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LA BITÁCORA DE BRAUDEL. JUAN CARLOS PÉREZ GARCÍA.

Parafraseando a Dickens, quizás estos no sean ni los mejores ni los peores tiempos que nos podía haber tocado vivir. Estamos ante tiempos de cambio, de globalización; en algunos lugares, son tiempos de crisis y de violencia, lo cual o hace sino crear incertidumbre. La dependencia que cada persona sufre de la economía y de procesos difíciles de controlar e, incluso, difíciles de comprender, desde la perspectiva del individuo, está en la raíz del malestar que estamos viviendo.

Es un malestar que lleva a situaciones tan diferentes como la impotencia, el escapismo, la rabia o la necesidad de hallar respuestas sencillas a problemas complejos. Pero si pensamos sosegadamente, ha habido otros muchos tiempos que no han sido nada fáciles de vivir. Nuestros abuelos nos recordarán aquella frase memorable, y trágica, de “necesitas una guerra para darte cuenta de lo que tienes”. Mi abuelo murió hace tiempo; sus palabras resuenan en el brumoso recuerdo del pasado.

Hoy me trae aquí el informe PISA. Tedioso y complejo; estimulante y, al mismo tiempo, polémico. Parece nuestro sino: el lugar de España, entre la porquería. Menudean las explicaciones de todo tipo, generalmente cada uno arrimando el ascua a su sardina. La derecha de los medios se apoya en Pisa para decir: veis cómo no funciona, nuestra educación hay que cambiarla de arriba abajo. La izquierda y el sindicalismo: estas son las consecuencias de los recortes gubernamentales. Mariano Fernández Enguita, con su cantinela: la culpa, está clarísimo, es de los profesores; le falta añadir que somos unos gandules redomados demasiado dados a quejarnos.

Entre locos no hay que dejarse llevar por la locura. Hay que pensar como los cuerdos. No analizaremos fríos datos. PISA confirma el desastre. Ante el mismo, hay que cambiar de rumbo. El nuevo objetivo del barco es la auténtica excelencia, no la que proclaman los dirigentes políticos, que es una excelencia de boquilla, de promesa constante para incumplirla constantemente.

El auténtico cambio tiene que consistir en la búsqueda del conocimiento, de la autoridad, del silencio, del esfuerzo cotidiano. Elitismo democrático, potenciando lo mejor de los chavales. Imponer el orden y el trabajo es una máxima imprescindible. Sin orden, sin silencio, no hay reflexión y estudio posible, ni aquí ni en Finlandia. ¿Por qué educamos en el consumo responsable, en el respeto al medio natural, en el uso de preservativos, y no educamos en el esfuerzo de cada día? ¿Cómo podemos seguir llevando adelante una escuela supuestamente igualitaria que da la espalda a los chicos con altas capacidades intelectuales hasta situarlos en una posición de ocultamiento de su propia capacidad? La famosa reforma educativa no afronta tampoco el problema de los chicos superdotados, parece hacer lo mismo que las leyes pasadas, es decir, ocultar la presencia de estos chavales. En lugar de potenciar lo que tenemos, la sociedad sigue empeñada en caer en los mismos errores del pasado.

Juan Carlos Pérez García. En Los Ruices, a 11 de diciembre de 2013.

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