Hace dos semanas, en la anterior publicación del Cuaderno de Campo, dedicado al cernícalo primilla y a su reintroducción en Camporrobles, se citaba una antigua propuesta de protección que la Societat Valenciana d’Ornitologia presentó a la Generalitat Valenciana. Concretamente se sugería que la extensa zona cerealista del noroeste comarcal pudiera tener alguna figura de protección oficial de cara a conservar tanto su paisaje pseudoestepario como su interesante biodiversidad que llevaba asociada.
En el presente artículo se presentarán los principales valores, especialmente zoológicos, con los que la delegación comarcal en Requena-Utiel argumentó la necesidad de preservar esa zona, último reducto a nivel comarcal, y casi también a nivel provincial de un paisaje en vías de extinción. La idea era de que de alguna manera se protegiera el territorio y se articularan medidas para evitar el retroceso en el cultivo del cereal.
Aquella iniciativa, presentada en 2004, no fraguó, pero aún estamos a tiempo de que se reconsidere y se lleve a cabo. Hay distintas figuras de protección del territorio, pero quizás las más adecuadas de cara a la preservación del paisaje cerealista podrían ser las de Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) o la de Paisaje Protegido. Cualquiera de ellas se ajustaría perfectamente al tipo de territorio y de sus valores naturales que se quiere proteger. Además, en ningún caso representarían ninguna traba a los intereses de los agricultores y de los habitantes de los municipios implicados, más bien al contrario, ya que podrían acogerse a los beneficios de las medidas que se articulen por tal declaración.
El área en cuestión abarca la totalidad de la superficie del término municipal de Camporrobles y parte de los de Fuenterrobles y Sinarcas, tal y como aparece en el mapa que se adjunta. Como ya se ha dicho se trata de una zona relíctica en toda la comarca de Requena-Utiel. Alberga los restos de un paisaje que fue mucho más habitual en épocas pasadas, donde el cultivo del cereal llegó a ser el predominante antes de la explosión vitivinícola que se produjo a partir de la segunda mitad del siglo XIX.
En la actualidad, el cultivo cerealista (cebada, principalmente) ha quedado arrinconado a esta zona del noroeste comarcal y con él, todavía subsiste una completa e interesante comunidad faunística. Especialmente, esta cobra más interés en lo que respecta al grupo de las aves, que es único, ya no sólo a nivel comarcal sino también en todo el ámbito provincial.
El artículo de hoy, debido a las limitaciones de espacio que conlleva este tipo de escritos publicados en la presente revista digital (Requenalocal.es), se centra únicamente a la subunidad cerealista conformada por Camporrobles y Fuenterrobles, dejando para otro capítulo la referida a los llanos agrarios de Sinarcas.
Ahora, a principios de septiembre, los campos próximos a la Casa Nueva y a la Casa de la Viña, en plena llanura camporruteña, cobran un interés especial para el ornitólogo. De hecho, no son pocos los naturalistas venidos aquí estos días adrede desde diferentes comarcas valencianas para intentar ver una de las joyas aladas que tienen estos parajes. Por estas fechas suelen pasar casi todos los años un cierto número de chorlitos carambolos. Buen momento, por tanto, para hablar sobre esta estepa cerealista tan poco conocida y tenida en cuenta por la mayoría de sus propios habitantes.
Hasta hace unos pocos años apenas se sabía nada de la presencia de esta especie en toda la Comunitat Valenciana. Pero distintas citas obtenidas en Requena-Utiel en estas mismas fechas durante varias temporadas dieron visibilidad a un ave cuyo paso migratorio es bastante rutinario y fijo en unas determinadas fechas y en unos ciertos lugares. Y así, Camporrobles se ha convertido en uno de los mejores sitios de toda Valencia para detectar su presencia.
El chorlito carambolo, Charadrius morinellus, es un ave limícola con una ecología en la península ibérica muy especial al ocupar, como reproductora, algunos parajes de la alta montaña pirenaica. Estos, por sus características climatológicas y de vegetación, tienen un cierto parecido con las tundras euroasiáticas, donde la especie distribuye la mayor parte de su población mundial. Apenas se ha podido constatar la reproducción de unas pocas parejas en tres macizos montañosos pirenaicos a caballo entre Francia (Puig de Carlit) y España (en las zonas de Puigpedròs y Puigmal, ambos en Cataluña) y siempre en prados alpinos por encima de los 2.400 metros de altitud. Hay que decir que la primera vez que se confirmó la reproducción de esta especie tan singular en España fue relativamente hace muy poco, en 1994; lo que fue considerado como una gran noticia ornitológica.
