miércoles, 2 abril
Una ráfaga de frescura, un tiempo de primavera, unas notas de cereza, fresa ácida en ocasiones y, por supuesto, ligereza. Aunque no es inconstancia. Un vino rosado a la mesa es una suave bendición, como si esos aromas en la boca se convirtiesen en un caramelo de cereza, pero de esos que no pesan. Un vino rosado, tan denostado por muchos, es un camino para que los que piden una cerveza emprendan el cambio y se pasen a la belleza. Desde el color, rebajado al salmón por muchas bodegas mientras algunos mantienen el rosado, hasta entretenerse con sus aromas florales y de suave fruta roja como una macedonia con un toque de nata y acabar en la boca comiéndose un fresón o esa reiterada cereza. Todo esto es un vino rosado. Y es una certeza.
Tan certeza como los que aquí les presentamos responden al gusto común de todos los públicos, aunque no estén todos los que son porque la añada 2013 no fue buena compañera a la hora de elaborar con prontitud los vinos y van saliendo con mucho retraso al mercado, hasta dos meses más allá de lo que era sentencia. Aunque a la vez lo que ha provocado esta añada es una calidad superior en muchos rosados si comparamos con otras épocas. De todos los presentados, no podría escoger solo uno porque cada uno es distinto, aunque lo mismo parezcan. Un mundo de uvas distintas, desde la syrah a la bobal, y la garnacha y la tempranillo, y las mezclas.
Hemos efectuado un aparte con la uva bobal y dos de sus vinos de Utiel-Requena: Al Vent y Bobal de Sanjuan, espléndidas muestras de vino rosado de Valencia. Y dejamos para un tiempo futuro pero cercano algunos otros como Edetaria (Bodegas Edetaria) o Toros de Guisando (Bodegas Fuentegalana). Incluso presente, como el excelente Pago del Vicario Petit Verdot ya publicado. En fin, elijan lo que elijan será buena elección la hecha.