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EL OBSERVATORIO DEL TEJO / JULIÁN SÁNCHEZ

La laxitud y manifiesta irresponsabilidad con que nuestros actuales políticos se toman los designios ciudadanos a efectos de acometer sus pertinentes responsabilidades tras lo repetidos comicios electorales, ya viene a determinar su actual nivel de competencia. Ante un panorama como el actual, donde devienen bastos en referencia al control del déficit presupuestario que amenaza con poner en cuestión nuestro ya más que debilitado estado de bienestar, y con las latentes amenazas del populismo más extremo, unido el separatismo más recalcitrante y cerril, viene a poner en entredicho las vetustas muletillas de anteposición entre “izquierdas” y “derechas” más propias de planteamientos decimonónicos que de los actuales diseños de las políticas vanguardistas propias de los países más desarrollados.

De entre las alarmas más acuciantes a la hora de hacer frente a su actual contexto, se encuentra el precario presente y peor futuro de nuestro sistema de pensiones, cuya actual situación viene a augurar un más que tenebroso panorama al único sostén económico con el que cuentan más de nueve millones de personas en el momento más precario y frágil de toda su vida.

En consecuencia, mientras nuestro país continúa sin un gobierno estable que otorgue posibilidades de gestión de futuro, cada día deviene más evidente la idea de que los problemas, no solo no se solucionan dejando pasar el tiempo, como parece ser la teoría de nuestros actuales mandatarios, sino que, por el contrario, se van acrecentando a pasos agigantados. Uno de los más preocupantes ya no es el futuro de las pensiones públicas, sino su singular presente.

Sería ocioso decir aquí algo que ha resonado por la mayoría de los medios de comunicación de todo el país, y es que el Gobierno del Partido Popular ha recurrido insistentemente a la llamada hucha de las pensiones a efectos de poder abonarlas en momentos puntuales de su mandato. Podemos estar de acuerdo en que esta circunstancia pueda estar está prevista en la ley, pero prácticamente no con la realidad de que no haya hecho nada para garantizar que los ingresos del sistema de Seguridad Social se incrementasen, despreciando el riesgo de que el manoseado Fondo de Reserva quede tan vacío de contenido que le lleve irremisiblemente a la certeza de que en breve pueda desaparecer completamente.

Como máximo ha tomado medidas para reducir el aumento del gasto, como los nuevos límites a las subidas de las pensiones, ampliamente superadas en contrario con decisiones como las hurtadas mermando las entradas de la Seguridad Social, estableciendo exenciones y rebajas de impuestos o de cotizaciones. Ya la última ocurrencia no ha sido otra que el utilizar, mediante un rebuscado eufemismo, la acción de extraer del fondo de pensiones las cantidades que supuestamente habían de percibir los pensionistas, retenidas demás en sus nóminas correspondientes al IRPF. O sea que, lo que se retiene para el uso general, lo debe reponer el fondo de un grupo específico. Incomprensible. El resultado de todo ello ha sido que el citado Fondo ha pasado de los 64.000 millones del 2010 a 24.000 en estos momentos y, de seguir por este camino, no durará más allá de finales de 2017.

Sería conveniente recordar al efecto, que las cotizaciones sociales sólo representan el 78% de los ingresos de la Seguridad Social. Justo en un momento en el que el sistema de pensiones públicas supone el 10,7% del PIB, 6 décimas más que en 2013 y el mayor porcentaje de la riqueza nacional de la historia de España. Y también considerar que el gasto va a seguir creciendo en los próximos años porque, como consecuencia del envejecimiento de la población, el mercado de trabajo y la negociación colectiva, las variables del sistema de pensiones evolucionan de forma paulatina, pero constante.

Según las últimas previsiones que ha enviado a la Comisión Europea, el Gobierno calcula que la Seguridad Social recuperará su equilibrio en 2017, como consecuencia de un supuesto crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) del 3%. Un poco el cuento de la cigarra. Claro que, en principio, esta cifra es incompatible con un ritmo de creación de empleo que, se supone, reducirá la tasa de paro al 20% de la población activa. Una expectativa más que insuficiente a efectos de hacer posible el equilibrio de las cuentas de la Seguridad Social, si además tenemos en cuenta que buena parte de esa reducción del desempleo puede deberse a que muchos inmigrantes y españoles ya han salido a buscar trabajo fuera de España. Recordemos a estos efectos que durante la última crisis económica la pérdida de cotizantes ha llegado a 3,302.243.

