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Quizás nuestro mayor problema es estar consolidándonos como un gran exportador de graneles, los cuales lideran las facturaciones de vino siempre y también en este primer semestre de 2018, con 327 millones de euros y 538 millones de litros, es decir un promedio de 0,61 euros/l. Es un buen resultado en términos de crecimiento sobre las cifras del año anterior pero malo en cuanto a que muestra el predominio del granel sobre el vino envasado y de marca.
Requena (01/10/18) Fuente Agronegocios.es /Jaim3 Lamo De Espinosa, director de Vida Rural.
Querido lector:

Acabó el verano y llegaron las vendimias. Es la secuencia natural del tiempo agrícola y una de las prácticas agrarias que más alegría traen a los campos. La uva ya ha madurado y llega la bendita hora de recogerla. El tiempo suele ser bueno, agradable, las temperaturas suaves y los campos de toda España –pues la viña está distribuida por casi toda España– se llena de actividad, de tractores, remolques, cosechadoras, cuévanos, etc., muchas veces de noche, pues la práctica de vendimiar a esas horas para proteger y alcanzar la máxima calidad se ha ido extendiendo desde hace años cuando se trabaja con variedades singulares o se cosecha para vinos de calidad notable.

Y lejos nos quedan ya aquellas vendimias manuales –salvo excepciones– llenas de cuadrillas de jóvenes que llenaban los campos de cantares, bromas, piropos, y buen yantar bajo las sombras de los pámpanos o de un árbol cercano. Todo ello acompañado de una buena bota de vino o de un botijo bien conservado, fresco a la sombra. Se decía entonces “enviar muchos a vendimiar será cosa de lamentar”.

Aquellos eran otros tiempos e incluso las épocas de vendimias eran también otras porque el cambio climático, de una parte, y el cambio varietal introducido en las últimas décadas –cambio que en buena parte ha venido unido a la práctica del regadío–, han llevado a adelantar las vendimias a fechas que hace cuatro cinco décadas nos hubieran parecido imposibles.

Y además, hace décadas operaba aquello de “vendimia tarde y siembra presto, si no aciertas un año acertarás ciento”. Y los pueblos, al tiempo, una o dos semanas antes, celebran sus fiestas de la vendimia –Requena (Valencia) tiene el honor de ser la más antigua de España pues data de 1948– en honor de sus vírgenes patronas de las viñas y en anticipo alegre de los lagares llenos para “hacer su agosto y su vendimia”.

Pues bien, ya estamos en las vendimias del año 2018. Un año que se pronostica bueno, pues se anuncia una cosecha de unos 42-44 millones de hectolitros, frente a los de 49,6 Mhl de Italia, 46-46,5 Mhl de Francia, 6,5 Mhl de Portugal, 7-8 Mhl de Alemania, etc. Hoy somos una potencia vitivinícola con algo menos de 1 millón de hectáreas de viñedo (siendo la explotación media de menos de 2 ha), que nos sitúa en una de las primeras posiciones del mundo.

Una cosecha de unos 42-44 millones de hectolitros de los que Castilla-La Mancha aporta casi la mitad (23-24 Mhl), a través de sus diversas denominaciones de origen. Comunidad a la que sigue Extremadura (3,6 Mhl), la Comunidad Valenciana (2,4 Mhl), La Rioja (2 Mhl), Andalucía y Aragón (1,2 Mhl), etc.

El sector vitivinícola ha sido siempre y sigue siendo un puntal de nuestra agricultura. Habrá que recordar cuando a mitad de los años 70 y pese a la prohibición, entonces, del riego del viñedo se obtenían hasta 50 millones de hectolitros sobre los que se debía actuar retirando vino y alcoholes del mercado a través de la Comisión de Compras de Excedentes de Vino. Hoy representa (2017; 2ª estimación Renta Agraria. Mapama. Enero 2018) el 2,4% de la PFA (unos 1.200 M€), aunque el año 2017 fue anómalo con un fuerte descenso de la producción (-19,6%) y un notable aumento de los precios (+21,3%).

