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LA BITÁCORA / JCPG

No creo que sorprenda a nadie si afirmo que existen muchos pueblos en el mundo que superan al español en su amor a la historia propia. Quizás el que nos resulta más cercano, simplemente por disponer del ejemplo –magnífico, por otra parte- de una industria cinematográfica que lo ha exaltado, es el norteamericano. Spanish is different. Parece que así es.

Vladislaw. Un alumno de origen rumano. Sí, de la Rumanía más pobre que nuestra España; de la que sufrió la cruel dictadura de los Ceaucescu. Cuando cayó el llamado “Genio de los Cárpatos”, andábamos –acuérdate- escudriñando en el archivo municipal del destartalado sótano del viejo ayuntamiento requenense. Por cierto, una vergüenza el estado de muchos papeles, y de algunos libros del cronista de la ciudad.

Vlad es especial. Nacido en un ambiente pobre, ha venido a España con unos padres que trabajan como pueden aquí y allá para mantener una vida modestísima. Escuchar a Vlad exponer la historia de su país es un auténtico placer. El entusiasmo, la capacidad para plantear incógnitas, la admiración por su pasado; nada que ver con cualquier españolito, desprovisto de pasión y, últimamente, demasiado penetrado del mal muy nuestro del dramatismo de nuestra historia.

Envidia pura. ¿Nos avergonzamos de nuestra propia historia? Es natural. La que se ofrece en los currículos oficiales está tan alejada de la historia real y se ofrece de una manera tan aséptica que deja de interesar a muchos chavales. No se transmite amor por el conocimiento. Se martiriza a los alumnos con listados de constituciones y conceptos fríos propios de una disciplina más matemática. Se desangran las ganas de los estudiantes en la empollada de absurdos libros de texto que despachan épocas, reinados y procesos históricos con un par de lugares comunes. El alma de la historia, la que anida en los textos de la época, en los objetos arqueológicos y artísticos es trágicamente amputada y presentada de manera escueta, descontextualizada. Sólo me queda oir al espabilado profesor de historia de turno que lo que hay que hacer con la historia de España es sólo enseñar el siglo XX. Viva el conocimiento.

Pobre Vlad. ¿Será dentro de poco otro alumno similar al españolito, acomplejado, gris y desapasionado con su historia? Me temo que sí.

En Los Ruices, a 24 de febrero de 2016.

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