando en sus salidas al campo.

¿Y por qué la ornitología? Como ya se ha dicho, es una faceta que llega a enganchar, que reporta grandes alegrías; quién sabe si más que la caza, por ejemplo. De todos los grupos de animales, quizás sean las aves los más detectables, los más numerosos, los más ubiquistas y seguramente los más hermosos, con decenas de formas y tamaños, de colores y comportamientos y sobre todo, al alcance de la vista de cualquier paisano. Además las aves constituyen uno de los mejores bioindicadores del estado del entorno. En la variación de su calidad y cantidad de especies se refleja el grado de conservación de un paraje, de una comarca o incluso de todo un país.

Ahora, con el verano recién llegado y en el que muchos estrenan su merecido descanso estival, especialmente los niños y jóvenes en edad escolar, apetece salir al campo a observar aves. Yo ya lo hacía en Requena de bien joven durante mis largas vacaciones escolares. El verano es un buen momento para practicar esta actividad. Eso sí, conviene madrugar o salir hacia las últimas horas de la tarde para evitar el intenso calor propio de esta época, y así ajustarse también al horario de actividad de las aves silvestres.

Hecha esta premisa, nos planteamos ya nuestra primera excursión con el objetivo de detectar y poder distinguir a esos animales, verdadera pasión de cada vez más y más adeptos. Pero para eso es necesario cumplir unas normas de conducta. Lógicamente al campo se ha de salir con el mayor respeto posible, y si se trata de observar pájaros esto se ha de agudizar, tanto para evitar molestias innecesarias al animal como para tratar que éste no se espante y facilitarnos un correcto estudio. Esta condición se convierte en una ley inquebrantable en el periodo de reproducción, en el que las aves son tremendamente sensibles y en el que una acción irresponsable podría echar al traste con los sacrificios de toda una temporada. Hay que recordar que en verano muchas especies de nuestros campos, montes e incluso pueblos aún están criando, bien porque empezaron el proceso reproductor tarde o bien porque realizan segundas puestas.

Para que cualquier persona pueda llegar a hacer sus investigaciones ornitológicas es necesario que, primeramente, adquiera la destreza necesaria en la identificación de las aves en el campo. Es una tarea no demasiado difícil, pero que exige que el observador sea paciente y persistente y cumpla con una mínima metodología de actuación.

En este sentido, el observador de aves debe priorizar el respeto hacia las aves ante cualquier otra circunstancia. Es totalmente necesario pasar lo más desapercibido posible en el entorno, llevando una indumentaria apropiada de tonalidades verdes o pardas y manteniendo siempre silencio en cada uno de sus movimientos o acercamientos a las aves. Hay que tener en cuenta que éstas salen volando, se esconden o dejan de cantar al menor indicio de peligro, lo que dificulta notablemente su identificación o su estudio.

Además de esta norma, es conveniente, por no decir indispensable, contar con un mínimo material que facilite la tarea. El equipo básico para la observación de las aves en el campo consta, esencialmente, de: material óptico, guía de aves y cuaderno de campo. No obstante, también existen otros materiales de interés como son las guías sonoras de cantos, las grabadoras, las redes de camuflaje, etc.

Material óptico. Básicamente constituido por prismáticos y telescopio terrestre. El uso de los prismáticos

es fundamental; con ellos el observador puede acercar la imagen del ave que observa sin necesidad de perturbarla. Se recomienda el uso de prismáticos de 8 ó 10 aumentos y con un diámetro de lente de unos 40 ó 50 milímetros. Un modelo 8 x 40 ó 10 x 50 puede ser el más apropiado. Hay que tener en cuenta que en ambientes boscosos o cerrados, aumentos superiores son del todo desaconsejables por su escaso campo de visión; además, un diámetro de lente más grande que los citados hará de los prismáticos un aparato pesado y demasiado voluminoso con lo que resta manejabilidad en su uso. Si el diámetro de lente es menor, también entrará menos luz por la misma y dificultará la observación del ave y, por tanto, su identificación.

El telescopio no es un material imprescindible para el ornitólogo, pero sí muy recomendable. Permite buenas observaciones de aves a una mayor distancia que con los prismáticos. Los más utilizados son los modelos con ocular de 20 a 60 aumentos y con lentes de unos 80 mm. Lógicamente, se necesita un trípode, que debe ser ligero para ser transportado por el campo, pero a la vez estable y resistente.

Guía de aves. Para el aficionado a la ornitología que empieza, es una herramienta fundamental. En ella deben aparecer descritas y correctamente ilustradas todas las especies de aves que pueden llegar a verse en el país o, al menos, en la zona que se quiere estudiar. Con ella, el observador de aves debe poder identificar fácilmente las especies que detecte en una jornada de campo.

A la hora de adquirir una buena guía ornitológica se debe tener en cuenta una serie de aspectos básicos. En primer lugar el manual ha de contar con ilustraciones de todas las especies, siendo preferible los dibujos a las fotografías por la mayor capacidad de remarcar aquellos caracteres más distintivos. También debe presentar buenos mapas de distribución, que nos servirán para poder confirmar si la especie que se está observando en una determinada localidad puede ser habitual en ella o no.

Además, en los textos, aparte de la descripción de la especie, ha de haber información útil sobre el comportamiento, la alimentación, la reproducción, el hábitat que ocupa, etc.

Por último, la guía ha de ser de pequeño tamaño para poder ser utilizada en el campo y manejable, siendo recomendable que los textos, mapas e ilustraciones de cada especie aparezcan en la misma página.

Cuaderno de campo. En él se realizarán todas aquellas anotaciones y dibujos del ave que se esté observando y que, posteriormente y con mayor tranquilidad, servirán para poder identificarlo correctamente con la ayuda de la guía de aves. Se recomienda un modelo de pequeño tamaño para poder llevarlo cómodamente en un bolsillo del pantalón o de la chaqueta. Son preferibles aquellos de encuadernación cosida o pegada a los de anillas, para evitar su deterioro con el uso.

Una vez se ha obtenido la suficiente destreza en la identificación de las especies, el cuaderno servirá, sobre todo, para recoger informaciones valiosas de las especies observadas referentes a su biología o ecología.

Pues bien, con todo este material, haciendo gala de una buena actitud y con altas dosis de ilusión se puede empezar ya a realizar las primeras observaciones ornitológicas. Y hay que recordar siempre que curiosidad, paciencia e interés son algunas de las cualidades básicas de un buen observador de aves.

Con la experiencia que da el tiempo y con decenas de anotaciones en los cuadernos conseguidas tras muchas salidas de campo se podrán extraer las conclusiones que contribuyen al avance del conocimiento ornitológico de un territorio. Así se va construyendo esa maravillosa disciplina científica que es la ornitología. Pero bueno, imagino que aún queda mucho para eso en la mayoría de casos.

El verano da comienzo y con él nuevos retos para los lectores del Cuaderno de Campo. Espero que este texto sirva de estímulo para practicar una de las actividades más agradables y sanas que se pueden practicar en la naturaleza. Así que, ¡Anímate a observar aves este verano!

JAVIER ARMERO IRANZO

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