Requena (30/01/19) Cuaderno de Campo. La Naturaleza en la Meseta de Requena-Utiel
Javier Armero Iranzo
Con el artículo de hoy termina una serie de cuatro textos dedicados a los mamíferos carnívoros de la Meseta de Requena-Utiel. Hasta ahora se han ido contando distintos aspectos de la biología de unos animales tan fascinantes como discretos. Comadrejas, garduñas, tejones y ginetas han ido desfilando ante nosotros con la sana intención de dar luz a unos seres muy poco conocidos por el paisanaje.
Sin embargo, el protagonista del presente ensayo, el zorro, tiene tras de sí una larga historia de vivencias con las gentes del campo. Pocos animales existen que históricamente hayan calado tanto en el subconsciente general de las personas, especialmente en los ámbitos rurales.
El zorro, referente animado para el ser humano, forma parte del ideario popular desde tiempos inmemoriales. Sujeto principal en cantidad de dichos y refranes. En él se quiere ver los atributos que a muchas personas caracterizan: la astucia y la inteligencia, si se quiere destacar alguna cosa positiva; o la picardía y pillería, cuando la pretendida comparación es un tanto despectiva. “Zorro viejo, huele la trampa”. “El zorro viejo pierde el pelo, pero no las mañas”. “Astucia de zorro es mejor, que olfato de buen cazador”.
Protagonista de infinidad de cuentos y fábulas, el zorro encarna las virtudes y las miserias del alma humana a la perfección. Ya desde los tiempos de Esopo el hombre ha recurrido a su inocente singularidad de animal oportunista para remarcar una condición visceral y excesiva. Quizás las historias de El zorro y las uvas, o El cuervo y la zorra significan perfectamente unas moralejas que cabía interiorizar.
Cuentos, leyendas, canciones; incluso, películas. Todo un mundo de simbolismos, creencias y supersticiones alrededor de un magnífico y bello animal.
Su condición de predador o de alimaña, como tantas veces se le ha denominado despectivamente, ha hecho demasiada mella en la íntima relación que el ser humano y el cánido han establecido desde los primeros asentamientos neolíticos.
Zorro, bonito zorro. Magnífico animal cuya existencia es más interesante que toda esa carga de atributos que lo lastran. Tópicos y desvaríos que han configurado una imagen de un ser cuya dignidad conviene rescatar. Sirva este texto para ello, o al menos sirva para intentarlo. Zorro, amigo zorro.
Hoy por hoy, el zorro es el único integrante en Requena-Utiel de la familia de los cánidos desde que otro gran proscrito, el lobo Canis lupus, despareciera de ella en la primera mitad del siglo XX. Fruto del encarnizado hostigamiento al que fue sometida la especie, el último lobo de la contornada fue abatido por unos cazadores de Garaballa en el término conquenese de Henarejos en 1952. Con una gran emoción, sentida tanto por el ponente como por el silencioso público que le atendía, el archivero municipal de Requena, Ignacio Latorre, narraba su desaparición durante el pasado Congreso de Naturaleza Comarcal el pasado mes de octubre.
El último lobo; una vieja, triste y bochornosa historia de persecución que, afortunadamente, no ha podido culminar con el mismo resultado, y no por ganas, en nuestro pequeño y entrañable raposo.
Sus orejas triangulares y característicamente erguidas, su cuerpo macizo y rematado por una poblada cola, sus patas relativamente cortas y su pelaje espeso y de bellos tonos rojizos hacen de él un animal inconfundible. Y hermoso; muy hermoso.
El zorro; Vulpes vulpes, como lo denominan los taxónomos. Extrema belleza que cada día adorna nuestros montes en sus correrías. Sin embargo, la fisonomía de su rostro, con ese largo hocico rematado en punta, que sugiere quizás una expresión astuta, y esos ojos oblicuos que les confieren una mirada pícara, ha puesto en el candelero popular una inmerecida reputación que ha sido castigada duramente desde bien antiguo. Pobre zorro.
Más que hablar de una notable inteligencia, en realidad, cabe destacar el uso de unos sentidos altamente desarrollados que permiten al zorro adaptarse al medio con una eficacia tal que le han hecho colonizar casi cualquier territorio y aprovechar a la perfección los recursos que estos le aportan.