Siguiendo con las previsiones, el gasto en pensiones contributivas previsto para este año asciende a 112.102 millones de euros, lo que supone un crecimiento del 5,4% respecto a 2013. Aumento que contrasta con la previsión de inflación media de la Comisión Europea para España, que es del 0,1%, la misma que establece la Fundación de las Cajas de Ahorro (Funcas). Una de esas variables es el incremento anual del número de pensionistas.

Durante la última crisis, se han incorporado 825.000 pensionistas al sistema, lo que ha supuesto que la nómina mensual haya aumentado en el mismo periodo un 40,45%, al pasar desde los 5.657 a los 7.946 millones de euros. Todo ello multiplicado por catorce pagas, circunstancia ésta que ha venido a distorsionar la relación de cotizantes por pensionista, la denominada “tasa de dependencia”, cuya ratio ha pasado de 2,53 a 1,97. Es decir, por debajo de la tasa de 2,1 que la Seguridad Social considera que garantiza la financiación de las pensiones públicas.

También habrá que considerar al efecto otra circunstancia que contribuye en gran modo a aumentar el gasto de las pensiones que no viene a ser otro que el denominado “efecto sustitución”, que no viene a significar otra cosa que las nuevas prestaciones que se dan de alta en el sistema son mucho más altas que las que se dan de baja por fallecimientos, y que ha conllevado a que en los últimos años, la pensión media del sistema (868,47 euros mensuales), ha venido a aumentar un 27,29%, y refiriéndonos estrictamente a la prestación de jubilación (996,23 euros mensuales), el aumento ha consistido en el 30%. Dentro de este capítulo, las nuevas altas son un 31,5%.

No está la situación para enconamientos y diatribas de izquierdas, derechas y mediopensionistas de moda por los años 30 de la pasada centuria, simplemente porque la situación requiere nuevos conceptos y sistemas con una atención prioritaria desde ya mismo. Al ciudadano de a pie le traen sin cuidado los prejuicios ideológicos de sus próceres, simplemente porque con la ideología no se come. El ciudadano actual, inmerso todavía en una situación de crisis no superada, viene observando con extrema preocupación la pasividad indolente de unos dirigentes, los cuales vienen evidenciando su evidente incapacidad y sus prioridades en anteponer sus subjetivas ganancias a la hora de encontrar fórmulas que les lleven a aportar las debidas soluciones a una problemática de futuro sobre una situación nada clara en estos momentos.

Los partidos supuestamente constitucionalistas espaciados por convencionalismos ideológicos más que trasnochados, anteponen sus propias circunstancias e intereses, a la demolición de los tabiques que les separan de la modernidad y del barrido de malas costumbres ancestralmente heredadas- Todo ello emponzoñado mediante la amenaza latente del populismo más radical y el separatismo más recalcitrante al acecho, empeñados en reducir el sistema a su mínima y más execrable expresión, a efectos de remover el río con idea de obtener su mejor pesca. Y frente a toda esta amalgama de despropósitos 9.250.000 pensionistas sin seguridad de futuro, 3.891.403 personas en edad de trabajar sin empleo, 719.100 hogares en los que no entra ningún tipo de ingresos, y en 1.610.900 hogares, ninguno de sus miembros goza de empleo alguno. los Presupuestos Generales del Estado sin cumplimentar y, para colmo, Bruselas con el hacha de la sanción del déficit en el aire. ¿Hay quien dé más?

Pero nuestros políticos sin prisa y pausados. Claro que ellos cobran y bien que cobran, por lo tanto ¿que más les da? Que sigan con sus cuitas y animadversiones personales y “muletillas” de izquierdas y derechas lanzando sus incapacidades y frustraciones los unos sobre los otros a la búsqueda del enemigo a quien zarandear señalándolo como el genuino culpable de sus marcadas desdichas, sin llegar a asumir que ellos no gobiernan, que quien debe de gobernar es el pueblo que debe ser soberano. Y si para que entiendan esta evidencia no hay suficiente con decirles dos veces lo que deben hacer, habrá que decírseles tres, cuatro, cinco o, cuantas ocasiones haga falta a sus rudas entendederas, a ver si de una vez logramos excitar en ellos el sentido de la responsabilidad cuya esencia es el alma mater de la democracia. Pero la responsabilidad es la parte de un todo, aunque para ellos el compromiso responsable sea únicamente el asunto del otro.

Si al final esto tampoco lo entienden, lo más ocurrente y práctico sería tomar el único camino posible, la dimisión de todos en bloque, a efectos de dejar paso, si es que lo hay, a alguien con más imaginación, destreza y sentido común, circunstancia ésta muy poco común en nuestros políticos de hoy. Una auténtica pena.

Julián Sánchez

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