Y es un colosal puntal económico porque sustenta buena parte de la industria agroalimentaria (unas 4.000 bodegas y alcoholeras y plantas del sector). Y es pieza clave de la renombrada gastronomía española, tan estimada y valorada en el mundo. Pero tenemos un consumo per cápita que es casi la mitad del de Italia, Portugal o Francia. Sí, nuestro consumo de vino es bajo, unos 20 l/hab/año, aunque un dato interesante es que la participación de la mujer muestra una tendencia creciente, de tal modo que hoy puede afirmarse que un 20-25% de dicho consumo corresponde al género femenino.

Pero España es la primera potencia mundial exportadora en hectolitros; en volumen, no en valor –este es uno de nuestros eternos problemas–, con casi una cuarta parte del mercado mundial y que ha sido capaz de lanzar y mantener nuevas DO notables y posicionar marcas de enorme prestigio en el mundo. Y afianza sus mercados tradicionales abriéndose con fuerza los nuevos mercados, como es el caso de China que está pasando a ser el mayor consumidor mundial.

Ese es nuestro mercado, para ese mercado se vendimian ahora nuestras uvas. Y ese mercado se está comportando en este año 2018 de un modo muy interesante. Hasta el mes de mayo de este año 2018, las exportaciones de vino han crecido en valor un +7,9% aunque se han reducido en volumen un -8,6% tras crecer el precio medio un 18,2%.

Los vinos tranquilos envasados (-11,2%) y los vinos sin indicación alguna a granel (-15,3%) lideran las caídas en volumen. Los espumosos crecen un +8% en valor y pierden un -4,2% en volumen. Y EE.UU es nuestro principal cliente en valor y Alemania lo es en volumen. Además, estamos en presencia de un mercado muy apto para el crecimiento on line, canal este todavía poco explotado por muchas de nuestras bodegas donde cabría un mayor esfuerzo que sería muy remunerador.

Quizás nuestro mayor problema es estar consolidándonos como un gran exportador de graneles, los cuales lideran las facturaciones de vino siempre, y también en este primer semestre de 2018, con 327 millones de euros y 538 millones de litros, es decir un promedio de 0,61 euros/l. Es un buen resultado en términos de crecimiento sobre las cifras del año anterior pero malo en cuanto a que muestra el predominio del granel sobre el vino envasado y de marca.

Seguimos aumentando las ventas de granel pese a haber sido un mal año de cosecha en Italia y Francia, o quizás por eso. Aunque eso sí, se aprecia un avance de los varietales, tendencia ésta que también se observa en el consumo. Pero son los vinos sin DOP, ni IGP, ni variedad, los que más peso tienen dentro de los graneles exportados (67,4% en valor y casi el 70% en volumen).

Cuando escribo estas líneas –12 septiembre– estamos en plena vendimia, todavía no hay precios muy definidos, siguen las negociaciones entre bodegas y agricultores, algunas variedades no han comenzado su recolección y los mercados están indecisos. Además las tormentas siguen amenazando en zonas típicamente cosecheras. Habrá que esperar para hacer un balance y cierre de lo que nos aporta esta cosecha. Y habrá que saber cómo se comportan las cosechas de Francia e Italia. Quedan pues muchas incógnitas para valorar correctamente lo que ahora está en su inicio.

Y la principal incógnita que afecta grandemente al sector, aunque de otra naturaleza, es que la próxima elección del nuevo director general de la Oficina Internacional de la Viña y el Vino (OIV) y a ese cargo se presenta un español notorio en el sector: Pau Roca, actual secretario general de la Federación Española del Vino (FEV).

Roca es licenciado en Ciencias Biológicas por la Universidad de Barcelona y diplomado del CSIC, con más de veinticinco años en el sector vitivinícola. Su contrincante es un neozelandés, John Barquet. Quiera Dios que la suerte acompañe a Pau y un español de tanta calidad humana como profesional, como es Pau Roca, pueda alcanzar ese puesto. Sería la primera vez que España y el sector lograra esa representación.

Comparte: España, una potencia vitivinícola en volumen