De hecho, y gracias a estas cualidades, el zorro tiene una de las áreas de distribución más amplias en el mundo si la comparamos con cualquier otro mamífero. Así se extiende por prácticamente todo el hemisferio norte a excepción del círculo polar ártico, desde Norteamérica hasta Asia pasando por Europa y norte de África.
En todos estos continentes ocupa cualquier hábitat que tenga un mínimo de alimento y refugio, desde regiones áridas hasta bosques y desde cotas a nivel del mar hasta los 4.500 metros de altitud en ciertos macizos montañosos. Llega a presentarse, incluso, en zonas urbanas y periurbanas, por lo que se considera como uno de los carnívoros con más tolerancia hacia el hombre en las regiones altamente pobladas.
En España es un animal ciertamente común y aparece en todas y cada una de sus comunidades autónomas, a excepción de los archipiélagos balear y canario. En cada una de las regiones el zorro ha sabido adaptarse a las peculiaridades de sus paisajes, aunque en realidad le favorecen más los hábitats variados y en mosaico que los demasiado uniformes. Sus mayores densidades las encuentra en ambientes mixtos donde se combinan bosquetes con praderas, riberas y campos de cultivo. Por el contrario, es mucho más escaso en bosques extensos y homogéneos o en amplias superficies agrícolas carentes de vegetación natural donde guarecerse y reproducirse.
Aquí, en la Meseta de Requena-Utiel, su presencia no es difícil de detectar. Las huellas que deja en el barro de caminos o sendas, o los llamativos excrementos que suele depositar en matas y sitios bien visibles de su territorio nos informan de que aún es un animal común y bien distribuido. Aparece prácticamente en todos sus municipios, especialmente en aquellos más serranos. Rara es la excursión naturalista por alguno de los montes comarcales que no se atisbe algún indicio de su presencia, sobre todo por aquellas partidas más cercanas a los campos de cultivo.
La evolución ha premiado a este animal por su condición de especie generalista. Se trata de una faceta muy ventajosa, especialmente en los tiempos en que vivimos en que los paisajes están sometidos a rápidos cambios tanto en su estructura como en los recursos tróficos que disponen por la elevada presión humana que presentan. Aquellas especies que como el zorro son capaces de comer de todo y de vivir en prácticamente cualquier ambiente no han sido tan perjudicadas como otras, como por ejemplo el lince ibérico Lynx pardinus, especializadas en un nicho ecológico mucho más estrecho.
Desde luego que la dieta del zorro es muy variada. Pero ya no sólo en lo que hace referencia a la diversidad de unas regiones u otras, sino que dentro de una misma población los zorros adaptan su alimentación a lo que cada territorio en concreto le puede llegar a ofrecer. En líneas generales, en los ambientes mediterráneos el zorro se comporta, al menos en época de cría, como un depredador facultativo de conejos cuando estos son abundantes. Sin embargo, si estas presas escasean el zorro es claramente oportunista al aprovechar cualquier otro recurso que en esos momentos esté a su alcance. Así consume desde ratas y ratones hasta lagartos, sapos y ranas, aves de mediano tamaño, invertebrados medianos y grandes, carroña, basura y, especialmente en verano y otoño, gran cantidad de frutos silvestres y bayas.
Cabe decir al respecto que en un elaborado estudio sobre la alimentación de una amplia población de zorros de la provincia de Valencia por el biólogo Vicente Urios (1990) se pudo saber que prácticamente la mitad (48,8%) de los estómagos y excrementos analizados tenían restos de origen vegetal.
En este sentido hay que subrayar que el zorro es un animal con un papel muy elevado en la dispersión de semillas de gran cantidad de plantas silvestres. Contribuye de una manera muy eficaz a la repoblación forestal y al mantenimiento ecológico de la estructura vegetal en el monte. Un magnífico plantabosques, podríamos afirmar sin temor a equivocarnos.
