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Requena (16/03/17). JCPG
LA BITÁCORA
Salgo a la puerta de casa en esta jungla que es Valencia. Todo tiene un toque verduniano; verduniano de Verdún, por las Fallas, digo. Calles cortadas, chavales tirando petardos por todas partes, humo, ruido. Una escena propia de la batalla de Verdún. Es muy poco comparado con lo que me espera. Un fin de semana largo dedicado a esta fiesta de las Fallas.
Por el norte se van, sin embargo, de elecciones. Y se presenta un tal Geert Wilders, ese tipo larguirucho, flaco, repeinado para atrás y con aire de gente poco fiable. No me gusta mucho esta Europa. Parece que últimamente no cría más que engendros políticos dedicados a dinamitar un sistema, el de la Unión Europea, que, con todos sus defectos, por lo menos nos garantiza cierta protección ante los abusos, paz y seguridad. Esto lo olvidamos con demasiada frecuencia. Seguro que las minorías aprecian más Europa que las mayorías. En todo caso, así debiera ser.

O nos espabilamos y recuperamos una Europa más justa e igualitaria o los Wilders, Le Pen y gente de ideologías extremistas irán creciendo. Y este crecimiento es una amenaza a la democracia. Una democracia hoy amenazada por la ultraderecha y por la ultraizquierda. La sombra de los viejos experimentos, de resultados tan sangrientos, como los de la Europa de entreguerras persiste en la atmósfera europea, y, por eso mismo, porque el recuerdo es doloroso y amargo, estos movimientos de corte totalitario y excluyente, no han crecido más. creo , con sinceridad, que el extremismo de izquierda o de derecha sólo puede germinar ante la catástrofe, echar raíces sobre las cenizas de una civilización que esté dispuesta a desmantelar el sistema de convivencia que es la democracia. En suma, que lo tendrá difícil, pero no imposible.

Hablo de extremismos de izquierda y de derecha. Porque es así, y fue así. Naturalmente el comunismo y el fascismo son diferentes, pero hay un enorme territorio fronterizo que comparte: el ahogamiento de la libertad, la construcción de un ser humano nuevo, la aniquilación del diferente, sea en el campo de concentración o en el gulag. Espero que los que quieren volver a este tipo de ideas sean pocos. Quizás es mejor disfrutar de las fallas, aunque uno pueda acabar con un petardo en los pies.
En Los Ruices, a 14 de marzo de 201

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