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LA HISTORIA EN PÍLDORAS / Ignacio Latorre Zacarés
 Requena (05/12/17) 

Ir a un simposio internacional sobre la Cuenca judía escoltado por los señores Pérez García y Alabau, expertos en la materia, es todo un lujo. Pasear por una Cuenca nocturna perfectamente iluminada, ya no su callejero, si no sus impresionantes hoces, es todo un lujo. Visitar los restos de la judería de la patrimonial Huete es todo un lujo. Que el presidente de la comunidad sefardí de Jerusalén reconozca tu “Zacarés” como apellido sefardí es todo un lujo (sólo trescientos quedamos en España y casi todos familia).

Y si todo va sobre judíos y uno tiene ascendencia, pues al final la píldora está cantada. Pueblo errante, asociado a sustantivos terribles como exilio, diáspora u holocausto. Nuestro propio lenguaje está teñido de palabras denigratorias para los hijos de Abraham. Para mi abuela Salomé siempre que pasaba algo por nimio que fuera (ya se rompiera un vaso, se quemara el guiso o se interrumpiera la luz), la culpa la tenían siempre los mismos: “¡me cagüen los judíos!”. De niño nos mentaban que escupir era de judíos y si alguien te jugaba una pasada te había hecho una “judiada”. Hasta de la peste se les echaba la culpa y la de 1391 tuvo como consecuencia pogromos terribles en juderías como la de Cuenca y Valencia (la de Huete, por lo visto, se salvó).

Sobre los judíos en la comarca poseemos muchas más incógnitas que certezas. Ni siquiera tenemos claro la asignación utielana de Abraham ben Salomon de Torrutiel que fue expulsado en 1492 y escribió en Fez hacia 1510 el importante Séfer Ha-Qabbaláh (Libro de la Cábala o de la Tradición), en cuyo último capítulo narra algunas penalidades de la expulsión. Se le ha relacionado con una posible comunidad talmúdica en La Torre de Utiel (en aquella época Torre de Pascual Hariza). El cronista Bernabéu incluso lo vinculó con la familia del médico judío Pavón de Requena. No obstante, no se ha podido verificar aún la procedencia del escritor cabalista.

Antes de su expulsión tuvo que haber judíos por la comarca, ya que el propio Fuero de Requena marcaba diferentes días para el baño público según se fuera cristiano o judío o penalizaba con severidad a la cristiana que mantuviera relación con un judío o musulmán. Es más, un cristiano no podía ser encarcelado por tener una deuda con usura con un judío. Sin embargo, los judíos eran protegidos por los reyes y considerados como del patrimonio real dada su importancia en el tráfico crediticio y comercial, aunque haya que apartar del universo mental la idea tópica de que toda la comunidad judía se dedicaran a asuntos monetarios, ya que los había también pobres y dedicados a la artesanía y otras artes nutricias, amén de médicos. A pesar de esta protección real, fueron mal vistos por el pueblo por su vinculación con el préstamo y la usura. Una comunidad singular considerada como un cuerpo extraño dentro de la sociedad cristiana por su lengua (ladino), fiestas, costumbres… y para la Iglesia un peligro de herejía como practicantes de la ley escrita (Torá) y la oral (Talmud).

Por un privilegio de 1301 de Fernando IV sabemos que los Caballeros de la Nómina de Requena percibían doscientos cincuenta maravedíes de los impuestos de moros y judíos. También en el simposio de Cuenca se evidenció la importancia de las aljamas judías de Berlanga, Atienza y Sigüenza, precisamente tres de los grandes apellidos de repoblación de la comarca. La concesión del mercado franco para Requena en 1468 incluía en tal privilegio a moros y judíos.

Si aljama organizada como tal no parece que hubo ¿existió una judería? Tampoco tenemos certeza de ello, aunque algunos espacios urbanos de Requena lo aparenten. Se vinculó la presencia de judíos con el establecimiento de la aduana en 1264 y se han querido ver las calles alrededor de la aduana, entre la del Carmen y la de la Botica (actual Hermanos López) como la judería, en la entrada por el camino viejo de Valencia. Otras veces se ha apostado por el magnífico barrio de la Villa en los aledaños de la bonita plaza de la Jorra u Horra, como apócope y corrupción del apellido Calahorra, familia tildada de conversa. Lo cierto, es que en la finca actual de El Renegado en Venta del Moro estuvieron las tierras y casas de las Calahorras y ya sabemos a que huele la palabra “renegado”. En el caso de Utiel es aún más dudosa la adscripción de su hipotética judería (calles Amargosas, Serratilla y Pozo) y Martínez al cuadrado apunta la posibilidad de que detentaran colmenas en Utiel en los siglos XIV y XV.

La Inquisición siempre estuvo influyendo en los reyes sobre el peligro del judaísmo y finalmente en 1492 se decretó su expulsión o definitiva conversión. Para esa época, pocos judíos quedaban en la comarca y Bernabéu cuantificó en doce las familias que marcharon al exilio.

Pero si la expulsión acabó con la cuestión “judía”, sin embargo abrió el melón de los conversos y falsamente convertidos. La Inquisición luchó no contra la práctica de la fe judaica por parte de los no convertidos, sino especialmente contra aquellos convertidos que practicaban subrepticiamente ritos criptojudaicos en la intimidad (como Aznar hablaba el catalán).

