sábado, 6 enero
Alberto P. J, el hombre que durante horas mantuvo en vilo a la Guardia Civil al atrincherarse en la vivienda de Requena con su expareja, ingresó este jueves en prisión. La decisión no causó ninguna sorpresa. Era lo previsible debido al importante número de delitos que se le imputan. Quebrantar una medida cautelar, amenazas, daños, allanamiento de morada, detención ilegal e incluso un intento de homicidio, según el ministerio público. La acusación particular se sumó a la petición de la fiscalía y recordó que el ahora detenido se había quitado la pulsera localizadora antes de irrumpir en la vivienda de su exnovia, que había dejado la relación hace meses. El letrado alertó del riesgo de que volviera a hacerlo. La víctima, por otra parte, no pudo declarar el jueves debido a su delicado estado de salud generado por el estrés vivido durante las últimas horas.
El agresor, en cambio, sí declaró en sede judicial. El investigado indicó que arrastra una gran dependencia al consumo de sustancias estupefacientes, en especial cocaína, y que se había sometido a un tratamiento de deshabituación que dejó recientemente. Manifestó su voluntad de retomarlo cuando sus circunstancias se lo permitan. Al parecer, hasta hace unas semanas se encontraba interno en un centro de desintoxicación fuera de la Comunitat.
El hombre subrayó el consumo masivo que realizó durante los días previos al suceso. «Tomé cocaína durante tres días seguidos, apenas dormí y oía voces». La defensa del agresor, representado por el despacho Castillo Castrillón, solicitará la próxima semana que un médico forense analice el estado psiquiátrico del interno para esclarecer si su dependencia a las drogas le ha podido generar algún tipo de alteración.
Los agentes de la Guardia Civil que durante varias horas rodearon la vivienda eran conscientes de su adicción. Una de las estrategias consistió en buscar su agotamiento físico y mental. «Esperamos al ‘bajón’ de las drogas con el paso del tiempo», admitía en estas mismas páginas el jefe del operativo policial.
Un contacto telefónico con la víctima, ya pasadas las 13 horas, posibilitó la ‘trampa’ del médico. Además, los agentes ya sabían que no había ningún arma de fuego en el domicilio, sólo un cuchillo. El falso facultativo entró acompañado de un agente. A continuación, la sorpresiva entrada de los GRS -unidad de élite de la Benemérita- abortó la detención ilegal.