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Fuente lasprovincias.es/Moisés Rodríguez

Mireia Vera es subcampeona del mundo de Bajas, pero ya habla de retirada: «Pienso que mi vida deportiva se acaba». Estudia enología en Requena y considera que en poco tiempo deberá centrarse en elaborar vino. Ganar dinero para vivir, pues sabe que el deporte que practica es demasiado caro. Por ahora compagina como puede los entrenamientos con las clases. Siempre reaprovecha neumáticos para entrenar, va a las carreras con un único juego mientras sus rivales tienen un compuesto dependiendo de las condiciones de cada tramo… y luego está la inscripción del mochilero. «El mío es Brian, un chico de aquí de Requena. Soy subcampeona gracias a él. La moto empezó a fallar desde el primer día y el último se quedó parada a 240 kilómetros de la meta. Yo creía que había gripado, pero él mantuvo la calma y al final era una tontería», recuerda.

  • Llama la atención que alguien con 23 años diga que está al final de su carrera deportiva.
Mi objetivo es ir al Dakar, pero no voy a sacar un préstamo de 150.000 euros. Si me hipoteco es para hacerme una casa.

  • ¿Va a hacer un todo o nada en los próximos dos años?

No. Quiero ser campeona del mundo y luego, si puedo, ir al Dakar. Si después veo que la cosa va mejor, sigo. Las mujeres no pensamos igual que los hombres. En dos años tengo 25. Me quiero casar y tener hijos, pero no a los 40.

  • Puede tener hijos y luego seguir corriendo en moto…

Es complicado tener hijos y luego correr, y además en el mundo de la enología. Yo no puedo ir a Hungría en septiembre, he de vendimiar. La uva no te espera. Si hay carreras de septiembre a noviembre me tengo que olvidar

  • Además de las carreras de raid, está estudiando enología…

No lo sé, a lo mejor me gustan las cosas que también gustan a los hombres… Si quieres ser piloto e ir al Mundial tienes que trabajar y dinero. No podemos depender de los patrocinadores y las chicas menos. Una empresa como mucho me puede dar 10.000 euros, yo necesito 50.000.

  • ¿Tan de hombres es el mundo de la enología?

Antes sí, ahora hay muchísimas enólogas que hacen muy buen vino. Con las pilotos pasa lo mismo, cada vez hay más. En España somos pocas, habrá unas 40. En los rallies está Laia Sanz, Rosa, Sara García, que corre con Vespa en Marruecos, yo y creo que nadie más.

  • ¿Ven a Laia Sanz como una precursora o como una rival?

Como rival no. Es un referente para nosotras. La única española que puede vivir de las motos y ha de estar orgullosa.

  • ¿Se ha planteado dedicarse algún año exclusivamente a las motos como ella?

Sí que me lo he planteado pero, ¿cómo vivo? Si tuviera un patrocinador o mi padre ganase mucho dinero y me diese 100.000 euros… pero no se puede.

  • ¿Tienen problemas con las restricciones medioambientales?

Dentro de carrera, no… aunque en Murcia nos tumbaron una. Intentamos entrenar por zonas permitidas, aunque la Ley de Montes prohibe casi todo. Los rallies no son tan problemáticos porque discurren por caminos abiertos y llevas el road book, pero hay senderos de cuatro metros de ancho y otros de uno. Una moto no puede pasar por uno inferior a cuatro. Un coche sí puede y yo no. Eso es lo que no tiene ni pies ni cabeza.

  • ¿Cómo empezó a correr?

Mi padre era piloto de enduro, pero se lo dejó cuando yo tenía dos años y se montó una empresa de cronometraje. Le pedía una moto pero él me contestaba: ‘Mamá no quiere’. Con cuatro años, mientras el resto de las niñas les pedían una Barbie a los Reyes, yo en la carta ponía una KTM. Me trajeron una de batería y dije a mis padres que no tenía gasolina y con eso no se podía correr. A los 15 años me prometieron una moto si sacaba buenas notas. Estudié como una condenada y me compraron una Yamaha. Luego me compré una Honda 150, con la que fui campeona de España de motocrós. Una moto no me dura ni un año. Me gustaría conservarlas, pero no puedo.

  • ¿Por qué decide correr en rally?

Mi padre me inculcó el enduro, pero un día el secretario de la Federación Valenciana me ofreció correr un raid. La familia lo pasa peor, porque te vas a las 7 y no te ven en todo el día. Sólo te siguen por la baliza. Un día se me apagó el móvil y teóricamente me quedé junto a un barranco. ¡Imagine cómo se pusieron!

  • ¿Cuándo le picó el gusanillo de ir a un Dakar?

Cuando tenía tres años. La ilusión de mi padre es correrlo en coche, pero si pudiera ser mi mochilero, sería el más feliz del mundo.

  • ¿Ha pensado ir sin mochilero?

Pagar 60.000 euros para dormir en una tienda y tener que reparar cada noche la moto, es un infierno. Menos cuatro pilotos oficiales, en el Dakar son multimillonarios o una mayoría que paga préstamos por correr.

Pero si es su sueño…

También hay que pensar en las limitaciones. Hay gente que ha ido al banco para comprar la mejor moto para sus hijos y se han arruinado. Llegaré hasta donde me lo permita mi posición económica.

  • ¿Se ha notado el mayor promoción del deporte femenino?

El primero que ha de darnos es el CSD y no es real. Yo corro gracias a la Diputación de Castellón y a que la Federación Valenciana me ayudan en lo que puede.

  • ¿Ocurre igual fuera de España?

Yo voy con una moto de serie y mis rivales, a full. En Portugal me hacían entrevistas, firmaba autógrafos… no sé, es diferente.

  • ¿Inculcará a su hijo la pasión por ir en moto?

Sí, claro.

  • ¿Y si tiene una hija?

Todavía más. Mi ilusión es comprar un trailer y montar un equipo de niños para llevarlos al Europeo. Es lo que haré si me toca la lotería. Eso y, claro está, ir al Dakar.

  • ¿Por que ha elegido el camino de la enología?

Quiero fomentar el turismo vinculado al aceite y el vino. Mi padre ya elabora el aceite. Yo quiero fabricar el vino.

Comparte: Mireia Vera, estudiante de enología en Requena con sueños de Dakar