Es característico verlos campear con un trote en ziz-zag olfateando aquí y allá buscando cualquier cosa que llevarse a la boca. De repente, suele pararse de golpe y, con una postura típica de atención, orienta sus orejas hacia un punto donde acaba de escuchar el menor sonido producido por un micromamífero, lombriz o insecto desde el interior de la tierra. Inmediatamente se abalanza sobre la presa escarbando hábilmente hasta que la captura.
Incluso es capaz de agrandar las huras de los conejos para poder acceder al botín deseado, especialmente en la época de máxima natalidad de éstos. El zorro se constituye así en un magnífico aliado del agricultor aliviando el impacto que suponen las elevadas densidades de estos animales en determinadas zonas agrícolas de la comarca. Impactos severos que se notan, y mucho, especialmente en viñedos y otras plantaciones del altiplano central causando muchos perjuicio. Amigo zorro, efectivo controlador biológico.
En cuanto al proceso reproductor cabe decir que también es el propio de un oportunista. De hecho tiene diferentes mecanismos para ajustar su productividad a las variaciones de abundancia de alimento que se da en sus territorios o la mortalidad producida por el hombre o por epidemias, como la sarna, por ejemplo. Así es capaz de ajustar su fecundidad (el número de cachorros que nacen por parto) o la proporción de hembras de un territorio que son capaces de alumbrar en una temporada.
En este último sentido cabe recordar que la estructura social del zorro es ciertamente atípica en comparación con la de otros mamíferos carnívoros de la comarca. Hay territorios compuestos de un macho y una hembra, pero también los hay compuestos por un macho y de dos a cuatro hembras adultas que mantienen una posición jerárquica relativa entre ellas. Así cuando hay pocos recursos alimentarios únicamente criará la hembra dominante, pero si la comida disponible en esa temporada es suficiente podrán hacerlo las otras hembras también. De esta manera la población zorruna se ajustará muy bien y con rapidez a las diferentes fluctuaciones de recursos a lo largo del tiempo. El zorro pues, representa a la perfección a lo que en Ecología se conoce como los estrategas de la r.
Finaliza el mes de enero en los montes de Requena-Utiel. Estamos en lo más frío del año. Hace ya muchos días que las temperaturas nocturnas bajan claramente de los cero grados. Una helada tras otra, especialmente cuando los cielos están rasos de nubes. La verdad es que con este panorama no apetece alejarse de la estufa y del confort de nuestras casas. Sin embargo, es precisamente ahora, durante las largas noches de invierno cuando unos ladridos característicos anuncian el celo del zorro. Unos cortos aullidos que se repiten continuamente y que parecen subir de volumen durante un espacio breve de tiempo. Y así una vez y otra vez. Parece que el monte cobra vida. Parece anunciar una primavera, que a tenor de estas fuertes heladas, se antoja aún muy lejos.
Andan los zorros ahora muy nerviosos. Van de aquí para allá marcando intensamente aquellos lugares que consideran fundamentales para hacer saber al resto de individuos que se halla encelado. Las hembras también comunican su estado de receptividad mediante vocalizaciones y marcajes olfativos. Un mar de sonidos y efluvios envuelve el monte con un mensaje claro y directo.
Los zorros cuentan con una serie de glándulas en su cuerpo con la que intercambian información olorosa con los otros componentes de su población en un área determinada. Y es precisamente en esta época cuando los distintos individuos intensifican sus marcas olfativas.
Una vez ocurre la cópula, macho y hembra habilitarán una madriguera donde dos meses después vendrán al mundo entre 4 y 6 cachorros como término medio. El cubil, normalmente está dispuesto en una covacha que excavan ellos mismos en un sustrato terroso, o al menos agrandan o acondicionan si la aprovechan de otros animales como tejones o incluso conejos. A los cuarenta o cincuenta días aproximadamente las crías ya empiezan a asomarse al exterior, aunque siguen mamando de la madre. El destete se da a partir de los 60 ó 70 días de edad. A partir de los tres meses ya acompañan a la madre en la búsqueda de alimento.
Durante el otoño las crías se van ya dispersando fuera del territorio natal. Primero lo hacen los machos, que emprender viajes erráticos que los pueden llevar a varias decenas de kilómetros de distancia. Más tarde lo suelen hacer las hembras, aunque de una manera más discreta; incluso algunas de ellas permanecen en las cercanías por tiempo ilimitado.