Los conversos al cristianismo (sinceros o falsos) fueron legión y en ciudades como Cuenca llegaron prácticamente a copar los cargos municipales. Incluso los hubo llevados por la denominada “furia del converso” a perseguir en una práctica de autoodio a otros conversos como los inquisidores generales y frailes Torquemada y Diego de Deza. Y es que son siempre peligrosos aquellos que reniegan totalmente de sus raíces. No obstante, las actas del concejo de Requena ignoran cualquier tipo de mención a problemas con conversos (¿ya estaban dentro del engranaje concejil?).

Donde hay más evidencias es en los casos de prácticas judaizantes en nuestra tierra, gracias a la exhaustiva investigación que llevó a cabo Alabau Montoya. Sólo pudo constatar diez causas de judaizantes en la comarca de un total de más de doscientos sesenta casos inquisitoriales comarcanos. Parece que en Iniesta fueron más los procesados por judaísmo. De los diez expedientes de judaizantes, siete están vinculados con Requena, dos con Mira y uno con Utiel. Los esfuerzos de confesionalización y disciplinamiento social de la segunda mitad del siglo XVI y XVII hicieron su trabajo.

El primer caso de la Inquisición en la comarca fue en 1489 y se acusó a Pero Macho, zapatero de Requena, a su mujer Beatriz de la Flor y herederos de criptojudaísmo por prácticas como celebrar la Pascua judía, beber vino judiego y comer pan centeno (fermentado), así como realizar velatorios a la práctica judaica en Ademuz. Un caso que se prolongó por años y que afectó también a la segunda mujer de Pero Macho, Juana de Toledo o de Requena.

Vino judiego o judienco era el que sospechosamente dijeron que bebía Pero Macho. Al vino judiego le ha dedicado parte de sus afanes investigadores el afanoso Piqueras Haba. Un vino que aunque no fuera cultivado o vendimiado por manos judías, sí que el resto del proceso de vinificación debía ser realizado por los semitas (pisado, prensado, trasiego, aclarado, envasado y extracción) y no añadir agua, yeso o cal como era práctica cristiana. Un alimento kasher como el cereal que elaboran con certificación rabínica mis amigos Manolo y Vicen desde el Shangri-la de Carrascosa del Campo, grandes anfitriones que acudieron desde la huerta valenciana a hacer aún más grandes las tierras de Cuenca. Lo cierto es que para que no les dieran gato por liebre, los judíos mantuvieron sus propias bodegas familiares y tabernas públicas controladas por las aljamas y llegaron a ser propietarios de viñas.

“Cristianos nuevos”, “tornadizos”, “marranos”, “renegados”, “anuzim”; de mil maneras llamados y vistos como un incómodo poder económico y social. En el ambiente asfixiante de delación propiciado por el celo inquisitorial, toda actuación ligeramente sospechosa podía ser denunciada como al matarife Villanueva, natural de Mislata y vecino de Utiel, que mató a un cerdo en Los Visos de Requena de una manera más limpia de lo habitual (sospecha, sospecha) y separando la “landrecilla”, un nervio cercano al jamón que no consumían los judíos por un asunto de Jacob.

En 1591, Juan Corachán con la complicidad de las mozas María García y María Ximénez, desvalijaron y mataron al judío Miguel de Villena, tendero del arrabal de Requena. El asesinato les supuso la horca pública para el trío.

Entre finales de 1630 y principios de 1631, al judío portugués retornado Cristóbal González de Almeyda lo estuvieron buscando por la comarca con cincuenta hombres reclutados y apostados por el puente de Pajazo, Aliaguilla, Cofrentes, Villamalea y al final lo atraparon en Venta del Moro; sin embargo, al que habían capturado era otra persona, Juan Bautista Morales, que era un comerciante-traficante de joyas preciosas y caballos, lo que era penado con la muerte.

Domínguez de la Coba nos narró como un judío proveedor de la fortaleza de Requena durante la Guerra de Sucesión fue amenazado por el gobernador Francisco de Obando si no traía más subsistencias al amenazarle: “Trate de callar, que este cuento habrá de acabar un comissario de la Inquisición». Se utilizaba el miedo a una denuncia ante la Inquisición para atenazarlos A fines del siglo XVIII, los comerciantes de Requena hicieron la vida imposible con denuncias falsas ante la Inquisición contra un platero francés al cual querían eliminar de la competencia.

El neoconverso Pérez García en una conferencia sobre el asunto judaico y converso extendió la sospecha de conversos en la comarca sobre los Comas y ¡los Cárcel! del XVI, de los que descendemos media comarca (el que escribe incluido). Por lo visto, los “Cárcel” tenían un “no sé qué” según el escribano de turno (así que tengo un “no sé qué” o como decía mi abuela un “quemesió”). También los Ocaña de Requena tuvieron sospechas de conversos.

Kamen contabiliza en tres millones de exiliados a lo largo de la Historia de España contando austracistas, jesuitas, afrancesados, carlistas, liberales, republicanos y… judíos. Se fueron, pero conservaron las llaves de sus casas de Sefarad y el idioma de su antigua patria y así comprobamos como en los mayos en Venta del Moro cantamos: “Tu boca pequeña / tu lengua parlera / dos «hilás» de dientes / que parecen perlas”; mientras que los sefardíes de Tetuán entonan: “Me date dientes menudos / como perlas de enfilar; / me dates lengua hermosa /como dulse tragapán”. Bonitos ¿verdad?

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