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Requena (18/12/18) Cuaderno de Campo. La Naturaleza en la Meseta de Requena-Utiel
Javier Armero Iranzo / 18 de diciembre de 2018

El pasado 17 de noviembre en una excursión por la vecina comarca de la Manchuela conquense un grupo de naturalistas formado por Jorge Crespo, Iván Moya, Toni López, Pablo Ruiz, Germán Francés y yo mismo descubrimos el cuerpo de un turón que había sido atropellado días atrás. Se encontraba tendido en el arcén de la carretera que une las localidades de Iniesta y Graja de Iniesta a escasa distancia del límite fronterizo con la comarca valenciana de Requena-Utiel; en concreto a 17 km en línea recta del mismo río Cabriel. El paisaje de ese lugar estaba dominado por campos de cultivo, olivar y viñedo principalmente, con alguna mancha dispersa de monte bajo.

Hoy día encontrar animales atropellados en carreteras y caminos, desgraciadamente, es algo demasiado habitual. Cientos de anfibios, reptiles, aves y mamíferos, de muchos grupos taxonómicos diferentes perecen bajo las ruedas de vehículos sin que la mayor parte de la gente ni siquiera repare en ello. La realidad es que no se valora suficientemente el impacto que hechos como ese suponen para la supervivencia de muchas especies. Lo que está claro es que es un considerable problema al que se enfrentan tantos y tantos animales silvestres en nuestros ecosistemas, sean naturales,o modificados por el ser humano como estos medios agrarios de Iniesta.

Sin embargo la noticia saltó en esta ocasión por tratarse del atropello de uno de los animales más enigmáticos de la fauna del este peninsular: el turón, Mustela putorius. En la vecina Comunitat Valenciana, por ejemplo, el conocimiento que se tiene de él en la actualidad es muy bajo, presumiblemente por su extrema rareza. De hecho la misma Dirección General de Medio Natural y Evaluación Ambiental, dependiente de la Generalitat Valenciana, acaba de emitir un informe hace escasas fechas (octubre de 2018) cuyo título no deja lugar a dudas de la precaria situación de este mamífero en el ámbito autonómico: Confirmada la presencia del turón en la Comunitat Valenciana.

En esta comunicación se da a conocer la presencia segura de este animal en base a la localización de dos ejemplares que fueron encontrados muertos, también atropellados, en sendas carreteras valencianas. Uno de ellos en abril de 2016 en el término municipal de Villena (Alicante), muy cerca del límite con La Font de la Figuera; y el otro en julio de 2018 en el municipio de Ayora (Valencia), ya muy cerca del linde con Alpera.

No obstante, y a pesar de que faltaba la confirmación oficial de que actualmente en la Comunitat Valenciana existen turones, su presencia en la misma era ya conocida por algunos naturalistas que habían tenido la fortuna de observarlos en plena naturaleza en unas pocas ocasiones. Sin embargo, la mayoría de esos registros ya tenían bastantes años, por lo que ya hacía falta clarificar la situación del animal con datos recientes. Además, y a pesar de las buenas descripciones que se hacían del animal, siempre quedaba la duda razonable de confundirlos con ejemplares asilvestrados de hurones domésticos.

De entre los datos más fiables que se han podido obtener en la Meseta de Requena-Utiel o en sus inmediaciones destaca el de un ejemplar capturado en la comarca y que fue disecado y entregado al Museo Municipal de Requena en 1982 (ejemplar depositado en un almacén y que el artífice del citado museo, Antonio Yeves, tuvo la deferencia de enseñármelo).

Pero también hay otras referencias muy creíbles aportadas por Javier Martínez en Requena (1978); Manuel Picazo en Cofrentes (1980); Pepe Ruiz en Cortes de Pallás (1997); o Fran Lloris, Ximo Arévalo y Roque Belenguer en el límite de Sinarcas con Benagéber , a la altura del caserío de la fuente de Grilluelos (1997). Incluso yo mismo tuve la fortuna de observar un ejemplar en la rambla de la Concepción (Iniesta) muy cerquita ya de su confluencia con el río Cabriel en el entorno inmediato de Vadocañas en 1994.

Parece ser que el turón en la Comunitat Valenciana hacia mediados del siglo XX estaba presente en las tres provincias. En ella nunca debió ser un animal abundante, y siempre con un gradiente decreciente de registros de norte a sur, siendo ya realmente raro en la provincia de Alicante. Pero en cualquier caso, es a partir de entonces cuando parece sufrir un severo declive poblacional hasta el día de hoy. Como ejemplo llamativo recuerdo los comentarios que me hacía el antiguo guarda forestal de La Herrada, Pepe el Rubio, quien me decía hacia mediados de los años 80 del pasado siglo que no era raro observarlos en aquel monte requenense. Mientras que ahora no conozco a nadie que haya visto turones en libertad por allí en los últimos años.