Poco antes de cumplir un año de edad, justo por ahora, los jóvenes ya son fértiles y son capaces de reproducirse, lo que permitirá recuperar efectivos en una población con alto grado de mortalidad. Hay que recordar que entre un 50 y un 75 % de los individuos dispersivos acaban muriendo en ese periodo. Por un lado la falta de conocimiento del terreno puede hacerlos desfallecer por desnutrición, y por otro, el riesgo de morir atropellado es enorme en estos animales sin experiencia.
En concreto en un estudio sobre la incidencia de la colisión de vehículos sobre animales salvajes que se hizo en España entre 2006 y 2012 se pudo averiguar que el 71 % de todos los mamíferos carnívoros implicados eran zorros. Nada menos que 2.648 ejemplares de los que se tuvo registro. Quién sabe cuánto mayor fue la cifra real.
Aquí, en la comarca de Requena-Utiel, encontrar zorros atropellados en sus carreteras desgraciadamente ya no es una noticia. Son decenas y decenas los ejemplares que se han podido localizar en los últimos años. Sin ir más lejos, mientras se está escribiendo este artículo me llega la información de que esta misma noche acaba de morir uno más en la carretera que va de Utiel a La Torre (y que aparece fotografiado en este mismo ensayo). Más reciente imposible.
La enfermedad de la sarna afecta también a las poblaciones de zorros, y de alguna manera, también regula eficazmente las densidades de este animal en el ecosistema limitando el exceso poblacional.
Por último hay otro factor que también produce un elevado número de bajas en la población vulpina. Y en este caso por intencionalidad directa por parte del ser humano: la caza. Considerado desde antiguo como contrario a los intereses del hombre, el zorro ha sido duramente perseguido con todo tipo de medios. Su histórica afección contra las aves de corral en los emplazamientos rurales se torna hoy meramente testimonial; insignificante. Sin embargo, los supuestos daños a las especies cinegéticas, especialmente conejos y perdices, hace que cada año se cobren decenas de individuos en la comarca, y que pueden ser de varios miles a nivel nacional. Pobre zorro.
Sin embargo, las medidas de gestión que se llevan a cabo en multitud de cotos de caza para limitar su supuesta abundancia nunca conseguirán los efectos deseados a largo plazo ya que, como hemos visto, esta especie tiene un altísimo poder de recuperación demográfica. La población de zorros se regulará por ella misma.
Lo que limita la población de zorros en un lugar no es la gestión cinegética sin más, sino la falta de alimento. Ya que si la comida existe y hay un bajo número de zorros estos van a incrementar automáticamente el número de hembras que se pueden reproducir, el tamaño medio de las camadas, y la supervivencia de los propios cachorros. Curiosamente esto es lo que suele pasar tras una temporada en que ha habido muchas bajas de ejemplares debido a una presión excesiva en los cotos de caza. Por lo que no se tardará mucho a volver a la situación inicial. Por otro lado el incremento de recursos tróficos debido a fuentes antrópicas como pueden ser las basuras y desperdicios que aparecen en los entornos urbanos junto a las abundantes poblaciones de ratas y ratones que allí proliferan redundan directamente en el alza de la demografía local del cánido.
Al zorro en los cotos de caza se le da muerte tanto por acción directa por escopeta como por el uso de distintos tipos de trampas de lazo. Éstas últimas están prohibidas de forma genérica en la Unión Europea, pero son autorizadas por nuestra comunidad autónoma basándose en una supuesta selectividad que en pocos casos es real, pues está sometida a la voluntad del propio guarda de caza que las revisa.
