LA BITÁCORA / JCPG
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Se ha convertido en uno de los tópicos que con más frecuencia se sirven en redes, prensa y medios de comunicación en general. Y empieza a ser un fenómeno muy sangrante. Es cierto que asistimos al anuncio de un nuevo crimen machista con cierto tedio ya; pero también con un punto de interrogación. Nos preguntamos sobre todo por los móviles reales de esta violencia.
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Tengo que reconocer que no es que me quite el sueño, pero me molesta bastante esto que llamamos «la violencia machista». Especialmente por lo que ofrece de conformismo a las conciencias incapaces de mirar cara a cara a lo terrible de la naturaleza. Por supuesto me refiero en primer lugar a la naturaleza humana, pero también en un sentido más global a la naturaleza misma.
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Se piensa, o, mejor todavía, parece que hay muchos que piensan que existe un determinado desequilibrio psicológico que lleva algunos a asesinar a quien ya no puede amarte o a quien ya no te reconoce el valor de ser amado. ¿Por qué la negación de ese valor desvaloriza tanto a alguien que es capaz de transformar en asesino al que una vez prometió amor eterno? El amor, el desamor, la nada, el vacío total ¿Acaso en la negación de todo valor para ser objeto de amor no puede encontrarse el nihilismo en su sentido más puro?
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Y además está el caso de quienes prefieren la situación de desamor a la nada. Preferir que no te quieran pero seguir con él, es algo duro y terrible. Quizás no tanto como la ignorancia.
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¿Desequilibrio psicológico? No me parece que sea así. Hay algo de naturaleza en todo esto, algo de estado natural, y no es otro que la oposición vieja de amo y esclavo. ¿No somos una especie que ha escalado peldaños evolutivos? ¿No hemos escalado un nuevo peldaño con la tolerancia y el respeto? ¿No es el sentido del dominio, de la supremacía de uno sobre otro lo que hay en el mar de fondo de esta violencia?
En Los Ruices, a 28 de septiembre de 2016.