Desde luego la situación actual del turón en la Comunitat Valenciana es alarmante; y la Meseta de Requena-Utiel no debe ser una excepción. Se han hecho diferentes campañas específicas de investigación sobre esta especie en los últimos veinte años, en las que se incluía el trampeo de animales vivos, y todas con resultados negativos. Una de ellas fue llevada a cabo para la Generalitat Valenciana en nuestra comarca precisamente por el experto naturalista valenciano Javier Barona en 2010; concretamente en la rambla Albosa, en el término de Venta del Moro.

También se han podido desarrollar diferentes experiencias que incluían el trampeo con jaulas o con cámaras fotográficas para el análisis de las diferentes comunidades de mamíferos en las tres provincias valencianas (incluyendo también alguna en Requena-Utiel) con resultados igualmente negativos para el turón, pero que contrastan con el buen número de registros obtenidos para otras especies de carnívoros. Además revisando el listado de entradas de animales salvajes en los centros de recuperación de fauna de la Comunidad Valenciana no hay ninguna incidencia con respecto a esta especie, pero sí del resto de carnívoros.

Esta evidente recesión entre las poblaciones de turones valencianos en las últimas décadas, aunque más acusada, concuerda con la tendencia claramente negativa registrada a nivel peninsular. No obstante, la información disponible es muy escasa y no permite aportar datos suficientemente cuantitativos.

Las causas que apuntan a esa disminución demográfica y territorial de la especie en España son varias. Una de las más importantes es el declive del conejo en amplias áreas de su distribución nacional debido a la aparición de epidemias tan demoledoras como la mixomatosis en los años 50 y la enfermedad hemorrágico vírica a partir de la década de los 90 del siglo XX. Hay que recordar que en los ambientes mediterráneos el conejo es la pieza básica de la dieta de este animal.

Por otro lado la persecución directa y el control de predadores que se ha venido haciendo en los montes por los gestores de los cotos de caza menor con diferentes métodos, muchos de ellos no selectivos, ha tenido consecuencias muy negativas para la especie. Otro grave problema a que se ha enfrentado este animal ha sido la creciente destrucción o modificación del hábitat que ha sufrido el país, sobre todo a partir de mediados de siglo XX. Así la eliminación de la vegetación de ribera en arroyos o ríos, la urbanización creciente del campo, el desarrollo de infraestructuras y la intensificación agraria en los medios de cultivo ha hecho que muchos paisajes ibéricos hayan perdido la mínima calidad que necesita el turón.
Además, cuatro crecientes problemáticas amenazan aún más la supervivencia del carnívoro: la intoxicación por el uso de rodenticidas y venenos; los atropellos por el incremento del tráfico rodado, la competencia con una especie invasora como es el visón americano, y la hibridación con los hurones domésticos que hacen perder pureza genética a las poblaciones silvestres.

Llegados a este punto cabe preguntarse si todavía quedan turones en los montes de la Meseta de Requena-Utiel a día de hoy. Desde luego, la respuesta no parece fácil. Quizás quede alguna población superviviente a ese panorama de afecciones tan extenso en algún recóndito lugar comarcal. Pero a esa más que probable escasez de individuos habría que añadirle la dificultad en que estos animales se detectan.

Los turones pasan muy desapercibidos por lo reservado de su biología. Sus hábitos solitarios y nocturnos junto con lo discreto de su tamaño dificultan mucho la detección por las gentes del campo y por los naturalistas que tratan de estudiarlos. Todo ello hace que sean unos animales muy poco conocidos por el paisanaje, la verdad. Conviene pues tratar, aunque sea someramente, algunos aspectos básicos sobre su morfología y ecología para descubrir mejor a este misterioso animal.

El turón pertenece a la familia de los mustélidos, en la que también aparecen otros animales de nuestra comarca como su congénere la pequeña comadreja Mustela nivalis, o carnívoros más corpulentos como el tejón Meles meles, la garduña Martes foina y la nutria Lutra lutra.

Presenta un cuerpo relativamente estrecho y largo, de 34 a 46 centímetros; patas cortas; y una cola poblada de pelo y ciertamente larga, de entre 12 y 19 centímetros aproximadamente. El dimorfismo sexual es muy marcado, especialmente a lo referido a dimensiones, siendo los machos mayores que las hembras; 1.000-1.500 gramos los primeros, por los 600-900 gramos las segundas.

