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Requena (15/03/15) Víctor Manuel Galán Tendero.

LOS AGUERRIDOS REQUENENSES. 

En la guerra hay muchos contrasentidos. Uno de los mismos afecta al del lenguaje, el de la expresión fuego amigo. Se refiere, lisa y llanamente, a morir por disparos de tu mismo ejército, que más tarde invoca sesudas razones tácticas y estratégicas para justificar algo injustificable. Claro que a veces se emplea a los soldados como fuerza pasiva, para que un confiado enemigo se encarnice con la misma, pensándose ganador, para caer abatido en una trampa. Napoleón fue un maestro consumado en diezmar las filas de sus soldados menos apreciados y los cerebrales romanos la consideraron la mejor escuela para espabilar a los mozos menos atentos en el combate. Los estadounidenses en Vietnam no inventaron nada nuevo.

Cuando se sostiene que la guerra que se hace es santa o humanitaria y se mata a inocentes, a no combatientes que inspiran fugaces sentimientos de piedad, se habla de daños colaterales, otro terrible eufemismo que encubre a veces verdaderas acciones de castigo contra la población civil, de las que fue pródiga la II Guerra Mundial. Ya se sabe que lo de colaterales es parte del tributo que la maldad paga a la virtud en forma de hipocresía.

Durante nuestra última Guerra Civil la población no combatiente sufrió intensos padecimientos, como es bien sabido. En la Requena de aquella detestable época documentamos un caso que estaría a mitad de camino entre el fuego amigo y el daño colateral, entre caer por una acción de tu propio ejército y por una situación que se ha escapado de control.

El 10 de noviembre de 1938, a ocho días de concluir la gran batalla del Ebro, nueve niños murieron en nuestra localidad por culpa de una bomba dejada por los jefes de la Brigada.

La vida durante los años de la guerra fue de todo menos fácil. La movilización, las muertes y las separaciones familiares golpearon con dureza el mundo de la infancia. Los periódicos de la zona republicana, como los del Alicante de 1937, clamaron contra el desorden en el que vivían muchos chiquillos por las calles, lejos de las miradas de los adultos, pretendiendo escapar a toda disciplina, por revolucionaria que fuera. La travesura infantil podía concluir en drama en aquella España sembrada de peligros.

Por Requena no pasó la primera línea del frente en 1938, pero se había convertido en la sede de la XIII Brigada Internacional, la Dombrowski, en honor del campeón polaco que tomó las armas contra el zar de Rusia en 1863. Evidentemente, muchos de sus integrantes procedían de Polonia, pero también entre sus filas hubo españoles, algunos anarquistas, integrados en su batallón Otumba. Aquellos brigadistas se batieron en el frente de la Alta Andalucía tras la caída de Málaga contra las tropas de Queipo de Llano.

El vaivén de la guerra quiso que una de sus bombas quedara abandonada, con las trágicas consecuencias comentadas. Las autoridades republicanas procedieron con severidad contra los mandos responsables, pero el desagradable incidente demostró que jugar a la guerra era algo demasiado peligroso, con víctimas inocentes de un país que sufrió mucho más que daños colaterales.

Fuentes.

                ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE REQUENA. Actas municipales de 1938-39, nº. 2865.

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