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LA BITÁCORA DE BRAUDEL /JCPG
Cuando era niño jamás se me ocurrió pedir un cuaderno o lo que hubiera en aquel entonces para hacerlo en vacaciones. Digo lo que hubiera porque en aquellos tiempos remotos la industria editorial no estaba tan desarrollada como ahora en el terreno de lo escolar. Acaba de terminar el curso y ya hay chicos enfrascados en los cuadernos de vacaciones. Se lo han montado muy bien los de las editoriales. Las papelerías y las librerías están llenas de cuadernos de este tipo. Compre usted el de Santillana, no el de Vicens Vives. Compre y compre, en todo caso.

Hemos hecho un mundo inseguro. Es posible ver chavales en nuestros pueblos que salen inseguros a la calle, que ya no pueden disfrutar totalmente de las bicis, de las caminatas, que andan acompañados por sus padres. Para qué hablar de la gran ciudad, pues es un mundo inhóspito y peligroso. El cuaderno de vacaciones les parece a los padres un gran recurso con el que mantener a los chavales a buen recaudo, mientras pasan los días.

Si fuera yo mandaba los cuadernos a escardar. Lo de escardar ya no se lleva pero era la mar de entretenido hacerlo en la recta final de la primavera en los sembrados, antes que llegara la inmisericorde canícula estival e hiciera torcer el cuello a las espigas de cebadas y trigos.
Algunos padres, cuando observas que su hijo está haciendo los cuadernos, quieren justificarse diciendo: “ Mira el otro día me pidió que le comprara el cuaderno, porque quería repasar las cosas del curso”. Hay gente para todo, desde luego. Pero, si pudiera elegir entre bici o cuaderno, ¿qué elegiría el chaval? Vaya vicio solitario el de los cuadernos.

En Los Ruices, a 13 de junio de 2016.

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