El pelaje es de color marrón oscuro, aunque con los costados en tonos más amarillentos que contrastan mucho. En el rostro llama mucho la atención un antifaz blanco o canoso sobre los ojos, así como las mejillas y los labios igualmente claros. Las orejas son pequeñas y apenas sobresalen de su cabeza. Solamente cabe la confusión con la variedad doméstica, el hurón, que presenta coloraciones en general mucho más claras.
Su silueta de marcha es inconfundible ya que tiende a arquear el lomo de una manera característica. Es una especie con un patrón de actividad principalmente nocturno, aunque en ocasiones también patrulla al crepúsculo o en las primeras horas del día. Es solitario durante casi todo el ciclo anual, a excepción de la época de cría en la que forma grupos familiares.
Son animales territoriales aunque existe un cierto grado de solapamiento en las áreas vitales entre individuos de sexo diferente. El tamaño de los territorios, y por tanto la densidad poblacional, está condicionado por la abundancia de presas potenciales. Así en las regiones mediterráneas es el conejo el principal componente de la dieta. Y precisamente en las áreas de mayor densidad de conejos es donde subsisten las mejores poblaciones de turones en España. En cambio, los anfibios como ranas y sapos, y los roedores (topillos y ratones, principalmente) parecen constituir el principal aporte proteico en el norte de la península Ibérica.

En lo que respecta a la selección del hábitat, los turones se muestran como animales muy plásticos ya que condicionan su presencia en un lugar más a la disponibilidad de alimento que a la propia estructura del paisaje en sí; aunque lógicamente, en muchas ocasiones, el tipo de entorno permite que haya una mayor densidad de presas. Así, pueden ocupar desde áreas poco arboladas como eriales, espartales o matorrales en general, a bordes de bosques, sotos de ribera y arroyos; e incluso campos de cultivo, siempre y cuando dispongan de áreas de refugio y buenas despensas alimentarias. Éste último caso sería, por ejemplo, el del mismo entorno donde se localizó el ejemplar del turón atropellado de Iniesta (Cuenca).

Los turones ibéricos entran en celo hacia finales del invierno. Los partos se producen hacia los meses de abril o mayo en el interior de una madriguera. Nacen un número muy variable de cachorros, aunque de media viene a rondar de tres a seis. Las crías, que nacen muy poco desarrolladas (muy pequeñas, ciegas y casi sin pelo) aún tardarán prácticamente tres meses en emanciparse de la madre, normalmente a mediados o finales del verano. A partir de ese momento los jóvenes turones se suelen alejar moderadamente de los feudos donde nacieron. En esas fechas, y debido al mayor número de ejemplares que entonces recorren los montes y campos, es cuando la incidencia de los atropellos probablemente se incremente. Se han podido recopilar algunos datos que podrían apoyar esa hipótesis, y todos ellos precisamente corresponden a la comarca de la Manchuela en la provincia de Cuenca (los datos de presencia segura de turón más recientes y más cercanos a la Meseta de Requena-Utiel se congregan en una demarcación geográfica muy definida).

En concreto, y aparte de este último de Iniesta con el que se ha empezado este artículo, este verano pasado Carlos Sáez, naturalista de Villargordo del Cabriel, localizó otro ejemplar muerto en la carretera CM-211 a la altura del kilómetro 26, muy cerca de Puebla del Salvador (a 15 kilómetros del límite con nuestra comarca); concretamente el 27 de julio de 2018. Por su parte, el 5 de septiembre de 2017 Toni López encuentra un turón atropellado en la carretera CM-2100, en la Hoz del río Gritos en el término municipal de Valera de Abajo, a 60 kilómetros del límite con Requena-Utiel.

En agosto de 2016, Carlos Sáez y Toni López localizan un ejemplar muerto en la autovía A-3 cerca de Minglanilla a unos 14 kilómetros del límite comarcal. También en el verano de 2015, Pablo Ruiz y Luis Albero localizan dos turones en la carretera CM-220, ambos a unos 33 kilómetros de distancia del río Cabriel: el 25 de junio en Villanueva de la Jara, y el 17 de julio en El Peral. Por último, y por no retrotraernos más en el tiempo, también Toni López encuentra otro turón el 12 de agosto de 2014 en Minglanilla, en la antigua carretera nacional N-III, en este caso a tan sólo 10 kilómetros con respecto a frontera con la Meseta de Requena-Utiel.