Tiene una fenología estival; una vez acabada la crianza en sus territorios de cría se desplaza en pequeños grupitos, normalmente, hacia sus áreas de invernada, que se sitúa mayoritariamente en regiones áridas del norte de África y de Oriente Medio. Es entonces cuando puede localizarse, aunque siempre de manera escasa y puntual, por toda la península, tanto en zonas litorales como de interior y casi siempre buscando barbechos y campos de cereal ya segados. Esta es la razón de su presencia habitual en las fechas en que estamos ahora en los campos de Camporrobles. El retorno en primavera está, no obstante, muy poco documentado y del cual, en nuestra comarca, no se ha obtenido ningún registro todavía.
El chorlito carambolo integra una completísima comunidad ornítica propia de los medios abiertos y en especial de los cultivos cerealistas que asemejan considerable la fauna de las estepas de Centroeuropa, y de la que la Comunitat Valenciana no tiene apenas ejemplos tan buenos como los que se dan aquí. Así destacan pájaros más bien escasos en otras localidades que aquí alcanzan notables densidades en época de reproducción como la alondra común, la terrera común, el bisbita campestre, la collalba gris o la collalba rubia, entre muchos otros.
Pero sin duda, es la presencia de la calandria, Melanocorypha calandra, la que le da más relevancia entre los paseriformes, ya que mantiene aquí la única población estable de toda la comarca y de las más numerosas de toda la provincia. Es cierto que se han detectado calandrias reproductoras en otras localidades de Requena-Utiel como en Las Monjas (Venta del Moro) o en El Rebollar (Requena), pero siempre en un número testimonial que no parece tener continuidad en el futuro. La calandria, como todos los integrantes de la familia de los aláudidos, presenta el plumaje de un color característicamente terroso, pero a diferencia del resto se caracteriza por su aspecto robusto, unas manchas negras a ambos lados del cuello y unos tonos oscuros por debajo de las alas bien visibles cuando alza el vuelo.
Entre las aves de mayor tamaño que se distribuyen en los campos destacan aquellas de costumbres preferentemente terrestres que como la codorniz, Coturnix
coturnix, y el alcaraván, Burhinus oedicnemus, mantienen aquí una de las mejores poblaciones reproductoras valencianas. Incluso se han llegado a citar aves que seguramente en un pasado no muy lejano debieron criar aquí pero que en la actualidad ya no lo hacen. Serían los casos del sisón, Tetrax tetrax, de la ganga ortega, Pterocles orientalis o incluso de la avutarda, Otis tarda, especies emblemáticas de la estepa cerealista ibérica y que podrían volver a criar en estas llanuras si las condiciones futuras lo permitieran.
Hay otras aves que son realmente frecuentes aquí y ponen por ello una nota de distinción a estos paisajes agrarios. Así, la corneja negra, Corvus corone, y el mochuelo, Athene noctua, son aves reproductoras y muy comunes durante todo el ciclo anual; mientras que en invierno aparecen otras que, como el avefría europea, Vanellus vanellus, o el chorlito dorado común, Pluvialis apricaria, se dispersan por la zona y ponen una nota de color a los páramos, más bien apagados durante esas fechas del año.
Las rapaces integran un grupo de animales muy bien representado en estos parajes ya que la cercanía del monte, que les permite refugiarse y criar, y la estructura agraria, con multitud de parcelas en barbecho, setos vivos y majanos de piedra, ofrecen buenos recursos tróficos de los que alimentarse.
De esta manera aparecen de manera ciertamente habitual águilas calzadas Aquila pennata, culebreras Circaetus gallicus, ratoneros Buteo buteo y
cernícalos vulgares Falco tinnunculus. También se citan como nidificantes los azores, Accipiter gentilis y los gavilanes, Accipiter nisus, que se mueven sobre todo por las estribaciones de la sierra de la Bicuerca pero que son más difíciles de ver por sus costumbres más forestales.