Hay dispositivos permitidos más o menos selectivos y específicos para cánidos como el Collarum y otros como los lazos con tope que pueden afectar también a otras especies como tejones, gatos monteses, garduñas, turones y ginetas, y aunque en teoría no matan al animal y éste puede ser liberado por quien los revisa, esto muchas veces no ocurre. Los animales pueden quedar heridos o mueren por estrés, deshidratación o hambre si no son revisados diariamente (como es obligación). Incluso también pueden ser muertos por el encargado del control, bien por querer eliminar otras especies que también considera alimañas (como siempre han hecho muchos guardas de caza tradicionales), o bien por las dificultades y peligros que entraña el liberar a un animal salvaje atrapado en estos dispositivos. En la práctica pocos guardas de caza se arriesgarían a acercarse, sujetar y liberar de la presa de un lazo a un animal con fuerza, elasticidad, garras y dientes tan poderosos como un tejón, una nutria, o un gato montés.
Hay que señalar que se ha demostrado que el uso no selectivo de métodos de captura de zorros, a la larga afecta mucho más a otros mamíferos carnívoros que están protegidos por la ley que al propio zorro, ya que no cuentan con sus mismos mecanismos ecológicos que le benefician en su adaptación al medio y supervivencia.
En cualquiera de los dos casos (muerte por disparo o por lazo) si se eliminan posibles competidores como garduñas, gatos monteses, ginetas o tejones, las poblaciones de zorro serán claramente beneficiadas al ocupar los nichos vacíos que estos otros han dejado. Lejos de solucionar el problema, las técnicas de control por métodos indirectos pueden llegar a favorecer el incremento de la población vulpina; justo lo contrario de lo que se pretendía.
Pero es que además, como se ha ido remarcando en este artículo, el zorro cumple un importante papel ecológico y no se entiende la necesidad por parte del sector cinegético de eliminar ejemplares, máxime en zonas declaradas con hiperdensidad de conejos como es el caso de algunos sectores de la comarca.
Con el de hoy se cierra una serie de ensayos dedicados a los carnívoros comarcales. En todos ellos se ha tratado de dar una imagen ajustada de sus peculiaridades biológicas y de sus distintos patrones de ocupación en la Meseta de Requena-Utiel. Pero además se ha intentado llamar la atención del lector del papel que juegan en el seno de las comunidades de seres vivos que integran.
La presencia de estos animales en el ecosistema tiende a regular las poblaciones de presas en unas cifras sostenibles, lo que redunda en mantener un equilibrio ecológico, que por otra parte es cada vez más complicado de conseguir. Además estos animales tienen preferencia por actuar sobre individuos más débiles beneficiando así al resto al incidir así en la mejora de la salubridad de sus poblaciones. Esto se entiende muy bien en relación a las terribles enfermedades que azotan a los conejos como son la mixomatosis y la hemorragia vírica.
Por otra parte, todos estos animales, en mayor o menor grado, juegan un papel muy importante en la diseminación de las semillas de gran cantidad de árboles y arbustos del monte (higueras, sabinas, enebros, madroños,…) contribuyendo de una manera muy eficaz al mantenimiento de sus cubiertas vegetales. Sus aparatos digestivos digieren la pulpa de los frutos y evacuan, junto con los excrementos, las semillas que podrán germinar lejos del lugar de donde procedían. Este mecanismo, denominado zoocoria es realmente fundamental en la regeneración del bosque, por lo que merece ser destacado de cara a la conservación de los animales que lo facilitan.
Y por último, y aunque esto es tan subjetivo como toda esa mención a cuentos, refranes e historias con las que se ha empezado el artículo de hoy, los mamíferos carnívoros, y con el zorro a la cabeza, son animales preciosos; magníficos. Hermosas criaturas que enriquecen nuestros montes y campos con su presencia. Elegantes y a la vez discretas, reservadas, sigilosas.
Un halo de misterio envuelve la noche; fría noche invernal. Un zorro no para de ladrar; parece como si le dijera a esa gran luna llena que ilumina el cielo que él se encuentra aquí. Dispuesto a iniciar una nueva temporada. Una nueva bocanada de vida que alegrará con sus formas, colores y generosidad la naturaleza. La madre naturaleza.
Zorro, amigo zorro. Sigue ladrando.
JAVIER ARMERO IRANZO
Dedicado a todos aquellos que son capaces de emocionarse con la observación de los zorros en el campo.
Gracias a Pablo Ruiz, Iván Moya y Javi Barona por la cesión de sus fotografías.