No cabe duda que la presencia de varios turones atropellados en La Manchuela y en distintas temporadas indica la existencia de una población asentada allí. Se desconoce el tamaño de la misma y sus tendencias demográficas, pero lo que está claro es que la muerte por atropello es una causa importante que condiciona negativamente su situación.
A nivel nacional se sabe que las bajas por colisión de vehículos afectan más a esta especie que a otras mucho más abundantes en los ecosistemas que habitan. Se han llevado a cabo distintos estudios de densidad de carnívoros en varias localidades ibéricas en las que el turón apenas aparece registrado en los distintos métodos usados tales como el análisis de rastros, capturas con jaulas trampa, identificación con cámaras automáticas, etc. Y sin embargo presentan un alto índice relativo de atropellos en comparación con las otras especies de carnívoros mucho más detectables con estas metodologías de trabajo.

Desde luego que este es un hecho muy significativo para esta especie. Parece ser que la causa de tanto atropello sea la arriesgada costumbre que tienen estos animales de patrullar las mismas orillas de las carreteras en zonas de alta densidad de conejo. Resulta que los conejos en estas áreas buscan taludes y cunetas no labradas y fácilmente excavables al amparo de la bóveda del propio asfalto para construir sus vivares. Tales localizaciones sirven de refugio a los conejos y, desgraciadamente éstos funcionan de fatal reclamo para el turón, que corre un riesgo tremendo de alcance por los vehículos. Hay que recordar que, aunque el cuerpo alargado y flexible del turón está perfectamente diseñado para perseguir a los lagomorfos en sus huras subterráneas, no lo es tanto para ir detrás de ellos en la superficie sobre todo por disponer de unas patas ciertamente cortas.

En la Meseta de Requena-Utiel se han localizado algunos datos de atropellos de hurón/turón en los últimos años. En concreto en los municipios de Villargordo del Cabriel, Camporrobles y Utiel pero, tanto por la similitud de algunos pelajes como por el estado de descomposición de los propios cuerpos, no se ha tenido la certeza segura de que correspondieran a individuos salvajes de turón. Más bien parecían de hurones asilvestrados. Incluso el experto naturalista de Chera Juan José García afirma haber visto recientemente (diciembre de 2017) un ejemplar vivo junto la carretera CV-395 en la partida forestal del collado del Jilguero (Requena) en la bajada hacia el río Reatillo. Su descripción, tanto de su aspecto como de su comportamiento, cuadra completamente con la de un turón, aunque siempre quedará la duda de si se trataba de un hurón de pelaje oscuro procedente de un escape (posibilidad un tanto extraña en un paraje de esas características).

Hay que decir que en los últimos años, y a consecuencia de las elevadas densidades de conejo que se están dando en determinados lugares de la meseta agrícola central se ha intensificado el uso de hurones por parte del colectivo de cazadores para capturarlos sus propias madrigueras. Por ello mismo es fácil que alguno de estos animales haya podido perderse y adaptarse a la vida en libertad.

La existencia del turón en nuestra comarca es un enigma a día de hoy. No cabe duda de que existieron hasta hace relativamente poco tiempo en ella pero diferentes afecciones han repercutido drásticamente en su distribución y demografía.

Las poblaciones conquenses están relativamente cerca del límite comarcal. El incremento de las poblaciones de conejo podría favorecer su expansión hacia nuestra provincia y/o fortalecer su presencia en la misma. No obstante, muchos peligros amenazan esa posibilidad; especialmente las bajas por atropello, la probable hibridación con hurones, y el control no selectivo de predadores por parte de los cotos de caza. Control cinegético que, desde luego no tiene sentido en una comarca agroforestal que localmente mantiene elevadas cifras de conejo y que puntualmente llegan a afectar a los propios cultivos.

El turón; ese gran desconocido de la fauna comarcal. Se hace absolutamente necesario abordar una profunda investigación que aclare su estatus actual en Requena-Utiel. No es cosa fácil, desde luego. Pero su privilegiada posición en el entramado de relaciones alimentarias del ecosistema mediterráneo como estricto depredador que es, su plasticidad, y por qué no, su particular belleza le hacen candidato a un mejor conocimiento científico.

El turón, ¿un animal extinguido?

Esperemos que no.

JAVIER ARMERO IRANZO

Agradezco la colaboración de Javier Barona, Jorge Crespo, Víctor París, Carlos Sáez, Juan José García, Toni López, Pablo Ruiz y Luis Albero sus magníficas aportaciones para enriquecer este artículo.

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