Tampoco son raras las observaciones de rapaces de requerimientos más rupícolas a la hora de criar, pero que sin embargo se acercan a estos lares desde sus territorios de cría para cazar como son las águilas reales, Aquila chrysaetos, y las perdiceras, Aquila fasciata. Incluso se ha llegado a confirmar en al menos en dos temporadas la reproducción de una especie realmente excepcional en toda la Comunitat Valenciana como es el elanio común, Elanus caeruleus. De hecho la primera cita de cría en el ámbito autonómico procede de aquí precisamente, lo que otorga más importancia si cabe a estos paisajes del noroeste comarcal.
Ya en invierno rapaces venidas del norte como el aguilucho pálido, Circus cyaneus, y el esmerejón, Falco columbarius, ocupan la llanura cerealista. Y en paso migratorio se suman a la lista otras aves de presa que tienen cierta afinidad por estos mosaicos agrarios. Así, tanto en primavera como hacia finales de verano y primeros de otoño suelen detectarse con facilidad bandos de milanos negros, Milvus migrans, y abejeros europeos, Pernis apivorus, que a veces pueden llegar a números que sobrepasan las decenas de individuos e incluso los cientos en días concretos. Precisamente ahora, en la fecha que estamos, es muy fácil detectar buenos bandos de aves migratorias. Para disfrutar de buenas observaciones se recomienda subir a sitios altos y con buena visibilidad siendo los mejores en este sentido las cimas del Cardete y del Molón, con alturas que superan ampliamente el millar de metros, y esperar a que pase alguno de esos bandos en clara dirección norte-sur. Una experiencia que bien merece la caminata hasta la cumbre.
Pero no sólo por las aves destaca esta zona cerealista del noroeste comarcal. También allí habitan otros componentes de la fauna vertebrada que incrementan el valor de la biodiversidad en estos paisajes. Así entre los mamíferos destacan carnívoros como la pequeña comadreja, Mustela nivalis, que es realmente común entre los abundantes ribazos de piedra que separan las distintas parcelas agrícolas y que preda, principalmente, sobre las ricas poblaciones de topillo mediterráneo, Microtus duododecimatus, que proporciona el cultivo del cereal, entre otros roedores.
Tejones, ginetas, zorros, garduñas e incluso gatos monteses también se citan por el país, especialmente en el ecotono que forman los cultivos en contacto con el monte.
Y no se pueden olvidar los herpetos, muy bien representados en toda el área que se presenta en este artículo. De ellos cabe mencionar por su relativa escasez y por presentar una distribución muy restringida en la provincia de Valencia al sapo de espuelas, Pelobates cultripes, y, especialmente, al gallipato, Pleurodeles watl. Estos dos anfibios se han podido localizar en ciertas fuentes y puntos de agua que proporcionan al ecosistema un valor fundamental, no sólo por albergar especies en recesión como estas sino por proporcionar el líquido vital a otros animales que lo necesitan, en especial en el período estival y en años tremendamente secos como en el que estamos actualmente.
Comienza el mes de septiembre. El verano ya va tocando a su fin, y si bien los campos no lucen ahora su mejor aspecto, es muy buen momento para acercarnos a este magnífico rincón del noroeste mesetario. Una buena excursión podría comenzar a primera hora por rastrojos y barbechos en busca de los chorlitos carambolos y otras especies de los llanos agrícolas. Y cuando empiece a apretar el calor terminar la mañana en la misma cumbre del cerro Cardete, cuando se empiezan a formar las corrientes térmicas de aire que favorecerán el paso de las rapaces migratorias planeadoras. Aquellas que en un suspiro atravesarán toda la península ibérica y cruzarán el estrecho de Gibraltar de camino hacia sus cuarteles de invernada en el África subsahariana.
Los llanos cerealistas del noroeste de la Meseta de Requena-Utiel, testigos de un tiempo pasado en el que los paisajes eran distintos a los de ahora. Con un futuro incierto, su fauna asociada todavía persiste por campos y labores.
Esperemos que lo haga por mucho tiempo.
JAVIER ARMERO IRANZO